Ramón Salaberria
En los primeros tiempos de los años noventa la revista Educación y Biblioteca se planteaba ensanchar el término lectura. Observaba que la lectura era asimilada a leer un libro (no un periódico, no un comic, por ejemplo) y, más en concreto, a leer un libro literario, un libro de ficción. Con ese objetivo comenzó a publicar artículos y dossieres sobre el hipertexto o el documento sonoro en la biblioteca, por ejemplo. En ese momento el libro infantil, un tipo de libro al que la revista prestaba mucha atención, se remitía casi en exclusiva al cuento y la novela, las rimas y leyendas. Se vio la necesidad de adentrarse en un territorio hasta entonces casi inexplorado, el del libro informativo y de divulgación destinado a los niños y adolescentes, y Ana Garralón fue designada como intrépida exploradora. Durante más de diez años fue publicando artículos que acercaban a los lectores de la revista (en su mayor parte, bibliotecarios públicos y escolares) las características tan particulares de esos libros[i] y hasta el momento actual sigue impartiendo talleres sobre el tema con docentes, bibliotecarios, padres u otros intermediarios de la lectura. Estos talleres y conferencias muchas veces han tenido lugar en países latinoamericanos, lo que le ha permitido conocer en mayor profundidad la edición infantil en ellos.
Fruto de esta larga experiencia es el libro Leer y saber: los libros informativos para niños que pretende “abrir un nuevo foco de discusión sobre lo que es ser lector en la actualidad y cómo podemos ayudar a los niños a ampliar sus lecturas y competencias. También apoyar a los mediadores ofreciéndoles herramientas de trabajo”.[ii]
El libro informativo infantil, afortunadamente para los que, como la autora, ligan conocimiento con curiosidad y autoaprendizaje, ha crecido en producción y difusión en estos veinte últimos años. Por sus complejas características requieren más esfuerzo para seleccionarlos, para conocer su producción y recomendarlos. Por lo general, en su elaboración intervienen equipos profesionales (divulgadores, periodistas, científicos, fotógrafos, ilustradores, diseñadores, ingenieros del papel, etc.) y su presentación, su diagramación, pueden ser muy sofisticadas. La misma tipografía es utilizada para discriminar los diversos niveles de lectura: el título, el párrafo introductorio al tema, los párrafos con letra más pequeña, los textos que explican las imágenes. Cuentan por lo general con índices, bibliografía, glosario. En fin, libros concebidos como artefactos que necesitan de unas pautas para su mejor selección, su mejor promoción entre niños y niñas. Es lo que ofrece este muy útil libro que, a partir de múltiples referencias de los libros ya existentes en el mercado, analiza la organización de los contenidos, la imagen (usos y abusos de la fotografía, por ejemplo), el texto y da pautas para usar los libros en contextos educativos y familiares. Pero el libro no es un recetario. A lo largo de su exposición Ana Garralón ofrece no sólo respuestas sino que genera no pocas preguntas, como no podía ser de otro modo en un tipo de libro que en muchas ocasiones se adentra en los métodos del descubrimiento científico.
En fin, un valioso libro que proporciona elementos para el trabajo de bibliotecarios, maestros, padres y madres, que no se conforman con asimilar obligatoriamente lectura con lectura de un libro de ficción.
Ana Garralón, Leer y saber: los libros informativos para niños, Madrid: Tarambana Libros, 2013.
[i] Ana Garralón imparte con www.consejopuebladelectura.org un Diplomado en Línea certificado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP): “Libros informativos: El mundo en tus manos” con el respaldo de Fundación SM, OEI, FGSR (librosinformativos@gmail.com)
[ii] En México el libro es distribuido por Alejandro Portilla (editorconsultor@gmail.com)