Los maestros no son imprescindibles: ese fue el mensaje que emitió la propaganda en los medios de comunicación para acompañar la reforma educativa. La imagen del maestro ignorante, revoltoso y vándalo no sólo ayudaba al argumento tramposo de que los maestros son la causa de la mala calidad en México, sino a que simplemente podemos prescindir de ellos. Así, se puede desaparecer en un solo día a 43 estudiantes normalistas rurales. No importa quién lo haya hecho: sí se puede.
Cuando los maestros protestan enérgicamente, lo que prevalece no es el enojo de esas muertes: es la imagen de los maestros salvajes que toman o queman transportes y oficinas, que bloquean calles o paran clases. La estigmatización sigue en pie: son unos bárbaros. Las protestas que hubo ante la reforma educativa no fueron escuchadas. Los maestros simplemente fueron desplazados. Los ritmos de la reforma se fueron retrasando, no debido a las protestas de los maestros, sino a cosas más importantes: las elecciones.
Así que la SEP logra hacer evaluaciones, que aunque no es seguro qué es lo que miden, si clasifican: los que pueden quedarse y los que se van, con lo que logra deshacerse, tan sólo a dos años de la aprobación de la Ley, de miles de profesores. Otros se van por “voluntad propia”: mejor se retiran o buscan otros trabajos. Así que cuando los maestros salen a protestar en varias partes del país, incluso sin importar que cuentan con el apoyo de padres de familia y varios sectores populares (o precisamente por eso), se les echa encima a la policía, se les reprime y asesina. No hay problema: si se puede. Al fin que son puros vándalos, igual que los narcotraficantes (aunque ganan mucho menos).
Lo más irónico de todo es que de lo que menos se ha hablado es de educación. No es la primera vez que una reforma educativa ocasiona conflictos. Los debates sobre la educación laica desde el siglo XIX, de la educación socialista y la coeducación durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, la inclusión de temas en los libros de texto como la educación sexual o la interpretación de la historia de México durante la segunda mitad del siglo XX son ejemplos de discusión sobre la educación que distintos sectores sociales y políticos quieren para la sociedad mexicana y que a veces terminaron en conflictos violentos, como la cantidad de maestros que fueron despedidos por negarse a hacer un juramento socialista, o todos los que fueron castrados, desorejados o asesinados en los años treinta del siglo pasado.
Hoy en día, la justificación de la reforma es una educación “de calidad” cuyos objetivos resultan muy generales y no se han traducido en planes, textos, metodologías específicas: eso no es tan importante para sus defensores, si el problema son los maestros en sí, y se plantea remplazarlos antes que formarlos y capacitarlos en serio. Es decir, hoy tenemos maestros afectados por una reforma sin que se haya dado un debate profundo acerca de la educación que queremos y en la que participe uno de sus principales actores: los maestros.
Primero lo primero: controlar al magisterio. Desde el crecimiento que tuvo el sistema educativo con el programa de la Revolución de llevar escuelas a todas partes del país, se fue forjando un sistema corporativista desde arriba, en el cual las demandas independientes eran sometidas (por ejemplo, los comunistas en los años cuarenta, el movimiento dirigido por Othon Salazar en los cincuenta, la CNTE en la década de los ochenta). Los maestros debían afiliarse (y pagar cuotas) obligatoriamente al SNTE, el sindicato más grande de América Latina.
El régimen del PRI negociaba con sus dirigentes o los sometía cuando era necesario y con la alternancia las cosas se fueron complicando aún más. No podemos entrar en más detalle en esta historia, pero es importante recordar que el número de maestros y sus ligas con la población siempre han sido factores importantes ante las elecciones. Evaluar a los maestros y remplazarlos en un corto periodo de tiempo resultaba una cuña importante para romper con solidaridades políticas peligrosas, así como reducir costos, más allá de la calidad educativa. Una vez avalada la reforma por la Ley, toda oposición queda catalogada como ilegítima.
