Juan Carlos Miranda Arroyo
En agosto pasado, la Secretaría de Educación Pública, a través de la guía del Taller de Capacitación “Hacia una Nueva Escuela Mexicana”, entregada a las maestras y los maestros durante el periodo previo al inicio del ciclo escolar 2019-2020 (fase intensiva), dio a conocer lo siguiente con respecto al cambio “de formato” que el actual gobierno de la 4T propone en materia de Planes y Programas (o cambio curricular) de la Educación Básica en México:
“¿Cómo puede la educación al mismo tiempo aumentar la calidad y disminuir las desigualdades en el aprendizaje? Esto, desde luego, no se va a lograr si seguimos haciendo lo mismo que hemos hecho en las últimas décadas. Solamente lo podremos lograr si introducimos cambios en nuestra práctica docente y en el funcionamiento de la escuela. Avanzar hacia una educación distinta, más integral y humanista, será un proceso que llevará tiempo, porque demanda del compromiso y el trabajo de todas las maestras y maestros de México. A las autoridades educativas, comenzando por la autoridad federal, le corresponde establecer una propuesta pedagógica viable y congruente con los nuevos postulados constitucionales para todos los niveles educativos, elaborar y poner en marcha un renovado programa de formación inicial y continua y especialmente, crear condiciones materiales, laborales e institucionales para que el trabajo educativo sea más efectivo, es decir, que se exprese en aprendizajes profundos y duraderos de todas las niñas, los niños y adolescentes.” (1)
Un primer comentario al respecto, consiste en indicar que, en el radar de los funcionarios de la SEP, y especialmente de aquellos que prepararon este material de lectura para las y los docentes y directivos escolares de la Educación Básica, persiste, como evidencia proyectiva, el concepto o la noción de “calidad” de la educación. Podría decirse, por lo tanto, que, en el contenido del discurso de la SEP, coexisten los conceptos de “Excelencia” y de “Calidad” de la Educación como aspiraciones del cambio educativo que forma parte del esfuerzo reformador del nuevo gobierno 2018-2024.
Considero que tales conceptos deberán de discutirse con más amplitud y profundidad en las escuelas, más allá de lo que, incluso, los legisladores aprobaron en las Cámaras de Diputados y Senadores durante los últimos meses, ya que lo establecido en ley son principios generales y lineamientos normativos aplicables para el país; y porque, justamente, la pelota del cambio educativo de raíz en la educación, está principalmente en la cancha de las escuelas y de quienes las integran, no en los recintos legislativos.
En otro fragmento del texto oficial se indica: “… la acción del gobierno federal en este primer semestre del año se ha concentrado en crear condiciones para hacer posible un cambio de rumbo en educación.” (…) “El nuevo gobierno heredó un sistema educativo con alto nivel de conflictividad provocado directamente por la “reforma legal y administrativa” (como se le denominó en el Pacto por México), promulgada en 2013, y que señaló a las maestras y a los maestros como responsables directos y únicos de los bajos resultados de aprovechamiento escolar. La descalificación del magisterio y la generalización de la idea de que todas y todos están mal preparados y son displicentes en su trabajo con las niñas y los niños mexicanos, fueron la base de un sistema laboral que buscó el mejoramiento de la calidad educativa exclusivamente con medidas de control y presión (incluido el riesgo de perder el empleo si no se satisfacían las exigencias de una evaluación que no tomaba en cuenta el trabajo realmente realizado en el aula ni los contextos socioeconómicos). El magisterio se convirtió en una profesión asediada. El malestar, la desmotivación, la desmoralización y aun la zozobra, se establecieron en nuestras escuelas. En ese ambiente era difícil sostener un compromiso profesional para educar diariamente con alegría y entusiasmo, para apoyar a las niñas y los niños (y adolescentes) que más lo necesitan y, mucho menos, para realizar innovaciones creativas en el trabajo pedagógico cotidiano.”
Con respecto a esta parte del texto aludido, coincido plenamente en la caracterización que hace la SEP en torno al ambiente adverso generado en la escuela pública mexicana, y en contra de las figuras educativas que trabajan cotidianamente en ella, esto durante el sexenio 2012-2018. Sobre esa misma caracterización y acompañado con diversas reflexiones críticas, he escrito de manera importante y extensa, a diferentes niveles de análisis o discusiones, durante nuestras colaboraciones periodísticas en este gentil espacio.
Cambio “de formato”
Así continúa el documento de la SEP: “Con esta reforma se abandona una estrategia basada en el control y la presión desde arriba y comenzamos a construir una estrategia basada en el mejoramiento continuo desde abajo, con la participación de los protagonistas del hecho educativo sistemático, las maestras y maestros…”
Un segundo punto de análisis, entonces, radica en el reconocimiento, por parte de la autoridad educativa federal, de la necesidad de gestionar el cambio educativo no “desde arriba” y en “forma vertical”, sino desde “abajo” y en forma “horizontal”. Eso significa que hay la intención institucional de probar un cambio “de formato”. Sin embargo, hay que contestar, antes, algunas preguntas pertinentes ¿cuáles son los mecanismos, procedimientos y normas específicas para lograr esta nueva dinámica en la gestión del cambio educativo (que no quede reducido a lo administrativo ni laboral)?
Quizá lo que hace falta, previa consulta con el magisterio, es poner en práctica unas políticas públicas educativas que no suplanten la riqueza de la labor de las maestras y los maestros, es decir, que no dejen fuera la amplia y significativa experiencia que estas figuras educativas han acumulado durante los años de servicio educativo. Así, lo que se requeriría es crear los mecanismos puntuales de participación de estas figuras desde las sedes estatales o locales (no necesariamente nacionales), para construir de manera colectiva y organizada, los ejes de articulación, a nivel de contenidos y métodos educativos, para la educación básica (Preescolar, Primaria y Secundaria) en cada entidad o región. En esta parte, insisto en hacer pública la propuesta de otorgar poderes, en el futuro, a las legislaturas estatales a efecto de que esas instancias de representación popular, junto con las autoridades educativas estatales o locales, promuevan la participación de docentes, directivos escolares y asesores técnicos en torno a esta construcción colectiva del cambio educativo, “desde abajo”.
El tema de la construcción de alternativas educativas o del diseño de caminos o rutas nuevas para generar un horizonte educativo distinto, es un asunto de especial interés para la nación, sobre todo si en verdad se tiene interés de producir cambios profundos, no superficiales como los observados durante el pasado inmediato.
Por todo lo anterior, pienso que es hora en que, a las profesoras y a los profesores de la escuela pública (especialmente de Educación Básica, que es la que atiende a la mayor cantidad de estudiantes del país), no se les impongan “innovaciones” o “paradigmas” pedagógicos desde “fuera” de las escuelas, sino que por el contrario éste sea un tiempo y un espacio para escuchar su sabiduría y darles, a ellas y a ellos, la palabra para poner en práctica la edificación de una “Nueva Escuela Mexicana” con esos principios, es decir, desde las bases magisteriales, que son las que más conocen o dominan acerca de las necesidades educativas de las niñas, los niños, los jóvenes y los adultos en cada localidad y escuela.
Fuente consultada:
(1) SEP. (2019) “Hacia una Nueva Escuela Mexicana”, Taller de capacitación, ciclo escolar 2019 – 2020. Anexo 4.
https://educacionbasica.sep.gob.mx/multimedia/RSC/BASICA/Documento/201908/201908-RSC-m93QNnsBgD-NEM020819.pdf