Con la implementación de la Reforma Educativa, las autoridades insistieron, una y otra vez, que las Normales no desaparecerían, sino que sólo se transformarían y modernizarían. Al pasar el tiempo, este discurso se ha desvanecido a la luz de hechos tales como el desplome de la población estudiantil normalista en los últimos años. Recientemente, el Secretario de Educación, Aurelio Nuño Mayer, ha anunciado una estrategia para fortalecer las Escuelas Normales en busca de prepararlas para la implementación del Modelo Educativo presentado a finales de 2016. Lo mencionado en este plan, además de lo establecido en el mismo Modelo Educativo, deja entrever diversos desafíos para las Escuelas Normales que, de no ser superados, algunos de ellos pudieran significar la posible extinción de estas notables instituciones.
A raíz de lo establecido en los próximos documentos rectores de la Educación Básica y de las estrategias anunciadas por Nuño para fortalecer a las Normales, se visulmbran dos retos importantes para estas instituciones: el primero se refiere a revertir la pérdida de estudiantes en las Normales producto de la apertura del servicio magisterial a los universitarios; el segundo, se refiere a los riesgos que implica la implementación de mecanismos de evaluación para el ingreso y la promoción, cuando gran parte de la planta docente normalista no forma de contrato por basificación.
Sin lugar a dudas, uno de los retos de las Escuelas Normales es revertir la tendencia a la baja en su matrícula. Tan solo en cuatro años del gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2016), la matrícula normalista ha decrecido más de una cuarta parte (28.5%), al pasar de 131,025 alumnos al inicio del sexenio, a 93,766 estudiantes en 2016. La situación anterior es motivada por diversos factores entre los que destacan el cierre premeditado de espacios por parte de las autoridades educativas (véanse los casos recientes de lucha de diversas Normales Rurales), hasta el linchamiento mediático de la figura del profesor, la precarización de la docencia a partir de la Reforma Educativa (condiciones de ingreso, permanencia y promoción más exigentes a cambio de la misma retribución económica, despidos “sin responsabilidad alguna para la autoridad educativa”, etc.) o el constante deterioro del poder adquisitivo de los profesores (basta recordar el raquítico aumento salarial conseguido por el SNTE ante el gobierno, el cual ni siquiera alcanza para hacer frente a la inflación del año en curso). Los elementos señalados anteriormente han mermado el interés de los egresados de bachillerato por formarse como profesores.
Aunado a lo ya mencionado, se encuentra un hecho clave enunciado en el Modelo Educativo para la Educación Obligatoria. Educar para la libertad y la creatividad: “por primera vez el sector [educativo] se abre a profesionistas con vocación docente, pero con una formación universitaria diversa” (SEP, 2017, p. 140). Esto, evidentemente, pone en una situación de desventaja considerable a las Escuelas Normales ante el resto de las Instituciones de Educación Superior. Así pues, las Universidades no sólo ofrecerán a sus estudiantes la posibilidad de ejercer en el campo laboral para el que fueron formados, sino, además, en el magisterio. En contraste, las Escuelas Normales sólo podrán ofertar a sus estudiantes la posibilidad de ejercer en el campo educativo. Mientras, para desempeñar la misma labor, a los universitarios les bastará con tener un perfil afín, los normalistas contarán con un perfil especializado. Así pues, aquellos que tengan en mente cursar una carrera normalista quizá sean disuadidos al considerar que estudiarán durante cuatro años para dedicarse a algo que para los universitarios representará, quizá, un plato de segunda mesa. El hecho mencionado al inicio del párrafo supone, además, por parte de las autoridades, un evidente desprecio de las habilidades pedagógicas en aras de favorecer los conocimientos disciplinares.
Para los docentes de las Escuelas Normales, existe otro riesgo importante además de la pérdida de alumnos: la implementación de mecanismos de evaluación para el ingreso al servicio de este tipo de instituciones. En el ciclo escolar 2016-2017, según cifras del SIBEN (Sistema de Información Básica de la Educación Normal), sólo 58.9% de los docentes normalistas del país estaban basificados. El problema anterior se acentúa en entidades como Guanajuato (20.7%), Colima (25.2%) y Yucatán (29.9%), en las cuales ni siquiera puede decirse que uno de cada tres docentes está basificado. De este modo, al igual que como ya sucedió en Educación Básica desde hace tres años, se generará una incertidumbre laboral motivada por el hecho de ver ofertado un puesto de trabajo que ha sido cubierto por años. Además, la carencia de personal docente basificado sin duda pudiera representar una condición propicia para que las Normales sean desmanteladas en un futuro no tan lejano y continuar con la inercia a la baja en cuanto al volumen de estas instituciones.
En suma, el panorama a corto plazo para las Normales es bastante complicado. No basta, como supone el nuevo Modelo Educativo, que las Escuelas Normales sean vistas “como escuelas sólidas, con infraestructura adecuada, maestros preparados, ambientes propicios para el aprendizaje, y programas de estudio pertinentes” (SEP, 2017, p. 141) para su revitalización y consolidación a futuro. Por más esfuerzos que se hagan al interior de estas instituciones centenarias, mientras la docencia siga deteriorándose social y económicamente, difícilmente las carreras normalistas serán una opción atractiva para la juventud mexicana. Mientras las autoridades educativas sigan haciendo creer que el mérito de un docente se reduce a su desempeño en un examen, cualquier institución se jactará de formar profesores, desvalorizando entonces la función de las Escuelas Normales. Así pues, los retos de estas instituciones no se limitan a sus propios muros, sino que abarcan un horizonte mucho más amplio: implican no sólo resolver sus problemas internos (laborales, profesionales, administrativos, académicos, etc.), sino sumarse a la lucha por la dignificación de la figura del docente. Si el normalismo sigue viendo pasivamente cómo el gobierno maltrata al docente, terminará cavando su propia tumba al lado de la de esta trascendental profesión.
*Docente colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.) y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
REFERENCIAS:
SEP. Modelo Educativo para la Educación Obligatoria. México: SEP, 2017.
SEP. Sistema de Información Básica de la Educación Normal. (Disponible en:www.siben.sep.gob.mx).