Eduardo Andere M.*
La crisis es inédita. El mundo se detuvo y las escuelas también. La verdad es que la mayor parte de las escuelas, maestros y universidades del mundo, fueron sorprendidas con la pandemia. La nueva realidad digital muestra, con ironía, la ansiedad de regresar a la vieja realidad: escuelas y universidad de ladrillo y mortero, con maestros presenciales, donde se pueden tener, además de sesiones de clase, conversaciones individuales y, en grupo, atención directa, no dividida, y, sobre todo, liberar a los niños y adultos del aburrimiento de la digitalización forzada.
¿Qué hacer?
El gobierno federal publicó el 13 de abril un documento intitulado 10 Sugerencias para la Educación Durante la Emergencia por COVID-19.
En documento ofrece un diagnóstico que confirma lo que otros expertos y educadores han mencionado sobre la inutilidad e inequidad de tratar de aplicar la digitalización forzada a toda la población estudiantil sin estar preparados. El problema es que tenemos una realidad educativa asimétrica y segregada; la digitalización forzada empeorará la brecha.
México no está listo para una estrategia nacional e inmediata de educación a distancia. Según dicho diagnóstico, con datos para el 2019, 43% de los hogares de México carecía de conexión a internet; solo el 43% de la población de seis años o más era usuario de computadora, 70% de internet y 75% de telefonía móvil. De estos últimos 10.9% o sea 9.5 millones de personas, carecía de equipo con capacidad para procesar datos. En áreas rurales la situación era mucho peor. Además, casi la mitad de la población rural que tiene acceso a computadoras lo hace fuera del hogar, con el “Quédate en casa”, esa población quedaría más marginada.
Por ello, es necesario pensar y redactar una estrategia diferente y aprovechar el tiempo de aislamiento para fortalecer cuatro acciones:
- Aumentar cantidad y calidad de accesos remotos y digitales y de materiales educativos.
- Capacitar intensa pero pedagógicamente a todo el magisterio en el tema digital.
- Diseñar currículos escolares multianuales, quizá trianuales (preescolar, 1 a 3 de primaria baja, 4 a 6 de primaria alta y secundaria) que permitan, en un tiempo razonable y sin prisas, recuperar y regularizar a todos estudiantes, con flexibilidad pedagógica y curricular.
- Fomentar la creación de redes con nodos de redes en cada estado en cuatro niveles: la SEP con las autoridades educativas; las autoridades educativas con supervisores y asesores técnico-pedagógicos; los supervisores y ATP con los directivos escolares; y, los directivos escolares con los maestros. Una vez organizada esta red de redes, los maestros, capacitados, deberían crear sus propias redes con los alumnos y padres de familia.
Debe evitarse la centralización de todo el sistema a través de un solo canal, i.e., la SEP. Son decenas de millones de estudiantes, maestros y directivos. La atomización y especialización de redes permitirá una comunicación mucho más activa, directa y fluida. Además, será un ejercicio que podrá implementarse también para el futuro, con epidemias o sin ellas.
También debe evitarse la contratación de plataformas de acceso y servicios digitales con una sola compañía, por razones de monopolización y uso de información privada de los maestros y estudiantes. De lo que se trata es de capacitar a todos los integrantes o agentes de las redes, para que ellos tomen las decisiones pertinentes.
México no es Singapur ni Finlandia como para tratar de transitar de la noche a la mañana del aula escolar al aula de hogar.
Vámonos con calma, pero con paso firme. El aprendizaje de los niños no urge, lo que urge es que los adultos piensen bien los ambientes de aprendizaje propicios para la pandemia y después de la pandemia.
* El autor es investigador visitante del Colegio de Boston. Texto publicado originalmente en Reforma