Más allá de las filias y fobias que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) pueda representar en estos momentos dado el arranque de las campañas políticas en nuestro México, permítame mi apreciable lector, explicar el porqué fijo de entrada, una postura con relación a un ejercicio que tenemos los mexicanos: el voto.
Para entrar en materia, necesariamente tenemos que remontarnos a lo que en su momento la profesora Ella Esther Gordillo ideó con la posibilidad de consolidar un proyecto a través del cual, los maestros, pudieran participar en la vida política del país. Partido Nueva Alianza (PANAL) fue llamado dicho proyecto, y allá recién iniciada la década 00 (2000), tuvo su registro ante lo que fue conocido como el Instituto Federal Electoral (IFE). Para nadie es desconocido que, después de la ruptura con el tricolor, la maestra Gordillo, trabajó con las bases del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para el logro de este propósito. De hecho, bien recuerdo que en los últimos años de la década de los noventa, las Secretarías Generales de las entidades y la Delegaciones Sindicales de esa misma estructura sindical, hicieron hasta lo imposible para que los docentes “voluntariamente” se adhirieran a la filas de ese partido político. Las presiones, chantajes o intimidaciones, fueron el común que vivieron cientos de maestros pero, también debo reconocerlo, varios mentores mostraron su simpatía por la conformación de este proyecto político. Palabras más palabras menos, era una manera de darle forma política a una organización que siempre había participado en la política: el SNTE.
Así las cosas y si mi memoria no me falla, en el año 2005, el IFE le otorgó su registro definitivo y a partir de esa fecha, ha venido ocupando algunos espacios de representación popular en varias entidades de la República Mexicana; claro, después de participar en los procesos electorales. Tal vez el personaje que más se recuerda en esos procesos en los que este partido ha participado es Gabriel Cuadri, un hombre cuyas ideas, simpatía y “frescura” (sobre todo cuando las cámaras que trasmitían un conocido debate lo captaron fijando su mirada en una modelo que en ese evento participó) lograron que muchos mexicanos voltearan a ver y pudieran conocer un poco sobre este recién creado partido político.
Pues bien, con esta breve reseña histórica, es claro que el PANAL tuvo su origen a partir de lo que la profesora Elba Esther trabajó en su momento; también es claro, que dicho partido ha contado con el apoyo del SNTE en diversas elecciones locales y nacionales pero, ¿esto significa que el partido y el SNTE cuentan con el apoyo de todos los maestros de México? Pregunta ingenua si usted gusta pero que adquiere singular relevancia dado el contexto electorero que estamos viviendo. Y es que mire usted, después de que el candidato del PRI, José Antonio Meade, registró formalmente su candidatura hace unas semanas ante el Instituto Nacional Electoral (INE), Juan Díaz de la Torre (líder del SNTE) y Luis Castro Obregón (líder del PANAL), ofrecieron su apoyo y el de todos los maestros para que Meade llegará a la presidencia pero, ¿acaso le preguntaron a todos los profesores que son parte de esa estructura sindical (más por obligación que por convicción) si deseaban otorgar su voto a ese candidato político?, ¿acaso se levantó una encuesta para conocer la opinión de los mentores sobre el proceso electoral que estamos viviendo?, ¿acaso se puede hablar de democracia cuando en los hechos, Díaz de la Torre y Castro Obregón, no han dado muestras de lo que ese concepto significa?
No, la respuesta a las interrogantes que les he planteado es un rotundo no, y eso desde mi perspectiva, difícilmente puede traerles buenos dividendos. Las épocas en las que el SNTE era el todo omnipotente en México han pasado a formar parte de una historia que habla de un corporativismo y clientelismo desmedido.
Hoy día, aquellos profesores que no tenían voz ni voto, han venido ganando terreno en diferentes espacios y en diversos momentos de la vida política del país. El voto, como sabemos, deber ser y es libre; un ejercicio que la democracia nos otorga para que elijamos lo que a nuestro juicio representa los intereses y aspiraciones personales y profesionales. Por tal motivo, es falso de toda falsedad, que todos los maestros apoyen o apoyemos a tal o cual candidato.
Entiendo que una cosa es el discurso y otra más los hechos, pero precisamente en esos hechos, se encuentra mi posicionamiento sobre la elección que habré de realizar en los próximos meses.
Por qué no votar por el PRI, es simple. Porque este partido y su candidato representan la continuidad de un mal gobierno. Un mal gobierno que no ha sabido dirigir los destinos de este país con estricto apego a un estado de derecho.
Los tiempos, como decía, afortunadamente han cambiado, y en estos días la información fluye por diferentes medios y por diferentes espacios. Sucesos como los de la casa blanca; los altos niveles de corrupción en los que se han visto involucrados ex gobernadores priistas; la incesante ola de violencia e inseguridad que azota al país; las fallidas reformas estructurales que se implementaron (derivadas de un fatídico Pacto por México) y que han generado una brecha de desigualdad de enormes proporciones; las desapariciones forzadas de jóvenes estudiantes (incluyendo a los 43 normalistas de Ayotzinapa); la insensata opacidad en la procuración de la justicia y el respeto irrestricto a los derechos humanos; son, entre otras cosas, motivos suficientes para considerar un cambio de gobierno.
Ahora bien si del sector educativo hablamos, tengo necesariamente que referirme a la mal llamada reforma educativa implementada en este sexenio que, en los hechos, solo ha traído múltiples problemas en los trabajadores al servicio de la educación; hablar de una inadecuada evaluación punitiva que ha trastocado los derechos de los trabajadores; de una arbitraria implementación de un modelo educativo que difícilmente modela algo; de una falta de sensibilidad a los intereses y necesidades de los profesores y, de manera particular, de los alumnos; de un mérito prometido que no ha sido del todo otorgado; de evaluación para el ingreso que en muchas entidades son sólo un sueño por los niveles de opacidad y corrupción que se vive al interior de las Secretarías; de un Sindicato que no ha velado por los verdaderos intereses de los trabajadores; son otras tantas cuestiones más, que me llevan a fijar dicha postura.
Sí, soy maestro y no votaré por el PRI, por Meade y por Nueva Alianza.
Ciertamente habrá quién si lo haga, y está en su sano derecho. Es respetable, al igual que es respetable el que muchos más voten por el candidato o candidata cuyas propuestas representen sus intereses. Ese es el fin, el propósito, el objetivo de una democracia: elegir libremente.
Mi deseo pues, es que los maestros y maestras de México, elijan y elijan bien.
A partir de diciembre de este año nos esperan 6 años más de gobierno. La decisión que habremos de tomar, obviamente repercutirá en el escenario educativo. Podemos apostarle a la continuidad pero, personalmente, le apuesto a un cambio. Un cambio que traiga consigo aminorar los males que aquejan a México. Un cambio, en la forma de conducir las políticas públicas en el país. Un cambio, que escuche, que entienda, que comprenda. Un cambio que sea eso, un cambio y no una cerrazón ni continuidad fallida como la que propone el actual Secretario de Educación de apellido Granados en su más reciente columna.