El correcto funcionamiento del sistema educativo no puede medirse sólo en términos académicos, debe también tomarse en cuenta la cohesión social y equidad.
Ahora que estamos a un par de semanas de iniciar el receso escolar y los alumnos de iniciar sus vacaciones, me parece prudente ocuparnos un poco de los profesores. Ya que durante estas semanas hombres y mujeres en todo México viven su particular “selectividad”, el examen para intentar acceder a una plaza o en su caso el promoverse de su actual cargo en la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Lo cual tendría un efecto positivo al obtener cierta estabilidad en las funciones que está realizando, aun así se da la paradoja que muchos de los que se examinan ahora llevan años trabajando sin conseguirla.
Esta es una reflexión más de fondo, porque tal vez ahora que el país se ha puesto en modo cambio, ahora que se cuestiona y se revisa prácticamente todo, deberíamos de igual forma el considerar convertir la docencia en una profesión de prestigio, empezando por el reconocimiento económico y terminando por su reputación social.
Hablar sobre estos temas en el México actual, nos invita a conocer las posibles respuestas y una de ellas podríamos encontrarla atendiendo las recomendaciones que hace tiempo nos marca la OCDE; este organismo internacional señala que no sufrimos un problema grave por el número de maestros o por el gasto público en educación, por el contrario, los principales obstáculos son: la retribución económica, evidentemente, pero también: un gran nivel de retraimiento, esto es que no existe la debida comunicación con otros centros escolares, y finalmente: la falta de autonomía del docente.
En otros países, los maestros –además de impartir conocimientos– se sienten parte del sistema, se dedican a desarrollarlo, contribuyen a diseñarlo. Aquí no, por desgracia, se nos imponen los Programas y debemos los docentes apegarnos fielmente a cumplir los objetivos allí planteados.
Para concluir, es importante recordar que el correcto funcionamiento de nuestro sistema educativo no puede medirse únicamente en términos académicos sino de cohesión social y equidad. Y si los profesores, que somos los actores principales, no nos sentimos bien en el sistema, será imposible que éste mejore.