Mi abuela era una apasionada de los refranes y siempre tenía una frase para explicar o dar consejo al hijo y al nieto (mi tío Ricardo era menor que yo siete meses y ella nos crio). “Piensa mal y acertarás” era una de sus máximas favoritas y casi siempre la usaba cuando se discutía alguna acción del gobierno o de un político. Pues sucede que el presidente Andrés Manuel López Obrador no sólo quiere acabar con los organismos autónomos o los que representen algo de independencia de su poder. Con el proyecto de las 20 reformas que presentó el 5 de febrero, también se aventó contra la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, una institución con autonomía técnica, operativa, presupuestaria, de decisión y de gestión, con personalidad jurídica, patrimonio propio y no sectorizada. Pero, si no en la norma, sí en los hechos, subordinada a las directrices de la Secretaría de Educación Pública.
La Mejoredu efectúa tareas importantes y genera información valiosa para saber cómo se encuentra la educación básica: evaluaciones diagnósticas, les llama. Además, los integrantes de su Junta Directiva y buena parte de los miembros de los Consejos Técnico y Ciudadano, son militantes o afines de Morena y seguidores de AMLO. Pero el Presidente quiere que la SEP se haga cargo de sus tareas y activos, es decir, no garantizará la generación de datos, indicadores, evaluación de política pública educativa ni acceso a la información. Mexicanos Primero y Causa en Común advirtieron de que, dentro de la propuesta de cambio constitucional, en la parte de reforma administrativa, la Mejoredu se emparenta con el Inai, el Coneval y otros organismos autónomos. El Presidente no los quiere, en verdad le causa resquemor cualquier indicio de independencia de su poder.
Hay miles de razones para desconfiar de que la SEP haga el trabajo. El alto funcionariado de la secretaría no se distingue por su apego a la norma, es ajeno a la transparencia y de cualquier trámite forja un enjambre burocrático. Ese diagnóstico, con ligero cambio en las palabras, no es mío, es de la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Ésta, que un día elogia al Presidente con palabras casi de amor y le manifiesta su apoyo “a estas históricas iniciativas a favor de la clase trabajadora… La Cuarta Transformación avanza, sentando las bases para un futuro con progreso, prosperidad, certidumbre, estabilidad y, muy particularmente, con justicia para las y los trabajadores de la educación” (4 de febrero). Y dos días después exigió la abrogación de la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros. Expuso razones con palabras duras: quienes aplican dicha ley “permiten la manipulación y las omisiones de información en los procesos de ingreso, promoción y reconocimiento”. Y más: “los procesos son injustos, excluyentes, ineficaces, unilaterales y no permiten a los educadores ejercer el derecho a ser representados por su sindicato; es decir, es una ley que no reconoce la bilateralidad”.
En primer lugar, pienso que las denuncias que hace el SNTE de burocratismo y malos manejos de la Usicamm son ciertas. La admisión, promoción y reconocimiento de docentes, directores y supervisores, está lejos de hacerse con procesos de selección públicos, transparentes, equitativos, imparciales y en igualdad de condiciones, como manda el artículo 3 de la Constitución. En segundo lugar, la Usicamm no valora el trabajo de los docentes ni facilita su profesionalización ni promueve el ejercicio de su trabajo, como lo denuncian con frecuencia maestros de infantería.
Sin embargo, la impugnación más fuerte es porque la Usicamm, como en su tiempo el Servicio Profesional Docente, no permite la colonización del mando por parte de los líderes del SNTE. Bajo la demanda de “bilateralidad” se esconde la verdadera intención: administrar la trayectoria profesional de docentes, directivos y supervisores; que sepan que les deben el puesto a ellos.
Quizás el Presidente piensa mal de los dirigentes del SNTE; y tal vez acierte, aunque les conceda canonjías. No acabará con la Usicamm, pero sí con la Mejoredu, aunque nadie se lo demandó.