Hablar de públicos es integrar el tercer elemento en la fórmula: Museos, Colecciones- Mediadores- los públicos. Es verdad, que en el ámbito museístico se considera fundamental la creación, preservación, exhibición, educación y divulgación del Patrimonio Cultural en sus diferentes modalidades en cada museo, en todo el planeta.
A lo largo del tiempo, se han creado y transformado diversas estructuras comunicativas, de mediación e informativas sobre dichas colecciones para alcanzar cada vez más a aquellos públicos reales y potenciales que pueden contactar con él. Todo este esfuerzo tiene sentido porque hay una persona, un ser humano de cualquier edad, sexo, raza, cultura, etcétera, que es capaz de contactar de manera virtual a través de las redes, portales o aplicaciones o alguien que esté del otro lado de la vitrina en una sala del museo y se sienta identificado con aquello que ve frente a sí en compañía de otras personas.
Por ello, como educadores no debemos dejar de lado, por obvio que parezca, que la experiencia del visitante en el museo implica un dialogo entre personas; aunque parezca obvio, necesitamos potenciar el dialogo, la comunicación entre aquellas personas que hicieron, usaron o vivieron allá y entonces con aquellos objetos de hace 100, 200, 500 años o incluso aquellos ancestrales de hasta 10 000, 100 000 o más años y que hoy se encuentran frente a ellos en el presente, en pleno siglo XXI.
Es verdad, que se ha investigado mucho sobre las colecciones que albergan los museos, su época, su procedencia, el contexto en el que surgieron, su importancia, incluso su trayectoria hasta el presente. Los públicos encuentran el resultado de dichas investigaciones como información en los cedularios en sala o impresos, folletos, catálogos, portales, libros, etcétera; sin embargo, no establecen un dialogo con dichos objetos y con las personas detrás de ellos.
Nosotros como visitantes podríamos hacer un sencillo ejercicio de relaciones; por ejemplo si partimos del concepto antropológico que dice que todos los seres humanos tenemos las mismas necesidades e intereses que resolvemos de una manera particular a partir del contexto y los elementos que nos rodean; también sumamos el concepto Budista de la “Red de Indra”, así podemos imaginar una telaraña en la que en cada intersección hay una joya que refleja la imagen de aquellas otras joyas que están cerca, así cada una al infinito.
Entonces, podríamos elegir un objeto y percibir el reflejo, las coincidencias, las interrelaciones que podemos ver con nuestras culturas, las relaciones que se van construyendo entre las personas que forman parte del proceso y el trayecto de “vida” de un objeto u obra de arte, desde su contexto original, hasta su presentación en una determinada sala de exhibición, experiméntalo, ¡es asombroso!
Por ello, para los equipos profesionales del museo se ha hecho necesario posibilitar dicho dialogo, para ello averiguar los códigos de significado que tiene cada visitante para establecer un lenguaje común es importante; saber más sobre sus visitantes para reconocer sus intereses, necesidades, posibilidades de aprendizaje o diversión.
En este trayecto, “quién es realmente ese “público en general para el que se gestan tantas exposiciones, quienes son esas otras personas que recorren las salas y observan las piezas, aquellos que acuden día a día a los diversos museos del mundo y que hoy se reconocen y tipifican en una gran diversidad de visitantes reales y potenciales. Ya desde la segunda mitad del siglo XX, se comenzó a investigar formalmente para saber más sobre los visitantes a museos, surgiendo así los Estudios de Público.
Graciela Smilchuck, en su libro Públicos de Museos ya mencionaba que “rara vez se pone el acento en el sujeto visitante, en los tipos de experiencias que construye en su visita, en las manifestaciones del placer o de la mirada estética o la comprensión histórica, menos aún en conocer los factores de desigualdad social, económica y cultural que mantienen alejada de los museos a la mayor parte de la población” (Smilchuck, Graciela. Públicos de museos, agentes de consumo y sujetos de experiencia. UAM, Iztapalapa. 2012.)
Es cierto que, los resultados obtenidos por estos estudios, arrojaron entre otros datos, una Tipología de públicos, desde Niños (preescolar y primaria); Jóvenes (secundaria, preparatoria y universidad); Adultos (medio y mayor); Personas con otras capacidades (Sordos, Invidentes, Discapacidad Intelectual y Discapacidad motriz, etcétera), hasta Turistas extranjeros y nacionales, a los que había que atender de una forma particular, más allá de la gradación de edad, estudios o procedencia geográfica. Otros resultados han indicado que algunos de los objetivos por los que los visitantes acuden al museo son el Refuerzo Escolar a partir del currículo (un porcentaje alto de estudiantes que acuden con su grupo), por Tareas (un alto porcentaje que acude los fines de semana con su familia) u Ocio (aquellos que acuden con amigos o al ir de vacaciones).
