La tarea docente es una tarea compleja, cada vez más exigente que requiere pericia, precisión y astucia y un esquema de formación profesional de alto nivel y de alta especialización. Entonces si así es, por qué se facilita o se abarata el ingreso, a partir de la reciente aprobación de las reformas secundarias que norma la carrera docente.
La tarea docente se mueve entre los mares de una gran paradoja que no ha tenido solución en los últimos años:
Por un lado, se pensaba que la actividad docente era una tarea sencilla que la pudiera desempeñar cualquiera, -se decía- que se trataba sólo de pararse al frente y hablar ante un grupo de personas y dejar algunas actividades para entretener a los alumnos. Inclusive en la historia de la profesión que magistralmente nos ha enseñado Alberto Arnaut, la formación docente ha estado regulada por la formación normalista, desde finales del siglo XIX cuando se fundan las primeras Escuelas Normales en nuestro país, como la Normal de Orizaba, la de Jalisco, entre muchas otras. La selección o el origen social de los estudiantes normalistas han estado definido como parte de los sectores sociales populares. Es decir, no han sido las personas mejor dotadas culturalmente las que han optado por la profesión docente y aun a pesar de ello los y las educadoras aprendían al calor de la práctica producto de la experiencia acumulada.
Por otro lado tenemos que, para muchos sectores de la sociedad la tarea de la docencia ha sido la única profesión en nuestro país verdaderamente democrática. Las Escuelas Normales han sido sólo espacios institucionales que han legitimado la profesión, los y las docentes se hacen en el trabajo escolar, en medio de contextos adversos y producto de una tarea que si es compleja y extenuante. Para muchas familias, el tener un hijo o hija docente le sirvió para mejorar en reconocimiento y estatus social, de otra manera jamás pudieran haber mejorado su situación socio económica.
Con todo lo anterior, como telón de fondo y para entender los nuevos ajustes que se hacen a la profesión, se trata de abaratar las cosas que ya de por si se pueden entender como baratas. Pasamos sin cedazo alguno de una profesión fácil a una mucho más fácil. Con esto, no se trata de dudar de las instituciones formadoras de docentes, ni tampoco de diseñar exámenes rigurosos que sólo sirven para justificar la exclusión de aquellos que quedarán fuera del reparto de plazas docentes.
Lo que no se ha discutido suficientemente y que está en el fondo del asunto, es que se trata de contar con un recurso técnico con un profundo sustento académico y también con un referente ético que garantice la justicia y la equidad y que permita aportar con la mayor objetividad posible elementos para corroborar que las personas seleccionadas están aptas para ejercer la docencia, en el no momento actual, bajo las condiciones actuales y para atender a niños y niños del presente que ya es el futuro.
Esta profesión, la de la docencia, la que hoy supuestamente se ha reformado para su ingreso, promoción y permanencia, en esta aventura profesional llamada carrera docente pretende diseñar una estrategia para avanzar mirando el pasado como le hacen muchos nostálgicos que piensan que el desarrollo educativo se genera caminando hacia atrás como lo hacen los cangrejos.