Rosalía Nalleli Pérez-Estrada*
Los docentes tienen el gran poder de hacer soñar al alumno mientras trabajan juntos. También, si así lo desean, pueden provocarles que deseen irse muy lejos y olvidarse para siempre de la escuela, en esta relación de motivación externa que viene muchas veces por quien nos enseña. El alumno motivado por ser mejor puede poner sus propios objetivos de manera interna para salir adelante, pero también puede ser guiado por lo externo. Covington, (2000), en una comparación hecha entre cuánto puede uno lograr con una motivación interna y una externa, dice que los individuos están intrínsecamente motivados cuando se involucran en actividades que les sirven para sus propios fines o para su propio beneficio.
En este caso, la recompensa reside en las acciones por sí mismas y las acciones son su propio refuerzo. Por el contrario, cuando la motivación es externa viene de afuera el reconocimiento, la calificación o el aplauso. Pero, si esa motivación externa no es la esperada, los resultados pueden ser diferentes a los esperados.
Y, mientras pienso en cuánto se puede trabajar en las aulas si de motivación se trata, para hacer soñar al alumno con metas grandes en la vida, y conducirlo al éxito de lograr sus objetivos, observo a un checador del registro del seguro social mientras espero a que me selle una tarjeta de vigencia y empiezo a pensar cuánta motivación desarrolló esta persona para pasar el resto de su vida poniendo sellos de manera rutinaria, en hojas del seguro, mientras observa con fastidio las grandes filas de gente que de él dependen para recibir medicinas.
Sus movimientos perezosos y su cara de hartazgo me indican dos cosas, una: Estaba ya agotado en su jornada, (aunque eran las 10:00 a.m.); La otra: que su trabajo se había vuelto automático y sin chiste porque forma parte de una cadena de actividades que no le proporcionan satisfacción, debido a que no persigue sueños, ni recibe felicitaciones cada que pone un sello parejito y sin manchas…
Y, mientras avanzaba en la fila, me lo imaginé de niño, jugando en un columpio lleno de alegría y los ojos brillantes, deseando ser grande, añorando trabajar en el archivo del seguro social para ponerse a sellar documentos todos los días. Seguramente NO. Quizás sus sueños eran ser bombero, doctor, astronauta o presidente de su país y que todo el mundo lo admirara.
Desafortunadamente tuvo la gran suerte de conseguir una plaza y de “asegurar su futuro, su retiro y su vejez” y por eso desempeña ahora ese trabajo tan importante como parte de un proceso, pero poco reconocido y apreciado por los derechohabientes; en un sistema donde la urgencia y el apuro de seguir vivo se olvida el reconocimiento al que nos ayuda, provocándole cansancio y tedio en su trabajo. Herrero. (2008: 2) Describe este tipo de manifestaciones a partir de la motivación y establece que “La motivación posee dos componentes: uno interior, entendido como el cambio de energía que ocurre dentro de la persona, como podría ser la insatisfacción o cierto estado de tensión, y otro componente exterior, que se refiere a lo que la persona desea y a la conducta que dirige hacia la meta. No es posible observar el componente interior de la motivación, su existencia se interpreta a partir de lo que la persona hace, es decir del comportamiento que manifiesta”.
Más tarde, mientras avanzaba en la fila; observaba las caras de sus compañeros, todas cansadas de la rutina, sabiendo que su trascendencia se basa en el sello otorgado para tener un orden, sello que se olvidará en100 años. Cansados de dar direcciones, de atender un número exacto por día, de dar recetas para “mantener” al vivo, lidiando con la ignorancia, los malos hábitos y la necedad., mientras se convive con el compromiso de algunos y el desgano de otros, que esperan con ansia su salida del trabajo o sus próximas vacaciones. En un lugar donde las recompensas se vuelven una obligación para el que las proporciona, y donde la motivación se hace más fuerte hacia lo que viene de afuera y en la cual los sueños de grandeza se pierden con los días repetidos, mientras se observa el calendario; viendo cuántos días faltan por pasar para que llegue el día de la quincena o el momento del retiro.
Un sentido común de buscar lo seguro para un retiro seguro, mientras se aleja -cada vez más- de aquél que lucha incansable junto con la dureza de los golpes y se cae y se levanta varias veces por intentar probar cosas nuevas, que le revuelven el alma y le provocan una satisfacción llena de angustia por cada emprendimiento nuevo, por cada reto logrado, por cada escalón avanzado, que se traduce en largas jornadas de trabajo diario, llenas de sobresaltos, para levantarse después de una caída, pero viendo hacia el cielo; consciente de que vendrá la recompensa de una alegría infinita al reafirmarse, por cada reto alcanzado.
Concerniente a esto, Naranjo, (2009:154) dice que se puede definir a la motivación “como el proceso por el cual el sujeto se plantea un objetivo, utiliza los recursos adecuados y mantiene una determinada conducta, con el propósito de lograr una meta” …Y, mientras salía de ese lugar, volví a pensar en el docente, quien, inicia su labor con una actitud de servicio total para despertar los sueños de sus alumnos a diario, y que muchas veces, sumergidos en la rutina o en la seguridad de un retiro, deciden echar sus anhelos abajo.
* Profesora de la Universidad Santander y Universidad Politécnica de Tlaxcala rosalia_na@hotmail.com