Insisto que Rosas Aispuro tiene una oportunidad de poner algo de orden en el caos en la Universidad Juárez del Estado de Durango.
Un coterráneo amigo mío, escribió a mi buzón para comentar mi editorial del miércoles pasado. Otros dos paisanos lo hicieron en el blog deExcélsior. Agradezco sus aportaciones. Me ayudan a ensanchar mi entendimiento de lo que sucede en la Universidad Juárez del Estado de Durango.
Mi amigo, Memo Rodríguez, recordó la historia de intentos fallidos para reformar la Ley Orgánica de la UJED desde los años 70. A fin de cuentas, ni los rectores en turno ni los gobernadores querían arriesgar nada y el asunto se estancó. Memoplanteó un recorrido interesante con nombres y fechas aproximadas, pero el espacio no da para reproducir su saber.
Complemento: hubo un cambio importante. En 1974, el gobernador Héctor Mayagoitia ordenó al congreso local que reformara dos artículos de la ley para quitarle al gobernador la facultad de designar al rector de una terna que le proponía el Consejo Universitario. Le transfirió esa facultad al órgano interno. Pero, como reseñé en mi artículo del miércoles, se instituyó una aberración.
No hubo más cambios hasta que llegó Jorge Herrera Caldera y la reformó en septiembre y octubre de 2010; pero nada más para dar un golpe de mano, deshacerse de quien consideraba su enemigo y poner a su hermano Antoniocomo rector de facto.
Oscar Martínez me indicó que, en la reforma de octubre, se extendió la representación de estudiantes y trabajadores; según él, cada sector tiene 100. Revisé el punto y es un representante por cada 100 alumnos y otro por cada 100 empleados administrativos. Lo que da unos 200 estudiantes y casi 100 trabajadores. El alumnado, bajo el control de la Federación de estudiantes y los administrativos, propuestos por el sindicato. El gobierno controlaba ambos grupos.
Palmira Maldonado debate mis puntos. Ella es la dirigente del sindicato minoritario de maestros y representó un papel de liderazgo en el comité de defensa de la autonomía. En mayo pasado, su sindicato forzó al rector, Erasmo Návar, a establecer una Comisión de Transición para remover a ciertas personas de puestos directivos y preparar la elección de rector para este año. Pero el sindicato mayoritario se opuso y el convenio se vino abajo. Palmira sugiere que el rector no tiene legitimidad para dirigir la a la UJED. Sospecho que ella tampoco la tiene para forzar elecciones anticipadas.
De cualquier manera, la maniobra sirvió para deshacerse del secretario general anterior, Eduardo Herrera, quien es primo del exgobernador. La nueva secretaria general, María de Lourdes Nápoles Orrante, entró como factor de equilibrio entre los grupos contendientes.
Mis fuentes cavilan que al gobernador ya se le fue el plazo de mandar iniciativas; hoy quiere evitar el conflicto. Pienso que los tiempos no están para “nadar de muertito”. Insisto que Rosas Aispuro tiene una oportunidad de poner algo de orden en el caos y convocar a los universitarios para que hagan propuestas para una nueva ley orgánica que sea el pilar de la modernización de la UJED. Es más, las campañas por la presidencia —que serán estridentes— le pueden ofrecer un escudo para aplicarse al trabajo doméstico. Tiene el potencial de dejar un legado útil.
Otro de mis corresponsales se extrañó porque en mis artículos no me ocupo mucho de la educación superior. Tiene razón, no es mi campo. Pero soy de Durango e hice mis estudios en la UJED. Lo que le pasa me duele. Como también me lastima el revoltijo que se avecina en mi casa abierta al tiempo.
La Junta Directiva ya dio nombres de los 12 candidatos que aspiran a la rectoría general. El grupo dirigente quiere repetir. El secretario general, Norberto Manjarrez, es el candidato que representa la continuidad. Los otros prometen cambios. El miércoles 28 publicaré en Excélsior mi opinión.