Para David Calderón, por el gusto
Pienso en lo que diría don Pablo Latapí, uno de los más notables estudiosos de la educación en México, a propósito del Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial (CEMABE) y las recientes controversias constitucionales. Aventuro que diría “basta de perder el tiempo” y nos recodaría que, para aprovechar cualquier oportunidad, debemos poner en perspectiva el contexto en el que funciona la educación en México
Latapí dice, en “El derecho a la educación” (2009), que de “poco sirve” que en la Constitución esté plasmado el derecho a la educación, “si los intereses de los que depende que ese derecho se satisfaga actúan, desde hace muchos años, al servicio del poder sindical y de redes políticas clientelares, manejadas en su provecho por los partidos políticos y los gobiernos estatales. La manipulación política del magisterio, los “arreglos” cupulares respecto de su evaluación y capacitación, las restricciones a la participación de los padres de familia en las escuelas, etcétera, interfieren con la norma constitucional que garantiza teóricamente el DE y, en la práctica, la nulifican.”
Así de claro, así de sencillo. El derecho a la educación tendría que analizarse en este marco, dice Latapí, porque “las autoridades federales, responsables últimas de que ese derecho sea eficaz, se sienten “con la espada contra la pared” al tener que enfrentar los poderes fácticos que utilizan la educación para sus intereses.”
¿Cuál es la experiencia de reivindicación de la autoridad frente al SNTE? En “La SEP por dentro” (2006), Pablo Latapí recoge la experiencia de cuatro exsecretarios entre 1992 y 2004, a través de entrevistas en una suerte de género literario-político, a decir del propio Latapí, que muestran en “carne viva”, entre otras cosas, la relación de éstos con el SNTE.
Fernando Solana, titular de 1977 a 1982 y de 1993 a 1994, es el que me parece más interesante porque durante su primer periodo aparece como un secretario de verdad, que con decisión, capacidad e iniciativa pudo hacer avanzar una autoridad educativa devorada en su momento por Carlos Jongitud Barrios.
Solana cuenta que en esa primera experiencia como secretario sus amigos le decían, cuando comenzó a querer trabajar en los estados: “Qué bueno que viniste, pero aquí no tienes nada que hacer. Hay un arreglo con Jongitud (…)” mejor “vamos a cenar con las señoras.” Entonces, en una situación muy parecida a la de hoy, “el secretario dependía del sindicato para manejar cualquier programa, pero eso no quiere decir que manejara el sistema educativo; nadie, en realidad, lo conducía.” ¡NADIE, EN REALIDAD, LO CONDUCÍA!
¿Cómo le hizo? Su estrategia para que el SNTE no le “comiera el mandado” consistió en crear las delegaciones de la SEP e “ir siempre delante de él, anticipar su reacción pero sin darle tiempo a que previera e impidiera lo que íbamos haciendo. Cuando ellos venían, ya íbamos a otro asunto, y a otro. Cuando me atrasé y me alcanzó, el Sindicato ganó. Pero la Secretaría ganó la mayoría de las veces, porque casi siempre iba adelante.”
Parece que hoy, como entonces, de eso de trata, de que la autoridad marque la ruta. Si de algo sirve esta experiencia, es que muestra que con decisión y capacidad sí es posible avanzar. Sobre todo rescato una actitud que quizá resume el viejo refrán: “El valiente vive hasta que el cobarde quiere”. ¿Por qué? Solana reafirma que “mientras México no ajuste cuentas con el corporativismo, no logrará la transparencia y la igualdad propias de una democracia más ilustrada y abierta.” ¿La decisión de limitar en poder del sindicato tiene que ser del presidente?, pregunta Latapí. Solana responde: “la modernización del sindicalismo en México es una decisión y una operación del más alto nivel.”
Qué bueno, ojalá sea hasta el fondo, que el presidente Peña y el secretario Chuayffet asuman el reto de gobernar el sistema educativo y enfrentar la capacidad del SNTE para socavar cualquier política. Latapí explica esa capacidad destructiva de la siguiente forma: control social de sus agremiados, influencia en nombramientos, control de plazas y beneficios, control de las escuelas normales, defensa de delitos, desmanes e irregularidades, impunidad legalmente protegida y oposición a la participación social en educación.
Desmontar ese poder constituye un reto enorme. Prueba de ello es que el gobierno federal ha tenido que interponer controversias constitucionales en contra de Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Sonora por no armonizar sus leyes locales con la reforma educativa del 2013. Sin embargo, esto sólo es la punta del iceberg. De acuerdo con Mexicanos Primero no han cumplido con esta tarea, o la cumplieron a medias, 15 estados de la república. http://tinyurl.com/otn6z9l
El secretario Chuayffet debe tener una estrategia “para ir por delante del SNTE”. No sé si sea a través de las delegaciones (las que sirven para reproducir el status quo tendrían que cambiar), pero es indudable que nuevos botones tendrán que aparecer y ser accionados para que la SEP y el INEE puedan hacer que funcione el aparato, con base en la aplicación estricta de los nuevos cursos de política y en la lógica de garantizar el derecho a la educación.
Por lo pronto está en la cancha de Hacienda comenzar a eliminar “aviadores”, comisionados y difuntos que cobran. Al legislativo le toca redistribuir el presupuesto a partir del próximo presupuesto de egresos. Y a la SEP definir la propuesta, junto con el INEE. La reforma educativa marca tiempos legales que se deben de cumplir; ahí está la oportunidad de que la autoridad se fortalezca en todo el país.
El CEMABE y las controversias constitucionales obligan a pensar en cuánto tiempo hemos perdido, en términos de generaciones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes que simplemente no ejercen o ejercieron su derecho a la educación, de los miles de maestros que durante décadas el Estado abandonó, del desarrollo que México ya no alcanzó.
¿Qué diría Latapí? Que el tiempo de México se agota; el tiempo, un recurso no renovable y el principal activo de ciudadanos y sociedades. “La eternidad se nos acaba, dice Latapí, se vuelve finita y se consume y se extingue en cada niño que se queda sin escuela, en cada generación perdida, en el desperdicio irreversible del tiempo.” (2008)
Ya es hora. Garantizar el derecho a la educación es la oportunidad de iniciar una nueva etapa como país, basada en la igualdad y la lucha contra el abuso y la impunidad. Esa es nuestra esperanza. Una narrativa acorde con el cumplimiento del artículo 1º constitucional.
Publicado en Odisea global