Irma Villalpando*
Primera parte
Con el alargamiento de la contingencia sanitaria continúa profundizándose la crisis económica del país. En el ámbito educativo, uno de los sectores que resintieron de inmediato la ralentización de la economía fueron las escuelas de sostenimiento privado. Con el paso de los meses, lejos de que la situación se atempere, se observa una intensificación de la problemática.
Desde que se inició la etapa de confinamiento la escuela privada enfrentó un doble reto: el traslado inmediato y forzado a la enseñanza a distancia y la disminución de sus ingresos provenientes de las colegiaturas.
La exigencia de mudar las clases presenciales a modalidad remota se vivió con una fuerte carga de estrés en tanto se tenía que asegurar la continuidad del servicio y por tanto el flujo de los pagos. Es preciso apuntar que en las escuelas privadas la demanda por la eficiencia en los procesos pedagógicos adquiere gran relevancia. Los padres de familia insertos en la racionalidad de mercado actúan como usuarios que exigen la calidad y las condiciones bajo las cuales contrataron el servicio. Quienes tenemos experiencia profesional en este sector educativo sabemos que una tarea permanente de maestros y directores es comunicar a los padres de familia el error de considerar a los alumnos como clientes y a los procesos formativos como productos de venta. En realidad, la naturaleza del valor de educar escapa a cualquier cálculo económico. Pensemos por un momento ¿a cuánto podríamos tasar el cultivo de la lectura? o ¿qué precio tendría despertar el interés infantil por entender científicamente el mundo? Quizá Rousseau no se equivoca al afirmar que toda educación debe ser de carácter público pues “hay oficios tan nobles que no se pueden hacer por dinero” (Emilio, o De la educación, p. 59). No es objetivo de estas líneas profundizar en este tema, sin embargo, esta consideración es sustantiva para comprender algunas de las tensiones que se viven al interior de los establecimientos privados.
De acuerdo al monto de las colegiaturas existen grandes diferencias en las escuelas privadas. Por ejemplo, en la CDMX para el nivel primaria, algunas cobran 15 mil pesos al mes; existen otras de ingresos medios con pagos de aproximadamente 6 mil pesos. Por último, las de bajo costo con cuotas alrededor de 2 mil pesos (PROFECO, 2019). Empresas dedicadas a la consultoría de escuelas particulares han llevado a cabo encuestas y sondeos al respecto. Al parecer, las escuelas de costo medio y bajo son las que más problemas económicos enfrentan. Era de esperarse. Por otra parte, se detectó que se pusieron en marcha predominantemente dos modelos de apoyo a padres de familia durante los meses de abril, mayo y junio.
Descuento universal. Las colegiaturas tuvieron una disminución que osciló entre el 10 y el 30% aplicable a toda la población escolar.
Descuentos focalizados. No todas las familias atraviesan por las mismas dificultades. Algunas han conservado sus ingresos mientras que otras los han visto mermados o suspendidos totalmente. Esta medida, aunque más compleja en su operación, permitió ofrecer apoyos de mayor cantidad a los padres que más lo necesitaron. Los descuentos fueron de un 30 hasta un 70%.
Segunda parte
Para el ciclo escolar 20-21, las escuelas particulares enfrentan un reto mayor, principalmente porque la economía de las familias que tienen una cafetería, quienes se dedican a ventas o viven de una pequeña agencia de viajes, lejos están de mejorar. En reuniones de Consejo Técnico, los supervisores comentan que existe un incremento de entre el 15 y 20% de solicitudes de inscripción a la escuela pública. Instan a los particulares a “llegar a acuerdos” y mantener a su población cautiva. Asimismo, la secretaria de educación de Guanajuato, Yoloxóchitl Bustamante comentó que las escuelas públicas están recibiendo una oleada de estudiantes que desean ingresar a su sistema y que a pesar que no les pueden negar el acceso, no se cuentan con los espacios para recibirlos (El financiero, 30 de julio).
