Guanajuato.- El abandono temprano de la escuela en el nivel medio superior no es responsabilidad de los alumnos, sino de las autoridades responsables de su funcionamiento en todos los niveles; hay que desterrar la idea de que los alumnos, si no se esfuerzan, “van pa’ fuera”.
Al final del sexenio anterior, todos los balances que se hacían sobre la educación Media Superior coincidían en identificar las insuficiencias de las políticas derivadas de la reforma echada a andar para ese nivel (RIEMS), específicamente en lo que toca a la insuficiente cobertura, especialmente en los municipios con menos de 10 mil habitantes.
Había una especie de reconocimiento, que nos dejaba a todos muy confortables, de que existe una altísima e inaceptable deserción de alumnos de bachillerato y su correlato de una baja eficiencia terminal.
Reiteradamente se habla sobre la deficiente calidad de los aprendizajes en la Media Superior, un concepto que, sin embargo, de tanto usarse pierde sustancia y que habrá que llenar de contenido.
Quien habla es Sylvia Ortega Salazar, actual directora general del Colegio de Bachilleres y una de las más destacadas expertas en materia educativa, tanto en el ámbito de la investigación académica como en cargos de responsabilidad pública.
Ortega participó en la mesa Las políticas para la Educación Media Superior: Objetivos y retos del XII Congreso Nacional de Investigación Educativa (organizado por el COMIE), y la primera parte de su intervención la utilizó para dar una “pincelada” de lo que piensa y se ha propuesto hacer la subsecretaría de Educación Media Superior de la SEP, a cargo de Rodolfo Tuirán, quien no llegó al Congreso.
De manera muy convincente, dijo Ortega Salazar, se ha documentado la situación de la educación media superior en el país: inequidad y exclusión; brechas entre sub sistemas y, dentro de éstos, entre planteles; el peso de la ruralidad; las modalidades no escolarizadas o semi escolarizadas, etcétera, frente a lo que se ofrece en las ciudades con centros educativos completos.
Existe también una débil conexión con el mercado, con el mundo del trabajo y las ocupaciones. “Habrá una proporción creciente que siga estudios superiores, pero la mayoría terminará sus estudios formales de la media superior y de ahí a buscar una ocupación”, señaló.
Ortega Salazar, quien fue también rectora de la Universidad Pedagógica Nacional y de la UAM Azcapozalco, reconoció que hay muy pocos apoyos y muy erráticos (becas, por ejemplo) para los alumnos de esta edad.
“Se ha puesto de relieve, pero se ha estudiado muy poco, la débil profesionalización de los docentes de media superior, quienes cuentan con un escaso dominio de las estrategias pedagógicas. En rigor sabemos casi nada de las prácticas realmente existentes en este nivel educativo, de las trayectorias de estos colegas que no son normalistas, que no vienen de una profesión para la enseñanza”, dijo.
Mal diseño institucional y precariedad financiera
Algo que llama la atención, continuó, es el diseño institucional de la enseñanza media superior: “Estamos desconectados, cada quien tiene un mundito auto contenido, competimos absurdamente; se tiene una baja coordinación y escasa capacidad para ponerse de acuerdo y comunicarse entre los 33 subsistemas de esta arquitectura institucional. Hay 4.5 millones de alumnos y de éstos 3.5 millones están concentrados en las ciudades. Tenemos 288 mil docentes y también están concentrados en su mayoría en las ciudades”.
Ortega Salazar subrayó que el financiamiento para la educación media superior es precario y la mayor parte de él se va en nóminas. “Se deja muy poco para inversión en mantenimiento, equipamiento y mucho menos para infraestructura nueva”, apuntó.
La Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) implicó un financiamiento marginal; la inversión fue y es muy baja, con casi nada de recursos y los incrementos en la parte estructural fueron muy magros, insistió.
Sylvia Ortega habló de tres objetivos de la educación media superior: 1. Atender a todos los mexicanos 15 a 18 años de edad y que profundicen los conocimientos adquiridos en la enseñanza básica: competencias genéricas para ser buenos ciudadanos, 2. Que contribuya a profundizar el compromiso cívico y ético de estos jóvenes, y 3. Que los prepare para ingresar a la educación superior y al mercado laboral.
Si esos tres son los objetivos, dijo, “hay que darle una buena revisada a la RIEM, ver cómo continuar lo mejor de sus prácticas y ver cómo ampliarla”.
Acabar con la idea de que los alumnos son desertores
Ortega Salazar propuso visualizar el abandono temprano del bachillerato y eliminar la idea de que “son desertores y hay que fusilarlos; debemos asumir que se trata de un problema nuestro”.
Si la transformación que se desea la hacemos depender de los docentes y ubicamos en el centro de la política pública a los planteles “entonces tendremos muchas posibilidades de éxito”, afirmó.
Hay que establecer programas de becas con visión nacional y cubrir al cien por ciento de los estudiantes de familias cuyos ingresos se ubican en los primeros 4 deciles, dijo.
En la misma mesa, Juan Fidel Zorrilla Alcalá, miembro del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM, dijo que hay que pasar de los diagnósticos claros y precisos a la instrumentación de mecanismos de conocimiento “en tiempo real y de intervención en lo que toca a las reformas fundamentales para la media superior, también en tiempo real”.
El sistema, dijo, se sigue pareciendo a lo que había en los 90 y “desde endenantes”.
Tenemos que asegurar que en el plantel reciban “el riego” de la reforma y que como participantes puedan generar “de abajo hacia arriba” propuestas y esto, hay que decirlo, “no lo veo reflejado aún en las políticas públicas: el plantel y el aula son innegociables en cualquier reforma”, señaló.
Zorrilla Alcalá dijo que nos enfrentamos a una docencia absolutamente fragmentada. “Los estudiantes llegan a un bachillerato que no tiene ejes ni horizontales ni verticales. Tiene asignaturas a cargo de maestros omnipotentes que todo lo definen, con muchísima libertad, pero dentro de una estructura que nació en un sistema autoritario”.
Finalmente, Lorenza Villa Lever, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, dijo que hay un millón 300 mil jóvenes de entre 15 y 18 años de edad “que no sabemos a ciencia cierta qué hacen o donde están. Este grupo de jóvenes no está en la educación media superior y es responsabilidad del sistema educativo, de los funcionarios encargados, ubicarlos y ofrecer alternativas”.
Sostuvo que es fundamental incidir en el aprendizaje de los alumnos. “Si los estudiantes aprenden, no van a dejar la escuela. Pero cabe preguntarse ¿por qué a los estudiantes no les interesa lo que hay en la escuela ni se sienten motivados para aprender? ¿Es porque les parece que los contenidos son inútiles o porque tienen dificultades para aprender y entonces eso no les permite valorar de manera adecuada la importancia de los contenidos incluidos en los curriculas académicos?”, cuestionó.
Es aquí, dijo, donde la política pública tiene su función principal. “Es el ámbito escolar el lugar donde se debe actuar para retener a los jóvenes. El desafío no es el ingreso sino garantizar que todos logren concluir el bachillerato en el tiempo establecido, habiendo alcanzado los aprendizajes para su vida presente y futura. Estamos hablando de que 2 terceras partes dejan los estudios en el primer año”, insistió.