¿Qué tipo de museo nos emociona? ¿Cuáles hay? ¿Cuántas generaciones? ¿Cuál será mi generación de museo o puedo combinar? ¿Qué me puede gustar de cada tipo más allá de lo que puedo o no aprender?
La tercera generación de museos surgió en el último tercio del siglo XX y particularmente han tenido mucho auge entre estas nuevas generaciones de visitantes, hablamos de niños y jóvenes, pero que como dice el dicho a los adultos también nos encantan, son los llamados museos interactivos, que incluye a aquellos de ciencia y tecnología, ubicados en edificios exprofeso y que no tienen una colección como tal, porque nos proponen espacios de experimentación que gestionan experiencias vivenciales y participativas al interior. Vienen a mi mente El Papalote, museo del niño, y otros similares que surgieron en el resto de la República, así como el Universum o Museo de la Luz y otros más (visita el más cercano a ti y comparte!!).
Estos “museos” nos plantearon un cambio de paradigma (modelo de museo), que incluía estas nuevas posibilidades culturales sin colecciones. En ellos vemos a cientos de niños y jóvenes correr por sus espacios y contactar con diversos temas explorando una forma de aprender activa y participativa, al manipular los equipamientos que nos proponen retos, acertijos, juegos, etc, y contactar con los avances técnicos y científicos que hemos desarrollado como humanidad, temas que llaman mucho la atención porque nos proyectan de una manera directa con nuestra capacidad de innovar e investigar el mundo en sus múltiples facetas de conocimiento.
En estos espacios se permite e invita a tocar, accionar, no solo nos brindan información o contenidos, también “hacemos cosas”, actividades necesarias en estas nuevas generaciones tan estimuladas por los medios, que necesitaban museos con otro carácter menos contemplativo. Nos atrapan, casi desde el primer momento porque tienen un carácter didáctico, es decir, que aprendamos sin que seamos tan conscientes de ello. Encontramos diversos recursos museográficos como imágenes, textos explicativos, reproducciones, laboratorios, vídeos, audio, equipos electrónicos, internet, etcétera, pero es muy importante contar con “mediadores” con quienes interactuar, (aprendemos mejor en compañía).
Dicen que los adultos conservamos un niño interior, entonces ¿porque no dejarlo salir en estos espacios, tener la mirada fresca, libre de ideas preconcebidas y permitirnos jugar con los ambientes creados y con nuestros pares y porque no, divertirnos como enanos con nuestros alumnos, hijos, sobrinos o amigos?
Otra opción muy divertida son los Centros de Interpretación, que surgieron en Europa y EU en los años setenta, se ubican en reservas naturales protegidas o sitios naturales y son espacios introductorios “in situ” (en el lugar) que nos ayudan a comprender e interpretar el patrimonio natural más allá de solo saber los nombres científicos de plantas o árboles, nos llevan al punto imprescindible de considerar y valorar los pros y contras de la interacción que nuestras sociedades industriales hemos aportado a la naturaleza.
Este tipo de centros hacen mucha falta en México y creo que a más de uno nos emocionarían e inspirarían a desarrollar acciones en pro de la tierra, nuestra casa (eso no significa que no se hagan programas). Hay exposiciones o ferias pero necesitamos experiencias más vivenciales que nos contacten emocionalmente. Podemos contactar con la Historia Natural, la Ecología o el Medio Ambiente y provocar la empatía con el planeta tan necesaria hoy en día, por ejemplo el nuevo proyecto del Museo de Historia Natural de México, tiene este carácter. Estos museos posicionan más su carácter social, no solo de mostrarnos el pasado sino ponernos frente a frente con nuestro actuar real en el mundo. Por ello, son espacios dinámicos, cambiantes e incluso itinerantes que se están actualizando constantemente, como un termómetro que nos muestra el pulso de la sociedad en este mundo globalizado.
Los museos de cuarta generación integran los parques temáticos o ciudades vivas que surgieron a nivel internacional también en la década de los setenta y que aquí se llevan a cabo escenificaciones o recreaciones en las que como visitantes viajamos en el tiempo y nos encontramos en ambientes diferentes a los comunes, arqueológicos, medievales, históricos, etnográficos, etcétera, esto nos permite empatizar con personas de otras épocas y lugares, contrastar las formas de vida, los objetos y las soluciones que se daban en la vida cotidiana o bien nos muestran acontecimientos históricos que sucedieron en un determinado sitio y conocer y contrastar sus causas y consecuencias.
Son muy atractivos y emocionantes para todos, porque nos hacen trasladarnos e incluirnos en lo que está sucediendo como si formáramos parte de él. Son muy potentes e impactantes tanto que la experiencia queda plasmada en nuestra memoria a largo plazo; nos emocionamos al ver a actores o personas voluntarias que se visten, hablan y actúan como allá y entonces. Versiones de esto son los personajes caracterizados de Benito Juárez o Maximiliano, entre otros y que nos llevan por las salas de museos de primera y segunda generación.
Aquí en México hay experiencias que se vinculan con las tradiciones étnicas de cada región o la festividad en la que nacionales y extranjeros empatizan. Por ejemplo, el caso de la ciudad de Querétaro que sirve de contenedor de referentes a la Independencia de México. Participar activamente, más que aquellos espectáculos impresionantes tecnológicamente, pero contemplativos como en Teotihuacán; nos encantaría encontrar una legión de personas que nos acercaran a la vida y costumbres en esas épocas, así como ver sus atuendos y rituales, fundamentados en la historia, diferentes a los que vemos en el centro histórico como “herederos de una tradición ancestral” necesitamos aquí también posicionarnos activamente y reflexionar sobre estos escenarios y no solo estar como espectadores de un espectáculo que se muestra como una verdad absoluta.
Por su parte los museos de Arte Contemporáneo, a diferencia de los Museos de Arte más tradicionales, también son centros activos, en donde la participación del visitante es uno de los ejes centrales de la misión del museo. Son espacios de experimentación, dinámicos, vanguardistas y participativos, que nos muestran obras que también tienen un carácter más detonador, que utilizan formatos y materiales diferentes al de las pinturas y esculturas tradicionales, que incluye espacios diferentes, e incluso infraestructura innovadora para su presentación, como es el caso de las instalaciones y otras expresiones actuales.
Están en espacios exprofeso, como el Museo de Arte Contemporáneo (aunque su presentación es muy clásica para mi sombrero rojo) o el Soumaya con un edificio súper moderno aunque parte de su colección es muy decimonónica (es decir muy del siglo XIX) o aquellas obras contemporáneas que se presentan en edificios rehabilitados como el Museo Ex Teresa Arte Actual, muchos de ellos apuestan a la evolución de la sociedad en todas sus manifestaciones. Es cierto que a ciertos visitantes emocionalmente nos confronta y podemos identificarnos totalmente o sentirnos ajenos o empíricos; lo cierto es que a diferencia de los museos de primera generación, aquí la experiencia además de conceptual tiene un gran toque emocional mucho más evidente para todos.
Uff, sombrero rojo hasta los de Quinta generación, es la de los museos virtuales, todavía en proceso de construcción, espacio que potencia nuestra capacidad participativa, fundamental para aprender, apropiarnos de lo que se nos muestra. Buena parte de los museos de todo el mundo han hecho una versión virtual de sus colecciones que nos permiten tener acceso a través de sus portales de internet e incluso, a través de aplicaciones móviles, entramos como “visitantes virtuales” de manera individual, aunque se basan todavía en un nivel de Presentación o de Información, tal como si entráramos a un archivo en donde están almacenadas las imágenes de las piezas y los datos sobre ellas, aquí no interactuamos, solo recorremos, vamos de un objeto al otro, contemplando pasivamente.
Ejemplos habría que buscar en la WEB, entrar a las paginas para ver desde los museos más tradicionales, que los de arte para mi tienen muy buenas propuestas que nos pueden emocionar como el Museo del Prado o el Thyssen; pasar por los museos Industriales, los modernos, hasta llegar a los digitales que nos permiten conocer a partir de la comparación, la interpretación y el análisis (que hablaré en otra entrega), son experiencias que potencian lo sensorial que presentan obras y espacios lejanos a los que no es fácil accesar físicamente. Este es un campo falta mucho por explorar y habrá que cambiar las mentalidades y crear nuevos paradigmas, no me gusta ver en la era digital ideas de museos del pasado, desaprovechando sus posibilidades, abiertas, democráticas, participativas y en construcción mutua, y estamos en ese proceso constructivo, creativo, divertido e innovador.
Hemos contactado con los museos desde la perspectiva de la estrategia creativa “Seis sombreros para pensar” de Eduard de Bono, así hemos utilizado dos sombreros blanco (objetivo) y rojo (emociones), los diferentes aspectos que los conforman en cinco generaciones, en la que cada uno suma un área a través de la cual conocemos un poco más sobre su estructura, dinámica. En el siguiente sombrero Negro, hablaremos de sus potencialidades y debilidades, entre otros temas.
Continuará
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