Sergio Martínez Dunstan
La economía mexicana ha sido afectada por la pandemia. ¿A cuánto asciende el daño? El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), organismo público autónomo responsable de normar y coordinar el sistema del mismo nombre, lo estima tomando como punto de referencia el Producto Interno Bruto (PIB). En la metodología utiliza estadísticas, modelos econométricos así como las recomendaciones internacionales. En días pasados dio a conocer el cálculo del segundo trimestre del actual dos mil veinte. Resultó el – 18.9% de variación con respeto a igual periodo del año anterior. Abunda sobre el tema, por ejemplo, que las actividades secundarias son las más perjudicadas (- 26.0%) seguidas de las terciarias (- 15.6%) y las primarias mantuvieron casi la misma tendencia (- 0.7%). Recoge información fidedigna y la contrasta con las series históricas. A partir de ahí, diversas audiencias interpretan y emiten juicios de valor a fin de tomar decisiones oportunas para mejorar la economía, en este caso a través de políticas públicas. De manera similar, procesa datos sobre comercio, agricultura, ganadería, pesca medio ambiente, turismo, entre otros tópicos. ¿Y para el sector educativo? Se exponen indicadores desagregados por características generales, materiales y recursos e indicadores de eficiencia (matriculación, absorción, abandono escolar, eficiencia terminal y esperanza de escolaridad). Pero no se cuenta con una medida que sirva para conocer el aprendizaje de los alumnos en su paso por el sistema educativo nacional. Ese desapreció junto con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. No hay manera de valorar objetivamente el estado actual, sus avances y/o retrocesos, que guarda la educación en México.
Cabría suponer que, al igual que la economía, la educación también haya sufrido afectaciones a nivel sistémico, en lo general, como en lo individual. ¿En qué medida? Si el daño económico, según dicen los especialistas, es inédita como nunca había ocurrido en la historia de nuestro país, cabría suponer entonces que el rezago educativo es de la misma magnitud. Con la información que se cuenta disponible en las diversas dependencias gubernamentales ¿podría medirse el rezago educativo? ¿sería posible identificar las áreas geográficas, los estratos sociales, las edades cronológicas prioritarias de atención? ¿Cuáles son las capacidades o competencias necesarias de privilegiar para su desarrollo en los estudiantes? ¿cuáles déficits trae consigo y cómo se reflejará en lo social y en lo laboral? ¿en el desarrollo científico y cultural? ¿Estamos en condiciones de plantear alternativas de solución sin un diagnóstico técnicamente sólido? ¿Cuáles son los saberes y sus ignorancias de nuestros alumnos? ¿qué deberían saber? Al parecer, se están dando palos de ciego en la política educativa mexicana porque se desconocen las dimensiones del problema.
Basta tener presente que el Ciclo Escolar 2020 – 2021, en los hechos, aún no empieza. Las tres semanas de repaso es un reconocimiento tácito de las autoridad educativa federal de tal deterioro. Las inscripciones y reinscripciones concluyen el 11 de septiembre. Aprende en Casa II principia hasta el 14 del mes patrio. Es indudable el retraso del aprendizaje de los alumnos. ¿Cómo se resolverá tan grave situación? Sería muy cuestionable decir que esto es mejor que nada, mejor un rezago a medias que total, preferible un retraso a no recibir ningún tipo de educación formal. Hay que solventar el presente de acuerdo con las circunstancias pero con la mirada puesta en el futuro inmediato, en mejorar paulatinamente la situación educativa a corto, mediano y largo plazo y no sólo para salir del paso. Veo la necesidad de impulsar un Plan Emergente de Educación a fin de blindar la formación de los estudiantes de las vicisitudes propias de los tiempos por venir. O al menos concretar y darle viabilidad al Acuerdo Nacional de Educación. Es un asunto de muchos sino es que de todos y no sólo de la heroica labor de los maestros. Es aquí en donde se requiere replantear el perfil de egreso, el tipo de mexicano que se quiere formar. ¿El de la reforma integral de la educación básica y media superior? ¿el de los aprendizajes claves para la educación integral? ¿o el anunciado, y frustrado hasta el momento, Nuevo Modelo Educativo 2020? ¿o hay otro? La función de la Nueva Escuela Mexicana está en duda.
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Por cierto, están ocurriendo algunos sucesos que dan muestra de la lucha por el poder y condicionan de una forma u otra el contexto educativo actual. Para ese fin, les recomiendo la primicia de Erick Juárez, Director Editorial de Educación Futura y publicada en ese mismo espacio el pasado 30 de agosto sobre el regreso al escenario político y sindical de Elba Esther Gordillo. Ella retuiteó recientemente el artículo de Alberto Aguirre en el periódico El Economista bajo el título “SNTE ¿democracia postergada?” en el cual se concluye que “El SNTE está obligado a convocar a un Congreso Nacional para reformar el Estatuto y elegir la nueva dirigencia nacional por voto secreto, libre y directo de los afiliados a la organización, según el calendario de renovación aprobado por la autoridad laboral. Ella también compartió en esa misma red social el video en el cual el Presidente señaló que se le había enjuiciado torciendo la ley y por consigna. Días después, al actual líder del sindicato más grande y poderoso de Latinoamérica, el SNTE, visitó Palacio Nacional al lado de Andrés Manuel López Obrador. Otra noticia que ha causado sorpresa es la negación del registro como partido político a Redes Sociales Progresistas dirigido por el yerno de la Maestra y al Grupo Social Promotor de México impulsado por la actual dirigencia nacional del SNTE con el apoyo de la estructura del desaparecido Partido Nueva Alianza. Y la nota más reciente, las posiciones en el gobierno del Estado de México que aún conservaba el SNTE desde los tiempos de Elba Esther Gordillo se han venido perdiendo. Es indudable que la disputa por la educación y el magisterio se está dando sin cuartel ni tregua con miras al próximo periodo electoral.
Carpe diem quam minimun credula postero
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