Miguel Angel Pérez Reynoso
El reciente anuncio de la propuesta curricular 2022, de la cual se desprende el diseño de planes y programas y estudio de la educación básica, media superior y de educación Normal; se ha enfrascado en un debate político e ideológico. Se le acusa de que sus finalidades son las de adoctrinar no educar y de que tiene la mirada puesta en un pasado que ya se canceló en nuestro país.
El debate sin embargo como suele pasar es desigual y desproporcionado, de hecho, los mismos diseñadores de esta propuesta 2022 han afirmado que todo lo anterior había estado al servicio del neoliberalismo y del desarrollo de capital humano que colocaba a los sujetos al servicio del gran capital transnacional.
Desde mi modesta perspectiva, puedo decir que no todo lo que se había generado antes estuvo al servicio del neoliberalismo, ni tampoco lo que se propone como nuevo tiene una clara visión innovadora al servicio de la comunidad como se afirma.
Hay una serie de matices que es necesario cuidar y en última instancia, el debate a partir del diseño curricular real lo hacen las y los docentes desde la práctica que realizan, es el espacio del aula de clases, en donde se concretan intenciones, contenidos, mensajes cifrados, consignas políticas, lo que Gimeno Sacristán le llama el curriculum real etc.
La historia de la educación en nuestro país que corre a todo lo largo del siglo XX, junto con los años que llevamos del presente siglo, es una serie de contribuciones en el terreno de las ideas políticas, ideologías e ideas pedagógicas a todo lo largo del territorio nacional en todos los niveles educativos, etc. Recuérdese que durante la década de los treinta del siglo pasado (ya se cumplen 100 años), con la reforma al artículo 3ª constitucional que impulsó el presidente Lázaro Cárdenas, se incorporó la palabra socialista a la educación a partir de su inserción -como ya se dijo- en la constitución. Muchas y muchos docentes de la época tomaron muy en serio ese ideal, y lucharon tanto dentro como fuera de la escuela en contra del fanatismo y del dogmatismo religioso y de todo tipo.
Sin embargo, la historia de las reformas y el avance educativo se da mas bien, por debajo de los escaparates y de las cúpulas políticas. Son las y los maestros a partir de la práctica que realizan todos los días, quienes generan o imprimen de facto las distintas iniciativas de reforma. En ello tenemos que una cosa es lo que sucede arriba en los espacios de poder, ahí pasan declaraciones decretos y otra muy distinta es lo que se teje abajo en la vida cotidiana escolar, es en este segundo espacio en donde se concretizan y cobran sentido las reformas educativas.
En todo ello a partir de un recuento rápido es posible decir que: ni la educación se moderniza con Carlos Salinas, ni tampoco, tuvimos escuelas de calidad con Vicente Fox, tampoco la evaluación sirvió con Enrique Peña para mejorar la calidad del servicio y el desempeño de las y los docentes y la firma de pactos o acuerdos políticos son solo eso, acuerdos entre los actores para representar espacios cupulares de poder.
Hoy una vez se reedita la misma fórmula, lo que se declara arriba no será lo que sucede abajo y lo que sucede abajo, no siempre puede ser legitimado en el terreno de la política de los de arriba. La vida de abajo es el mejor espacio pedagógico. Mirar a maestras y maestros de preescolar, primaria, secundaria y bachillerato y saber cómo le hacen para resolver los problemas que se desprenden de la demanda concreta de los escolares a su cargo, de la comunidad, como negocian con las autoridades y cómo son capaces de responder ante las exigencias que implica son profesionales de la educación.
Y hoy la propuesta curricular 2022 que pretende inaugurar una nueva forma de gestión pedagógica, está mucho más cargada de lugares nebulosos que de claridad sobre la ruta de acción a seguir.
En el magisterio hay una tendencia pragmática con una larga tradición, “a mí nomás díganme que es lo que tengo que hacer y cómo tengo que hacerlo, pero si no resulta no me vayan a echar la culpa a mí”.
El diálogo en nuestro país entre la política y la pedagogía es pobre y asimétrico. Necesitamos un mayor empoderamiento de las prácticas de abajo y una claridad y humildad de las propuestas que se generan arriba. Se necesita reinventar el encuentro de las distintas instancias que integran el sistema educativo nacional y ser capaces de dejar una ventana abierta a través de la cual se garantice la salida de las propuestas innovadoras para la acción pedagógica transformadora y que puedan llegar nuevos aires al espacio educativo.