Miguel Casillas
Puede ser que esta semana que comienza sea el inicio de un gran movimiento que reivindique las libertades en las escuelas, trastoque la vieja cultura escolar, rígida y anticuada, y favorezca el respeto a los derechos humanos.
Con motivo del inicio del ciclo escolar, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, que es el órgano de Estado creado por la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (LFPED) desde 2003, emitió el boletín 027/2022 respecto al cabello largo y pintado de colores por parte de los estudiantes de todos los niveles educativos. Accesible desde http://www.conapred.org.mx/index.php?contenido=boletin&id=1455&id_opcion=103&op=213 El boletín sostiene como actos discriminatorios algunas restricciones escolares: “El Conapred detalló que las y los jóvenes durante las clases a distancia decidieron dejarse crecer su cabello o pintárselo de algún color distinto, por lo que, con el regreso a las clases presenciales se han presentado restricciones a sus derechos motivadas por su apariencia física, en ocasiones impidiendo el ingreso, permanencia y egreso de las escuelas”.
En efecto, el CONAPRED sostiene que se discrimina por la apariencia física cuando se imponen criterios arbitrarios sobre el uso del cabello, su color y en general sobre el uso del cuerpo. Propone estas definiciones fundamentales que profesores y funcionarios escolares deberían tener muy presentes:
“Discriminar: Es el hecho jurídico ilícito cometido por personas físicas o morales particulares, autoridades, personas servidoras públicas, dependencias o cualquier entidad de los poderes públicos, sean federales, del Distrito Federal, estatales o municipales, con intención o sin ella, por acción u omisión, sin motivo o causa que sea racionalmente justificable, que tenga por objeto o produzca el efecto de negar, excluir, distinguir, menoscabar, impedir o restringir alguno o algunos de los derechos fundamentales de las personas, minorías, grupos, colectivos u otros análogos, por los motivos que se relacionan en el tercer párrafo, del artículo 1º constitucional, en los tratados internacionales de los que México sea parte, en el artículo 4º de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación o en cualquiera otra”.
“Discriminación: Es la negación, exclusión, distinción, menoscabo, impedimento o restricción de alguno o algunos de los derechos fundamentales de las personas, minorías, grupos, colectivos u otros análogos, por la comisión de hechos jurídicos ilícitos realizados por personas físicas o morales particulares, autoridades, personas servidoras públicas, dependencias o cualquier entidad de los poderes públicos federales, del Distrito Federal, estatales o municipales, con intención o sin ella, por acción u omisión, sin motivo o causa que sea racionalmente justificable, por motivo de su origen étnico, nacional, lengua, sexo, género, identidad indígena, identidad de género, expresión de rol de género, edad, discapacidades, condición jurídica, social o económica, apariencia física, condiciones de salud, características genéticas, embarazo, religión, opiniones políticas, académicas o filosóficas, identidad o filiación política, preferencias sexuales, estado civil, semitismo, arabismo, islamismo o cualquiera otra análoga prevista en las leyes”.
La defensa de los derechos humanos y la lucha contra la discriminación es un proceso que nos involucra a todos en todos los espacios sociales. La escuela es un lugar prioritario de ser reformado pues en sus interacciones, en sus objetivos y en su cultura son frecuentes los actos de discriminación.
La reforma de la escuela impulsada por la defensa de los derechos humanos exige cambios profundos en la cultura escolar, en sus viejas costumbres, símbolos, referentes. También es necesario el cambio de sus reglamentos y dispositivos normativos y procedimentales; del currículum oculto y de los propósitos de transmisión cultural.
Se trata de una reforma que viene de fuera, del campo politico y jurídico, de las convenciones internacionales, del largo peregrinar de nuestras sociedades en contra del racismo y la discriminación, por la defensa de los derechos humanos, por el respeto y valoración de la diversidad. No es un cambio que provenga de la propia escuela, ni de sus movimientos ni de sus organizaciones sindicales o profesionales; tampoco es un cambio que provenga como resultado de la reforma educativa o de las escuelas normales; no estamos ante un cambio de paradigma en la enseñanza o la pedagogía: se trata de hacer valer los derechos humanos en un entorno profundamente conservador.
Durante decenios, la ideología que sustentó la escuela ha sido la de la homogenidad cultural, de la estandarización, de la imposición de una arbitrariedad cultural, en un acto de violencia simbólica que establece determinadas reglas y convenciones, como si fueran las únicas y válidas para todos. En la escuela se imponen prejuicios y se reproducen estereotipos sociales. Uno de los principales símbolos de la estandarización cultural que se realiza en las escuelas ha sido la imposicón de una vestimenta y de un modo de llevar el cuerpo. La escuela republicana impuso uniformes, vestimentas homogéneas, muchas veces ridículas como el uso de corbatas, chalecos, gorras y accesorios. En alguna época los uniformes escolares parecían uniformes militares. El corte del cabello, el uso de accesorios en el cuerpo(aretes, percings), tatuajes, el tipo de zapatos, pantalones, suéteres, gorras, el largo de las faldas, todo está regulado en las escuelas y ha llegado la hora de confrontarlo.
En efecto, desmontar los actos discriminatorios y las concepciones que los sostienen forman parte de un cambio civilizatorio que debe ocurrir en las escuelas.
Ojalá y este lunes las escuelas sean un espacio multicolor en el que niños y jóvenes confronten la vieja cultura escolar y exijan un cambio a favor de la libertad, del respeto y la valoración de la diversidad.