No hay fecha que no se cumpla, y se aproxima la llegada de Delfina Gómez a la titularidad de la SEP. ¿Cuáles son los retos que le toca abordar sin mayor dilación a la nueva secretaria?
El primero y principal, sin duda, es el regreso seguro y oportuno a clases. Se pudo afirmar con verdad que nadie estaba preparado para el cierre de aulas; de lo que ya no queda margen es sostener que no estaremos preparados para su apertura gradual, ordenada y cuidadosa.
La transición entre el equipo del saliente Moctezuma y los colaboradores de la entrante Gómez debe verse como una oportunidad de dar un paso adelante. Poner ya toda la creatividad y el foco, la energía y el entusiasmo del relevo, no en hacer más de lo mismo, sino en hacer despegar fuerte la agenda hacia la fase de reactivación y reconexión, hacia el último trimestre y un nuevo ciclo con esperanzas verdaderas, y no arrastrar los pies en la pasiva espera de un “verde” que, cuando llegue, nos tome sin haber resuelto los pendientes.
Así como es insensato abrir todo y ya ahora, es insensato –y profundamente irresponsable con niñas y niños– no abrir nada, ni en perspectiva de mediano plazo. El deterioro afectivo y cognitivo del encierro toma su cuota sobre toda la generación joven, pero especialmente sobre la primera infancia y sobre los adolescentes para terminar secundaria o en bachillerato, y sesgadamente en contra de los tradicionalmente marginados: lo más pobres, indígenas, migrantes.
Los llamados de la cabeza internacional de UNICEF y de multitud de acreditados grupos de activistas y especialistas para hallar soluciones intermedias deben considerarse, sin pretextos y sin mayor dilación. Ya no cabe la perspectiva de un fatídico “Aprende en Casa IV” que significará apenas unos ajustes aquí y allá a la mejora marginal de producción de lecciones para ser televisadas. Se agradece el ingente esfuerzo empeñado, pero el rendimiento es decreciente, y volver permanente una solución emergente cristaliza la limitación.
Si Campeche se enfila a tener actividades presenciales, aunque acotadas, ya en pocas semanas y siguen, como es deseable, otros estados, es crucial tener resueltas cuestiones que pueden ser muy elementales, pero resultan imprescindibles para hacer realidad el famoso modelo híbrido, que no hay que imaginárselo sofisticado, caro y escandinavo, sino sensato en cuanto a combinar actividades a distancia y momentos presenciales.
Vacunar a las y los maestros, por supuesto, y a todo el personal escolar, pero también prever las sustituciones para los profesores de riesgo agravado por diabetes o padecimientos respiratorios. Asegurar agua en esos uno de cada cuatro planteles que no pueden tenerla (o hasta 43 por ciento, si consideramos las que tienen flujo intermitente), asegurar que hay los insumos de sanitización (jabón, alcohol, enseres, cubrebocas) con fondos de La Escuela es Nuestra; además tener vigente el marco normativo para la flexibilidad local de cuándo y cómo abrir, y los esquemas de escalonamiento que mejor sirvan a cada comunidad de aprendizaje.
¿Se comienza con asesorías individuales y cuándo pasamos a asistencia de una vez por semana? ¿Dos días la mitad de los alumnos, miércoles para sanitizar y otros dos con la otra mitad? No se puede responder con la misma receta para 244 mil escuelas de diversidad vertiginosa; hay que calcular con tino el riesgo, y minimizarlo según el contexto.
Por supuesto, pendiente para la maestra Delfina es la formación docente para lo socioemocional, pues la reconexión grupal, la empatía, pasar el duelo y reenfocarse no se va a lograr con un discurso de media hora que se pase por video. Requiere que se ponga con toda anticipación los recursos en mano de las y los docentes, y que ensayen una secuencia para conjuntar, tranquilizar, motivar y canalizar.
Ni qué decir del aprendizaje. Vamos a ir regresando con tremendas lagunas y rezagos, y la solución no es entonces recetar el doble, atiborrar de contenidos para “recuperar el temario”. Es hora de la congruencia pedagógica, y que los docentes se concentren desde ahora a familiarizarse con una evaluación diagnóstica –que ya la SEP tiene– para ver cómo ajustar su intervención, con claridad sobre aprendizajes esenciales que son derecho de niñas y niñas –que, de nuevo, ya la SEP tiene definidos pero no publicados– y ocupar el tiempo acotado de la presencia escalonada para irlo consolidando, dejando en segundo plano el plan y programa, pues es momento de recuperar, de nivelar, de remediar en lo que necesitan y quieren para su desarrollo las y los estudiantes.
Que esta transición signifique aceleración y no retraso; que represente esperanza y no espera; que traiga contundencia y pasos firmes. Transitar es pasar a algo más, evolucionar. Ya urge dar señales de la etapa que viene.