Sylvie Didou Aupetit*
Redes y asociaciones han convocado a las mujeres a no participar en la vida pública del país, el 9 de marzo 2020, absteniéndose de ocupar sus puestos de trabajo y de efectuar las tareas de las que suelen encargarse, dentro y fuera del espacio doméstico. Esa jornada de protesta social, además de dar continuidad a la movilización para que cese la violencia en contra de las mujeres, inmediatamente después de las marchas del Día internacional de las mujeres (8 de marzo), tiene como objetivo evidenciar el rol que desempeñan en la vida pública y productiva del país.
Por la novedad de esa movilización, es difícil augurar cuántas mujeres participarán en ella. Lo que sí es evidente es su éxito mediático. Los comentarios, esencialmente favorables, han abundado. Fuera de los reflectores, los ciudadanos, independientemente de su género y de su opinión sobre ese llamado, están organizándose para hacer frente a sus repercusiones y cumplir sus propósitos, si adhieren a ellos. Se vislumbra en efecto que sus impactos serán notorios, sobre todo en ámbitos laborales feminizados, como el educativo. En ausencia de las mujeres ¿Quiénes y cómo proveer los servicios de atención a la población que ellas son, en gran parte, responsables de suministrar? no es un interrogante menor.
En una escuela primaria, privada y de tipo “progresista”, de la que estoy cercana por cuestiones personales, se fue intensificando, en los pasados días, dos discusiones interesantes, entre, por una parte, las familias y la directora de la escuela y, por la otra, entre los propios padres y madres. Los primeros mensajes electrónicos, recibidos hace unos días de padres y madres promotores del 9 de marzo, solicitaban enviar ese día a la escuela sólo a los niños, como estrategia de sensibilización para todos los alumnos. Se incrementó el intercambio de opiniones cuando la directora avisó que la escuela no abriría ese día. Su argumento era que, debido a que las maestras y el personal de intendencia y administrativo apoyarían el paro, la escuela carecía de medios para cumplir con los criterios de seguridad de la Secretaria de Educación Pública (SEP). Peticiones y propuestas de solución están actualmente circulando (por ejemplo, que padres voluntarios y maestros contratados regularmente por la escuela colaboren para atender a los infantes) pero, por ahora, no hay visos de una salida al problema de “quienes se ocupan de los niños” que sea equitativa y satisfactoria para una mayoría de los involucrados.
En lo personal, me parecen justificado el señalamiento de las madres que participan en el paro de no hacerse cargo de sus hijos conforme con los fines perseguidos, incuestionable el derecho del personal de las escuelas en apoyar la iniciativa y legitimo el compromiso de la directora por asegurar la seguridad de los pequeños. A la par, es necesario anticipar que no todas las mujeres se sumarán al 9 de marzo, por las razones que sean, y que confían en que sus niños y niñas ingresen “normalmente” a sus escuelas, en el horario estándar, el próximo lunes.
¿Qué ocurrirá ese día? No lo sabemos. El 26 de febrero, el Secretario del Ramo pidió que docentes y administrativas que decidiesen no acudir a las escuelas el 9 de marzo, lo informen a más tardar hoy, 2 de marzo. Los invitó a realizar un “paro activo”, asistiendo a los establecimientos y sensibilizando a sus alumnos como alternativa a no presentarse. Algunas secretarias estatales de educación (Guanajuato, Baja California Sur, Puebla) anunciaron que, en esa ocasión, las ausencias del personal no estarán registradas como inasistencias, otras (Nuevo León) que no habrá escuela. En vísperas de que se cumpla el plazo para la notificación, ignoramos cómo la SEP prevé resolver las distintas situaciones acarreadas por el paro nacional. ¿Decretará un cierre preventivo de las escuelas, dificultando calcular el número de mujeres involucradas en el paro, en el sector educativo? ¿Garantizará el funcionamiento de espacios de atención a alumnos, designando por ejemplo establecimientos huéspedes por barrio, que concentren a los profesores varones para que reciban a los niños?
El escenario que se perfila es inédito pero no imprevisto. Plantea retos organizacionales a los que conviene adelantarse, para evitar ahondar diferencias entre simpatizantes y opositores a “Un día sin nosotras”. Programar respuestas respetuosas, pero institucionalizadas, ante sus impactos es, por lo tanto, imperativo y urgente, más allá de los arreglos interpersonales y de las solidaridades colectivas o intergeneracionales para cuidar a quienes así lo requieren.
*Investigadora del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional