Por décadas escuchamos el clamor de líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y de algunos de sus aliados en la prensa y la academia que había que defender a la educación pública y a sus maestros. Les parecía razonable esa salvaguardia discursiva; argüían que cualquier crítica que se hiciera a la baja calidad de la educación, a las fallas de la burocracia (esa censura sí les cuadraba bien) y a las deficiencias y mala formación de los docentes eran ataques a la educación pública. Se decía con insistencia que el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos encabezaban una cruzada para privatizar la educación. Y eran acompañados por toda organización empresarial y de la sociedad civil, así como por los neoliberales de los gobiernos del PRI y del PAN.
De allí se deducía que el SNTE y sus corrientes deberían protegerse de los ataques de los malvados. Los partidarios radicales de esa postura aceptaban y ejercían la crítica contra los charros, mientras amparaban a la Coordinadora de Nacional de Trabajadores de la Educación y sus tácticas de intimidación. Quienes lo denunciábamos desde la academia y la prensa éramos catalogados como reaccionarios y hasta enemigos de la patria, aunque ofreciéramos abrigo a los buenos maestros.
Pero todo era una tapadera diseñada para proteger privilegios de prevaricadores. Hoy lo sabemos con certeza. Con todo y que el censo de escuelas, maestros y alumnos de la educación básica y especial sólo cubrió 90% del universo esperado, arroja cifras espeluznantes (perdón por el adjetivo, pero no me aguanté las ganas). Más de 39 mil aviadores (así se les conoce popularmente); más de 31 mil comisionadoslegales, que disfrutan de licencia mediante convenio entre el sindicato y las autoridades (que Díaz de la Torre decía que no pasaban de diez mil); más de 110 mil comisionados (alguien criticó esa cifra que mis colegas y yo calculamos en mi libroPolítica, poder y pupitres: crítica al nuevo federalismo educativo, que Siglo XXI publicó en 2008) en labores administrativas o de apoyo docente —cuando se escarbe más, se encontrará que aquí hay más aviadores camuflados de asesores técnico-pedagógicos (ATP) o asistentes de supervisiones escolares—, y la joya del censo: casi 115 mil trabajadores que renunciaron, son jubilados, incluso se lista a fallecidos, pero alguien sigue haciendo efectivos esos cheques.
Atención. Entre los 110 mil trabajadores que no realizan labores frente a grupo, hay un porcentaje de comisionadoslegítimos que cumple tareas necesarias para la docencia, como ser encargados de aulas de medios o de otros programas escolares, pero para quienes no existe plaza por la rigidez burocrática. La Ley General del Servicio Profesional Docente regulará las tareas de los ATP y docentes que hacen labores administrativas. La cifra se depurará.
Pero entre muertos, comisionados, desaparecidos y aviadores, se gasta alrededor de 25 mil millones de pesos al año. ¡Ah! Porque muchos de ellos también cobran en la carrera magisterial. Si echamos cuentas —por digamos 20 años— resultan más caros que el Fobaproa.
El censo por fin arroja datos cotejables, más lo que falta de Oaxaca, Chiapas, Michoacán y otros estados, ¿y ahora qué?, ¿qué hará el gobierno?
Estoy convencido de que el gobierno sólo pujará hasta donde la sociedad se lo exija. Hacer públicos los datos ya es una denuncia, pero no será fácil afectar los intereses de grupos poderosos con experiencia y mañas. Me imagino que algunos de los dirigentes más conspicuos del SNTE y de la CNTE ya están tocando las puertas de la Secretaría de Gobernación para negociar o amenazar. ¡No pasarán! Es obligación del gobierno actuar en consecuencia; desmantelar al SNTE es la consigna.
Retazos
En la reunión de la Conaedu de la semana pasada, Emilio Chuayffet dijo que en diciembre habrá datos para cotejar nombre por nombre las nóminas magisteriales ¡Agárrense, diputados y senadores!
El profesor Domingo Gallero, de la secundaria Xavier Villaurrutia, de Teoloyucan, Edomex, pide a sus alumnos que lean mi editorial; una veintena de ellos me escribió comentando mi entrega del miércoles pasado. Acuso recibo, aprecio su interés y doy las gracias al maestro Gallero por leer mis textos.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana