En un contexto socioeconómico liberal y dominado por las leyes del mercado, la educación superior debe resistir de un modo estoico las tentaciones de equipararse a un bien de mercado. Actualmente en México existen, según el portal de información Universitaria Universia, 1.144 universidades públicas (entidades encargadas de la educación superior a niveles estatales y federales) al tiempo que se calculan 2.022 (entidades uniplantel o multiplanteles en diversas partes de la República), valores estimados ya que no existe un registro formal y actualizado a la fecha. En esta basta cantidad de universidad generalizar es caer en el error más sencillo. Aunque podemos establecer ciertas líneas de análisis, siendo tarea de la persona lectora extraer sus conclusiones.
En este artículo, expondremos una cuestión básica: ¿qué está pasando en la Universidad a vista de pájaro?
Desde la perspectiva teatral, una obra se compone de actores principales, secundarios y figurantes que se reparten el peso de la acción con protagonismo, antagonismos, colaboraciones, complicidades, testimonios. Pero las obras de teatro para ser exitosas necesitan, además de lo propio del gremio, un lugar de representación y un público compuesto de espectadores diversos que se congregan para el deleite.
Así la Universidad tiene un alumnado, un claustro docente, un equipo administrativo y de servicio. En un enfoque pedagógico tradicional; el alumnado sería el público que paga su boleto y acude pasivo o activo a la función que se le presenta, el claustro son los actores con diversos talentos y papeles que realizar y, por último, el personal de servicio y administración se asemeja a taquilleros, acomodadores, vendedores de bebidas, revisores de boletos, etc.
Llegados a este momento liberal, donde todo es espectáculo y cada escenario se anuncia con más voltios de neón y eslóganes más provocadores de deseo en un mercado atrofiado de títulos, las Universidades tentadas a entrar en el juego comercial reinventan la función. ¿Cómo? Con las nuevas formas pseudopedagógicas, donde los roles se confunden en un azar de falsa suerte e intención dominado por los juegos de poder, intereses y, finalmente, la empresa.
Así, por ejemplo, las alumnas y los alumnos forman parte del elenco y actúan en una pieza de marketing del capital humano. No importa que el alumnado exhiba una caja de música de cartón-piedra desafinada, pues sonará con mayor volumen una música celestial accionada por la propaganda. Y si le prosigue una compañera con ideas de cambio emancipador, un rotundo aplauso agitado por el animador de público que ordenará callar a tiempo (con la paradoja). Porque no importa ni el producto ni el proceso de aprendizaje, sino el redito de la imagen que se propaga.
Por último, ¿cuál es el papel de los docentes en este escenario? Tienen el rol de auxiliar al mago para mantener la ilusión del espectador sin revelar los secretos de los trucos, ayudar a los voluntarios que se prestan para subir al escenario a formar parte de la magia y esperar la oportunidad de saltar como espontáneo con sueños de David Copperfield.
En definitiva, como cantaba el genio Queen: Show must go on (El espectáculo debe continuar).
Francisco Javier Lozano Díaz. Psicopedagogo. epedagogo@franlozano.es http://www.franlozano.es