En este texto, en exclusiva para Educación Futura, la maestra Alba Martínez Olivé* hace un recuento puntual de las medidas que necesariamente debían ser adoptadas para iniciar el largo proceso de reforma educativa que comenzó en 2012.
Una reforma para la calidad
La Reforma Educativa iniciada en 2013, además de las conocidas modificaciones legales, ha traído el inicio de cambios para la vida de las escuelas. Las decisiones jurídicas que llevaron a adiciones importantes de los artículos constitucionales tercero y setenta y tres, y a la emisión de leyes secundarias, fueron sólo el inicio de la transformación educativa imprescindible.
Estamos ante la presencia de una reforma de indudable carácter educativo. Por primera vez, en el texto constitucional se mandata que, además de laica, gratuita y obligatoria, la educación “será de calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos”. La reforma legal se hace, entonces, para sentar las bases que permitan cumplir efectivamente este mandato.
La educación es el derecho humano fundamental. Su cumplimiento sólo se da en presencia del aprendizaje, por lo que no basta incorporar a los niños a las aulas, se requiere que en ellas se formen para enfrentar, con éxito, los retos de la vida adulta. “Aprender a aprender y aprender a convivir” son hoy los grandes logros que cada alumno debe alcanzar en sus doce años de escolaridad básica.
La Reforma responde al imperativo de la calidad, que sólo es tal, si va acompañada de dos atributos adicionales: inclusión y equidad. Calidad entendida como eficacia en el aprendizaje. Inclusión como la apertura de la escuela a todos, con independencia de sus diferencias individuales, de proveniencia étnica, cultural, religiosa o social. Equidad como la posibilidad real de que, en la escuela, todos, en su diferencia, desarrollen al máximo sus capacidades.
Una reforma estructural
México ha sido un país activo en materia educativa. Los malos resultados de aprendizaje que nos preocupan desde hace años, no han sido resultado de la omisión en ese terreno. Tienen otro origen. Una muestra de esa actividad es la serie de reformas de los últimos cuarenta años. La primera en los 70; la segunda a principios de los 90; reformas parciales ocurrieron entre 2004 y 2006; en tanto, que la denominada Reforma Integral de la Educación Básica tuvo lugar desde 2008 hasta 2011. Dichas reformas, con la excepción de la de los años 90 que realizó también la descentralización de los servicios educativos, estuvieron enfocadas exclusivamente en lo pedagógico, cambiaron planes y programas de estudio, los enfoques de enseñanza, los libros de texto y otros materiales didácticos, e impulsaron actividades de actualización y capacitación de los maestros. La pertinencia de las decisiones tomadas en cada periodo reformista puede ser cuestionada; sin embargo, son muestra del interés por avanzar en la resolución de nuestros problemas educativos.
Al cabo de cuarenta años ¿cuáles han sido los resultados de esas reformas exclusivamente pedagógicas?
Veamos:
a) Los alumnos del tercer grado de secundaria tienen, en 4 de cada 5 casos, un logro de aprendizaje insuficiente o elemental medido a través de ENLACE, tanto en español como en matemáticas. Los resultados de PISA 2012 dejan el mismo sabor amargo: 60% de los jóvenes de 15 años se ubica en los dos niveles inferiores en matemáticas.
b) Las escuelas están descentradas del aprendizaje. Se hallan agobiadas por demandas de diverso orden, ajenas a los procesos pedagógicos; la carga administrativa derivada de dichas exigencias se ha agravado y, de alguna manera, se vuelve primordial porque las autoridades educativas valoran más el cumplimiento formal que los logros en la enseñanza. El tiempo escolar se desperdicia, lo que deja poco espacio al trabajo profundo sobre los contenidos de los planes y programas de estudio. No hay un sistema regular de apoyo a la escuela.
c) Los maestros han sufrido un proceso de desprofesionalización. Ingresan al servicio y progresan en él, no por sus logros profesionales sino por sus lealtades. Han tenido que atender políticas diversas y hasta discordantes en su trayecto laboral. Mientras el discurso de la calidad habla de trabajo colaborativo, el sistema de estímulos, Carrera Magisterial, fomenta el individualismo y la colecta de puntos. Se sienten golpeados y mal juzgados porque, hasta antes de la reforma, enseñar bien o no hacerlo ha sido lo mismo. Todos son, públicamente, medidos con el rasero de los peores, aunque la inmensa mayoría no lo sea.
Estos fenómenos derivan de haber puesto “vino nuevo en odres viejos”, y de asumir, como lo hicieron las reformas anteriores, que lo pedagógico sería suficientemente poderoso como para ordenar de la forma debida los procesos escolares. Las reformas previas cambiaron el vino, pero este se agrió en una estructura vetusta y oscura.
La Reforma Educativa 2013 es muestra de que la lección fue aprendida: los procesos pedagógicos no serán centrales y determinantes de la vida escolar si no se cambian “los odres”, es decir la estructura del sistema educativo mexicano, si no se transforman sus reglas, sus normas y el uso de los recursos.
Esta Reforma comenzó, al inicio de 2013, con una declaración fuerte y clara: el Estado viene a recuperar la rectoría sobre la educación. Eso significa, en primer lugar, recuperar la capacidad de establecer normas y reglas, claras, formales, transparentes, con un sustento jurídico, que propicien los logros necesarios de aprendizaje, para dejar atrás un sistema que se ha movido desde hace décadas en torno a usos y costumbres inapelables.
Recuperar la rectoría del Estado en educación quiere decir, en buena medida aunque no sólo, recuperar la política de personal, y, quizá, la expresión adecuada sea “construir”, por vez primera, una política formal centrada en la capacidad de los docentes de generar aprendizaje en las aulas, es decir, una política profesional, donde el mérito y la capacidad son los únicos referentes de avance y movilidad. De ahí la Ley General del Servicio Profesional Docente.
Para cumplir sus fines de transformación estructural, se ha dotado a la Reforma de cinco herramientas básicas: el “Servicio Profesional Docente”, que pone en valor el logro del aprendizaje por los maestros y genera una carrera profesional en torno de ese fin central; el “Servicio de Asistencia Técnica a la Escuela”, que brindará un apoyo cotidiano a los colectivos docentes para que atiendan con más elementos los retos del aprendizaje de sus alumnos; la “Autonomía escolar”, que coloca a la escuela en el centro del sistema educativo, y da lugar a que maestros y familias tomen decisiones para la mejora de la escuela disponiendo de recursos públicos para su mantenimiento; y el “Sistema de Información y Gestión Educativa” que, entre otras funciones facilitará la descarga administrativa de las escuelas y permitirá el uso transparente de recursos. La quinta es de orden transversal: “la evaluación externa y autónoma del sistema educativo”, tan trascendente que merece también una ley, la del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y que permitirá al conjunto de agentes del sistema disponer de elementos objetivos de valoración para aprender sobre su quehacer y mejorarlo. Estas herramientas se entrelazan y, en la medida en que se avance en el proceso de su construcción, generarán sinergias poderosas que harán posible a los profesores centrar sus afanes, de manera exclusiva, en el aprendizaje de sus alumnos.
Un nuevo modelo educativo para aprender a aprender y a convivir
Sobre la transformación estructural determinada por las leyes, se construirá, a partir de 2014, con la participación social, un nuevo modelo educativo que responda a las necesidades de aprendizaje del siglo XXI, un modelo que dé lugar a que los estudiantes egresen de la escuela básica como ciudadanos capaces de desempeñarse en una sociedad democrática; las escuelas estén concentradas en el logro del aprendizaje y los maestros vuelvan a estar orgullosos de su profesión.
Desde el inicio del ciclo escolar 2013-2014, la SEP ha emprendido un conjunto de acciones **, a nivel de las escuelas, destinadas a colocarlas internamente en condiciones para la mejora. Se ha puesto en marcha un sistema básico que contempla tres prioridades para cada plantel: a) el establecimiento de la normalidad mínima escolar, b) la mejora del aprendizaje de la lectura, la escritura y las matemáticas, y c) el freno al abandono escolar. Para alcanzar dichas metas, se han establecido tres condiciones: a) los consejos técnicos escolares, para dar tiempo y espacio para el encuentro entre docentes y el trabajo colaborativo; b) la revitalización de la función pedagógica de la supervisión escolar, para un apoyo efectivo al quehacer docente; y c) la descarga administrativa con el fin de liberar a los profesores de actividades irrelevantes y ajenas al aprendizaje y la enseñanza.
Perseverar en el establecimiento de estas y otras condiciones para que el espíritu de las leyes educativas pueda florecer en cada plantel, será necesario durante un buen tiempo. De alguna forma, se trata de una acción contracultural, que socava los usos, tan poco favorables para la tarea formativa, establecidos en el sistema educativo. Se trata de que en todas las escuelas mexicanas de educación básica sea posible enseñar y aprender con éxito.
* Profesora de educación básica. Subsecretaria de Educación Básica de la SEP.
** Consultar http://basica.sep.gob.mx