*Gisela Yaneth Hernández Vera
Hoy día los docentes de nivel universitario nos enfrentamos a dos grandes retos educativos en México, el primero a las exigencias y demandas sociales del mundo actual y el segundo a los exigentes y enormes requisitos que las Universidades piden para ser parte de su plantilla académica.
Se exige una preparación profesional de calidad, una licenciatura a fin de los contenidos a impartir, el grado de una Maestría relacionada con el perfil requerido y en muchos casos el grado de Doctor, pero por si fuera poco, los estudios antes mencionados no son suficientes, pues al haber gran demanda de candidatos en los exámenes de oposición, las exigencias se elevan cada vez más.
Es un largo camino que quien quiere ser docente tiene que transitar, se empieza con la recepción de documentos, posterior a ello debes esperar los temas de exámenes, los cuales se presentan a través de un trabajo escrito y una exposición oral de por lo menos veinte o treinta minutos.
El camino no termina, pues quien se encuentre mejor capacitado, según los estándares de cada institución, jurados y consejo técnico, hay que sumarle los méritos académicos, los cuales incluyen los siguientes aspectos: formación y actualización académica, antecedentes de desempeño académico y experiencia profesional docente, es decir cursos, diplomados, especialidades, seminarios, ponencias, publicaciones, entre otros; así como presentar un documento reciente que acredite tener el dominio del idioma Inglés.
Ante este panorama actual, me asaltan las siguientes preguntas: ¿El sueldo como docente nos alcanza para pagar nuestra propia capacitación ya sea un posgrado o doctorado? ¿Se tiene el tiempo de calidad para pasar en familia? ¿Nos están formando para competir o para educar? Estos mecanismos de poder y de dominación, surgen también de una relación entre Educación-Estado y Educación-Sindicatos.
El abaratamiento de los salarios de personas profesionalmente capacitadas y la disminución de los lugares de trabajo, la inseguridad laboral, las contrataciones limitadas, da como resultado un estrés laboral, una constante en los lugares de trabajo.
Las Universidades de México requieren un sistema de evaluación docente diferente, apegado a un contexto determinado, con necesidades específicas, una evaluación docente que se funde en un análisis profundo de los valores, habilidades y actitudes que un docente debe tener, más que en la cantidad de documentos.
Estamos ante una excesiva burocracia, llena de requisitos y documentos, donde la atención se centra en las cuestiones administrativas más que en una verdadera vocación docente, estos y otros mecanismos, nos han llevado a ser partícipes de un círculo vicioso de la competencia por el puesto.
La evaluación docente en las universidades, debe superar los procesos mediáticos, debe partir de procesos más igualitarios y menos excluyentes, pues partimos de desigualdades para competir por una experiencia educativa o materia, donde los que tienen contratos de trabajo o bases permanentes, tienen la oportunidad de seguir trabajando por su currículum y de participar en actividades académicas que permitan mejorar su formación, a diferencia de los contratos limitados o eventuales, quienes deben pagar por su capacitación para poder entrar al sistema docente universitario.
En un país donde las desigualdades sociales y educativas se han acrecentado cada vez más, es importante repensar la educación desde una nueva óptica.
*Maestra en Investigación en Psicología aplicada a la Educación (MIPAE) UV.