Sin embargo, más allá de saber las edades de los públicos, las causas por las que van a los museos o los comportamientos que tienen dentro de las exposiciones, es importante que desde las Áreas Educativas tengan más claridad sobre estos públicos, para que todos se sientan integrados, incluidos y encuentren pautas de dialogo desde su perspectiva.
La educación es el punto medio (mediación) entre las colecciones y los diversos públicos, al conocer el pulso de los visitantes de una manera sistemática es posible diseñar nuevas e innovadoras visitas, más participativas y activas (teatralizadas, autogestivas, sensoriales, etc); generar talleres múltiples (dramatizados, literarios, creativos, etcétera); materiales y recursos (multimedia, cedulas transportables, espacios de interpretación, lúdicos, guías didácticas, entre otros), cuadros texturizados, cedulas en braille, o cajas de los sentidos, todos generados para ellos.
Entonces, es necesario contrastar la información proporcionada por los estudios de público, además establecer cuál es el desarrollo cognitivo de los visitantes, así se sabe por qué los más pequeños necesitan visitas guiadas con materiales para tocar y observar los objetos con más detenimiento y a partir de ellos imaginar lugares, sensaciones o personas, ya que su pensamiento todavía es concreto. Por otro lado, los mayores ya pueden hacer abstracciones en tiempo y espacio o con respecto de elementos o aspectos que no se encuentran en la sala y que pueden generar preguntas al objeto, a sus autores o a los investigadores e indagar las respuestas.
Saber sobre los públicos especiales pueden lograr una experiencia exitosa al tener accesos francos, adecuación de espacios y códigos de lectura y atención personalizada y materiales para ellos. Así, saber cómo las personas se apropian del conocimiento, las diversas formas en que las que aprenden: inteligencias múltiples, inteligencia emocional, inteligencia creativa, inteligencia social, etcétera, posibilitará un mejor acercamiento y acciones efectivas para cada uno de ellos. Además de considerar en un mayor grado los aspectos cualitativos frente a los cuantitativos durante la experiencia del visitante en el museo. De nada nos sirve saber que una tarde acudieron al museo 4000 personas, pero y ¿Cómo se les atendió? ¿Qué experiencias provocamos en ellos? ¿Encontraron opciones acordes a sus intereses y necesidades? Etc.
Evaluar las visitas de una manera sistemática, es fundamental, desde la Planeación se podrá tener la mayor información sobre los conocimientos, ideas previas e intereses de un grupo definido de visitantes; integrar los aspectos afectivos como las emociones, además de saber su identificación con el museo y cuáles son sus expectativas y conceptos erróneos.
Podemos utilizar una estrategia creativa conocida como Empaty Map: para delinear una imagen más clara sobre cada uno de los visitantes. Esta técnica la utilizan muchas empresas para llegar de manera más efectiva a sus consumidores y que en este caso se puede adaptar al contexto del museo. Tomemos en cuenta:
¿Qué escucha nuestro visitante, de sus amigos, pareja, compañeros con respecto al museo? ¿Quién lo influencia realmente? ¿Cómo lo hacen?
¿Qué lo rodea? ¿A qué tipo de ofertas culturales está expuesto? ¿Qué tipo de problemas enfrenta para acceder al museo?
¿Qué emociones expresa la persona sobre el patrimonio? ¿Qué es lo que realmente le importa de la cultura? ¿Cuáles son sus expectativas sobre el museo? ¿Cuáles son sus creencias? ¿Qué le emociona del museo? ¿Cómo es su lenguaje corporal, tono de voz y las palabras que escoge?
¿Qué les podría decir a los demás sobre su experiencia en el museo? ¿Cuál es su actitud? ¿Influencia a alguien?
¿Cuáles son sus principales frustraciones frente a la cultura y el patrimonio? ¿Qué riesgos le preocupan al visitar un museo? ¿Cuáles son sus obstáculos para acceder? ¿De qué tipo son?
¿Qué lo motiva del museo? – ¿Qué es lo que realmente quiere lograr en él? ¿Cómo define el éxito de unavisita? ¿Cómo intenta alcanzarlo?
Los Educadores pueden poner cara y registrar sistemáticamente a los públicos que acuden al museo vislumbrar aquellos potenciales para reconocer sus experiencias y obtener resultados más satisfactorios de su paso por el museo. Queremos así, que los visitantes miren al museo con ojos nuevos, por eso, al estudiarlos desde diversos ángulos se implementan programas de atención dirigidos a públicos concretos, materiales didácticos, publicaciones o espacios educativos más cercanos.
Twitter: @patytorresau
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