Octavio Vladimir Patlan Vázquez en un mensaje a mi correo personal comenta mi pieza de la semana pasada y reprocha sin ofensas ni palabras vanas mi postura crítica sobre la política educativa del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Percibo que simpatiza con la Cuarta Transformación, mas no lo contemplo un exaltado.
Tras breves introducciones enmarcadas en la política de la 4T y las perspectivas electorales, me hace dos preguntas: “¿por qué no es facultad del Estado llevar una política educativa congruente con su propia visión política y social?”, “¿ve usted alguna bondad en los discursos antihegemónicos vigentes?”
Nunca he dicho que el Estado no tenga facultades para ejercer la política educativa, al contrario, es su obligación. Con lo que estoy en desacuerdo es con la visión social del gobierno de AMLO y la política educativa enmarcada en la Nueva escuela mexicana, en especial por sus posibles consecuencias.
No soy un crítico radical, no pienso que todo lo que proponen la Secretaría de Educación Pública y su funcionariado tenga intenciones perversas, aunque sí —y eso es evidente en las arengas de la secretaria Leticia Ramírez Amaya y Marx Arriaga, el director general de Materiales Educativos y principal promotor del nuevo plan y marco curricular— considero que hay exceso de improvisación y mucho peso de la ideología.
Con todo y que cualquier cambio en la política educativa nunca es un fiasco definitivo, discurro que los postulados sustanciales de la NEM, en la versión presente, no en la que abanderaba Esteban Moctezuma Barragán, no se implantará ni tendrá consecuencias profundas en la estructura del sistema educativo mexicano, aunque pueda causar daños.
Expongo en tres tesis mi escepticismo, al tiempo ofrezco respuesta a las preguntas de Octavio Vladimir.
- Hegemonía cultural. Todo currículo, más el del conocimiento oficial, tiene como uno de sus fines consolidar la hegemonía cultural del grupo gobernante; hoy es a escala global. La NEM plantea un nuevo conocimiento oficial y un cambio radical en la forma de enseñar. En todo el mundo los gobernantes exponen que se busca beneficiar a la nación, a sus comunidades y a los ciudadanos (o individuos en regímenes dictatoriales). Hay un sentido de unidad de la nación conforme a objetivos comunes.
El proyecto de la 4T es polarizador. Pretende que los alumnos aprendan de los saberes de las comunidades y desplaza al salón de clases como el espacio para la enseñanza y el aprendizaje. Divide al mundo en explotados y explotadores y desprecia al conocimiento abstracto (matemáticas) y el lenguaje correcto.
- Narrativa antineoliberal. No advierto en las apuestas de la NEM un discurso antihegemónico; sí arengas en contra del neoliberalismo y del pasado de la educación mexicana; un desprecio por el mestizo para elevar en la retórica a los pueblos originarios y afromexicanos. Sin embargo, al insistir que deben aprender y reproducir los saberes de sus comunidades, los empuja a que sigan siendo pobres y marginados, al margen del conocimiento universal.
- Reflexión y tiempo. Modificar las estructuras profundas del sistema escolar demanda pensamiento profundo, buscar consenso entre actores que muchas veces tienen visiones divergentes y defienden intereses contrapuestos. Además, las instituciones tienen rutinas, haceres burocráticos y dispositivos de defensa de sus tradiciones. Las instituciones robustas, como el sistema educativo, sí cambian, pero lo hacen muy lento, con avances pausados y, a veces, retrocesos irremediables. Esto último, cavilo, es lo que pasará con la NEM. El sexenio se agota.
Sé que estas respuesta son insuficientes, pero es lo que regala el espacio periodístico. Agradezco a Octavio Vladimir su lectura atenta y su crítica amable.