La resistencia de los propios maestros al control político-gremial ha sido históricamente castigada, y junto con ello, su capacidad para desarrollar iniciativas pedagógicas en un sistema educativo vertical y centralista. Más allá de que estemos de acuerdo o no con las demandas ó métodos de la CNTE, es importante destacar que los maestros movilizados son los que se han atrevido a defender sus derechos laborales y a intentar que su voz sea escuchada.
Los maestros son los profesionistas que tienen que sacar adelante a los niños y jóvenes casi siempre en condiciones escolares atroces e intentado compensar ambientes familiares y sociales sumamente desfavorables por la pobreza, la violencia y la discriminación. La forma en que lo hacen no puede verse en una evaluación y sus voces y experiencias no han sido escuchadas de otras maneras tampoco. Nunca ha habido tal intención: la represión es posible porque no son imprescindibles: hay tal cantidad de jóvenes universitarios sin empleo, que se les puede substituir con facilidad.
No escuchar a los maestros, ni como profesionistas frente al problema de la calidad educativa, ni como trabajadores defendiendo sus derechos, es perpetuar el sistema de control desde arriba (SEP-sindicato-empresarios), cada vez más cargado de discursos mediáticos racistas. Es un sistema que no ha tenido buenos resultados ni para la educación de los niños y los jóvenes, ni para fortalecer culturas de tolerancia y reconocimiento a la diversidad.
A base de no escuchar, década tras década, lo que se creó fue un sistema vertical en el que se fueron inhibiendo las iniciativas pedagógicas y políticas, las voces se fueron haciendo torpes, cada vez con más dificultades para expresarse, a veces son gritos desesperados, a veces murmullos en los pasillos (de esos que calladamente entorpecen el trabajo cotidiano en las escuelas), a veces son sólo ruido, o son voces firmes dispuestas a arriesgarse, casi siempre en soledad bajo el recelo de los demás, a salirse de lo establecido y plantear proyectos o innovaciones que difícilmente reciben apoyo institucional, o que pese a tener todo en contra, siguen intentando apoyar el futuro académico, social y psicológico de sus alumnos. Otros, muchos, han preferido quedarse mudos.
Avalar la represión como forma de “solucionar” conflictos, es un atentado al derecho de expresión y a la democracia. Hoy más que nunca es importante rescatar todas las tradiciones y afanes democráticos que han sido silenciados dentro del magisterio y encontrar múltiples formas para que las voces de todos los maestros, no sólo de los que se han atrevido a movilizarse ahora, logren hacerse oír. Eso, desde luego, es muy difícil, porque el problema no es sólo la omnipresencia que tuviese el SNTE, sino que ésta estaba afianzada en las negociaciones con las autoridades gubernamentales generando formas de trabajo muy anquilosadas al interior de la gigantesca SEP.
Sin diálogo ¿cuándo podríamos empezar a hablar en serio de los problemas educativos del país? Quizá se piense que no tiene sentido dialogar con quienes serán desplazados (o reprobados, corridos, reprimidos, encarcelados o asesinados): sí, eso es lo que estamos dejando hacer. Vendrán otros a dar clases, quién sabe con qué preparación y se enfrentarán a los mismos problemas (sin poder apoyarse en la experiencia de los que se fueron). Probablemente también serán remplazados (eso es económicamente rentable) porque ni siquiera hemos llegado a un acuerdo, como sociedad, en el tipo de educación que queremos para nuestros niños y jóvenes.
Los nuevos maestros tendrían que estar “mejor” preparados, pero ¿para qué? ¿Solo para lo que se les indique, como si fueran robots y no profesionistas, lo que tienen que hacer y cómo? ¿Eso va a funcionar en los salones de clase? Ninguna reforma educativa tendrá éxito si no se escucha a sus profesores, porque son ellos quienes, por muchas horas al día, trabajan directamente con sus alumnos y para hacerlo tiene que ser creativos, no autómatas ni mudos. Lo que menos necesita el sistema educativo ahorita son las críticas, la estigmatización y la represión de los maestros. Al contrario, lo que se necesita es el reconocimiento social de las múltiples voces de los maestros, que nos son tan imprescindibles.
Académica del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav.