Al revisar lo que en los últimos años se ha implementado para elevar los ingresos de los docentes en función de su desarrollo profesional, vale la pena citar los dos programas ejecutados: Carrera Magisterial, que funcionó desde 1992 hasta 2014, y el Programa de Promoción en la Función por Incentivos en Educación Básica, en vigencia desde 2015. En ese sentido, el Secretario de Educación Pública ha manifestado la intención de que el nuevo esquema de desarrollo profesional del profesorado sea más parecido a Carrera Magisterial que al Servicio Profesional Docente (del cual se derivaba el Programa de Promoción en la Función por Incentivos en Educación Básica). Considerando lo anterior, vale la pena hacer reflexionar sobre algunos puntos debatibles que Carrera Magisterial exhibió en sus más de dos décadas de vigor.
Si bien uno de los factores evaluados en los participantes de Carrera Magisterial era el aprovechamiento escolar del grupo, la relación del programa de estímulos con el incremento de la calidad educativa siempre quedó en entredicho. Al respecto, la investigación de Martínez y Vega (2007), “Un acercamiento al impacto de Carrera Magisterial en la educación primaria”, en la que se compara el rendimiento académico de alumnos con el nivel de estímulo de Carrera Magisterial de sus profesores en Ciudad Juárez, Chihuahua, concluye que, a diez años de su creación, el programa señalado “no ha contribuido a elevar la calidad de la educación, al menos en lo concerniente al nivel de aprovechamiento escolar, en índices susceptibles de ser medidos” (p. 108). Incluso, en las conclusiones de su investigación, los autores advierten la existencia de un hallazgo preocupante: “cuantos más estímulos económicos reciben los docentes por parte de Carrera Magisterial, el aprovechamiento de sus estudiantes es más bajo” (p. 108). Lo anterior confirma una idea que prevaleció entre el magisterio: este programa de estímulos no necesariamente premiaba a aquellos cuya labor en el aula era mejor.
Cabe señalar que dentro de los factores evaluados en Carrera Magisterial, el aprovechamiento escolar del grupo era el de mayor peso en la vertiente referente a los profesores de grupo. A simple vista, pareciera correcto el establecimiento de un vínculo entre los resultados de aprendizaje del grupo con el nivel de estímulo de su docente. Sin embargo, esto es más complejo de lo que parece. Un primer problema radica en que lo anterior supone que el profesor es responsable absoluto de los resultados de aprendizaje de sus alumnos, estableciendo así erróneamente un relación de causa y efecto entre la enseñanza y el aprendizaje, respectivamente; así pues las probabilidades de conseguir estímulo de un maestro pudieran verse afectadas por otros elementos, tales como el contexto socioeconómico de sus alumnos, las acciones del gobierno o incluso los descuidos de profesores anteriores. Otro conflicto es lo que el programa concebía como aprovechamiento escolar: la calificación en una prueba estandarizada. Este sistema de calificación era totalmente descontextualizado, al no tomar en cuenta las diferencias de los grupos, de modo que no se valoraban los progresos que un profesor pudiera propiciar en sus grupos, independientemente si se lograban o no calificaciones destacadas.
Otro de los factores considerados en Carrera Magisterial dentro de la escala de puntuación era la antigüedad del profesor. No obstante que, a partir de la aplicación del Servicio Profesional Docente, los ascensos de profesores con poca experiencia han sacado a la luz la necesidad de considerar la antigüedad como un requisito para acceder a ciertos niveles de estímulo o promoción, vale la pena decir que la antigüedad, entendida sólo como la mera acumulación de años de servicio poco o nada impacta en la calidad de los profesores. En cambio, sería aconsejable sustituir el término “antigüedad” por “experiencia profesional”, de modo que con este último no sólo se incluyan los años de servicio de un profesor, sino su historial, de modo que se vean reflejados y valorados aspectos importantes de su trayectoria profesional, más allá del número de años que pueda acumular. Es pues un problema de apreciación: valorar cuantitativamente en función de los años de servicio, o valorar cualitativamente en función de la experiencia vivida en esos años.
No debe olvidarse tampoco que Carrera Magisterial estuvo manchada por casos de corrupción graves. Alguna vez Carlos Ornelas (2011) señaló que la corrupción en el programa de estímulos fue tal que en algunas entidades se afirmaba que los dirigentes sindicales eran premiados por las autoridades haciéndolos avanzar en los niveles de estímulo sin siquiera haber sustentado el examen y las actividades correspondientes. Asimismo, fueron desafortunados los escándalos de venta de exámenes, situación que generó en 2011 una acusación por parte del SNTE hacia la SEP alegando falta de rectitud en la elaboración, custodia y distribución de las pruebas escritas (La Jornada, 20 de junio de 2011). Fue evidente pues que el programa Carrera Magisterial adoleció de mecanismos que abonaran a la transparencia y la limpieza de sus propias prácticas.
Es mayúsculo entonces el reto que tiene el nuevo gobierno para generar un sistema de estímulos y promoción del docente. Ojalá la aseveración del Secretario de Educación en relación a buscar algo parecido a Carrera Magisterial sea explicada con detalle, de modo que deje claro cómo se evitarán los vicios que este programa generó en sus más de dos décadas de existencia. Sin pretender que la calidad del aprendizaje depende exclusivamente de la acción del docente, debe hacerse un análisis profundo de por qué programas como éste han incidido tan poco (o prácticamente nada) en los resultados educativos de los alumnos. Es pues necesaria la generación de un programa que impacte directamente en propiciar y valorar mejores prácticas docentes para, a partir de ello, ampliar las probabilidades de logro del aprendizaje de los alumnos. Se requiere un programa con mecanismos que aseguren su transparencia, de modo que no se dé pie a la menor sospecha en cuanto a las determinaciones que se tomen. Que reconozca lo que realiza cotidianamente el maestro con sus alumnos y en su formación profesional. Un programa que considere la trayectoria de los profesores y no solamente los valore con base en un momento específico de su carrera profesional. Un programa que valore a los maestros de manera cualitativa y no sólo de manera cuantitativa.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
REFERENCIAS