Por otra parte, el titular de la PROFECO Ricardo Sheffield Padilla en una entrevista a Milenio, adjetivó de “ilógico” que las escuelas privadas cobren lo mismo en sistema en línea que en la forma presencial (Milenio, 30 julio). Declaración lamentable. El funcionario desconoce la inversión económica que se destina a los procesos de formación profesional (extensiva e intensiva) y los recursos materiales (computadoras, licencias, internet) y el tiempo de horas/maestro para realizar los diseños didácticos a distancia. Se entiende que su papel es defender al consumidor pero no se acepta que se haga desde valoraciones tan poco informadas y a título personal: “yo como padre de familia…”, dijo.
Desafortunadamente, esta impresión del funcionario de PROFECO es compartida por algunos padres de familia al considerar que la enseñanza remota no tiene el mismo valor que la presencial. Bajo esta idea solicitan mayores descuentos por un servicio que, de acuerdo a su opinión, goza de menos calidad. El padre de familia se coloca como consumidor que pondera su análisis bajo la relación: precio-calidad. Ante ello, habría que señalar -con cierto énfasis- que los procesos educativos no son mercancías de compra-venta. Predominantemente son procesos intangibles (difíciles de asir) por lo que su valoración es algo más complicado que contar el número de horas de clase o la somera impresión que les producen los modelos remotos.
La literatura académica señala características y finalidades distintas -y no menores- entre la enseñanza presencial y a distancia. Los profesores que tienen formación (no capacitación) pedagógica para integrar las tecnologías digitales con su saber disciplinar pueden hacer mediaciones con un alto valor cognitivo. Integrar su saber disciplinar con un documental del conflicto árabe, provocar una reflexión a partir de un audiocuento de Arreola, disfrutar una experiencia estética por una visita al Guggenheim, insertarse en la selva amazónica y conocer su riesgo ecológico o aprender Geografía con Google Earth, son algunos ejemplos. Sin duda la red ofrece posibilidades para que maestros y maestras con capacidades didácticas y con conocimiento profundo de su materia inciten a sus alumnos a comprender, sentir y pensar el mundo. Aún así, es impensable la sustitución de la escuela a distancia por la escuela presencial porque el aprendizaje escolar no proviene únicamente del conocimiento objetivo de la cultura, es ante todo construcción subjetiva del yo en relación con los otros. Los niños aprenden a partir de sus vivencias diarias entre amigos, de sus juegos y risas, de sus empellones y de sus conflictos cotidianos. El contacto humano de la escuela de los cuerpos y las miradas es irremplazable, la esperamos con ansia.
Reflexión final
No solo es deseable sino legítima la petición que los propietarios de escuelas particulares se muestren sensibles y solidarios con las familias que han visto caer sus ingresos. Sin duda, se deben generar mecanismos que garanticen la viabilidad de la escuela sin hacer despido de maestros, ni afectar sus salarios (sería un despropósito apoyar a los padres a costa de los docentes). Sin embargo, también se hace un llamado a los padres de familia que han conservado sus ingresos para que continúen cubriendo sus colegiaturas, se les invita a repensar la idea de que la escuela a distancia debe ser más barata porque es más fácil o porque son menos horas de clase.
Por último, habría también que sumar otra petición para que el gobierno genere apoyos para las familias que tienen a sus hijos en este tipo de escuelas. En Ecuador, a los padres que perdieron el empleo por causa de la pandemia se les da un apoyo del 25% del costo de las colegiaturas (BID, junio 2020). Asimismo, no es trivial recordar que desde hace años en Argentina, Chile y España, entre otros, se llevan a cabo mecanismos de subvención a la escuela privada. En nuestro país hace falta abrir un espacio de reflexión donde el Estado reconozca la colaboración que hacen este tipo de escuelas al ofrecer el servicio educativo el cual, por cierto, es su obligación y un bien público.
*Irma Villalpando es doctora en pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es docente de Licenciatura y Maestría en la misma universidad. Es directora General de un centro educativo privado.