Eric Spindler envió a “Educación Futura” (12/18/2015) un escrito en el que, a mi parecer de manera ingenua, pide que se tenga paciencia al INEE y asumiendo la defensa de la actuación de ese instituto, uniéndose al coro de personas que, desde el sentido común creado por las televisoras nacionales y el empresariado a través de Mexicanos Primero, les piden a los y las maestras sometimiento a la ley o atenerse a las consecuencias de no hacerlo. Spindler cita en su texto varias partes del documento “Política Nacional de la Evaluación de la Educación, Documento Rector” (2015) elaborado por el INEE en donde este instituto declara sus buenas intenciones sobre lo que consideran debe ser la evaluación, pero que a fin de cuentas no se está utilizando de esa manera por la SEP y los y las maestras están viviendo en carne propia lo drástico y agresivo del proceso de evaluación bajo la nueva ley de educación.
Spindler pide que entendamos que el INEE tiene que actuar dentro del marco de la ley porque así son las leyes. Con eso quiere que creamos que las leyes son inmutables e inmodificables y no construidas socialmente por seres humanos con intereses personales y de partido que juegan un rol en los congresos o en el senado. Las leyes son creadas para servir a la ciudadanía y a la sociedad y cuando no cumplen esa función deben ser modificadas o derogadas. Sin embargo, Spindler mantiene una visión institucionalizada en relación a las leyes a partir de su formación como doctor en liderazgo educativo en los Estados Unidos (Universidad de Alabama). En las universidades de los Estados Unidos, los departamentos de liderazgo educativo se enfocan a preparar a los que aspiran a ser directores o administradores en las instituciones educativas, teniendo como una de sus fuentes principales el conocimiento de la legislación educativa y programas que se derivan de las mismas. Entiendo la petición ingenua, pero no neutral, que Spindler hace porque generalmente los doctorados de liderazgo educativo en los Estados Unidos difícilmente revisan teorías críticas en sus programas y se enfocan en la normatividad. Esa puede ser la razón principal por la cual Spindler afirma que así son las leyes y que los y las profesoras tienen que someterse a ellas o atenerse a las consecuencias.
No obstante, me parece que no tiene claro que las reformas educativas son transformadas en la práctica desde las escuelas (Cuban, 1998) y que las reformas impuestas desde arriba sin involucrar a los sujetos activos del proceso educativo nunca son adoptadas ni usadas por los maestros de la manera en que son propuestas por la administración en turno (Cuban, 2015), y esto pasa tanto en México como en los Estados Unidos. Las reformas administrativas presentadas por la SEP han sido elaboradas desde fuera de las escuelas, como la historia nos muestra que así ha pasado, por personas elegidas por la administración como si esos expertos diseñadores fueran poseedores de la solución única que mejorará al sistema educativo. Cuban (2015) y Pinar (2012) nos muestran que históricamente las reformas educativas no se han elaborado por las necesidades propias de las escuelas y por lo tanto no se hacen para el beneficio de los participantes, sino por razones externas al sistema educativo, como son los requerimientos actuales que la OCDE hace a los sistemas educativos en México y América Latina, por ejemplo.
Spindler olvida que en los Estados Unidos ya han pasado casi 15 años desde que Bush estableció la ley No Child Left Behind para mejorar la calidad de las escuelas y la educación básica, basándose principalmente en procesos de pruebas estandarizada. Obama continuó esa misma reforma, y aun es fecha que se sigue esperando que la reforma funcione. Los resultados han sido negativos y los índices de reprobación de los estudiantes en las pruebas estandarizadas siguen siendo contrario a lo que se esperaba, y bajando cada vez más. Esto genera que de nueva cuenta los maestros sigan siendo señalados como culpables de la situación de las escuelas en este país. En los Estados Unidos ya pasaron más años del periodo que Spindler señala como necesario (de cinco a diez años) para que las reformas funcionen y aún es tiempo que la reforma no ha funcionado. Esta reforma basada en las pruebas estandarizadas, nos dice Pinar (2012) solo ha reproducido la inequidad social y económica.
¿Por qué no aprendemos de las fallas de una reforma basada en la medición desmedida y pruebas estandarizadas como lo muestra la reforma de los Estados Unidos y evitamos seguir ese camino? Es claro que la reforma de No Child Left Behind basada en exámenes estandarizados no han alcanzado sus objetivos en las escuelas, pero si han vuelto billonarias a las compañías que producen y venden los exámenes (Hacker, 2009). Larry Cuban (1999; 2015) ha indicado insistentemente en los Estados Unidos que este tipo de reformas impuestas desde arriba no funcionan, aunque el sistema exprese sus buenos deseos como lo hizo el INEE en las citas de Spingler resaltó en su escrito. Diana Ravitch (2010), una de las iniciadoras de la reforma en los Estados Unidos, al paso de los años cambió de parecer y posición. Al analizar los resultados obtenidos por la reforma, Ravitch ha indicado que este tipo de reforma está matando al sistema educativo de su país.
¿Queremos seguir ese camino fallido? ¿Queremos seguir matando al sistema educativo mexicano? Hay mucho que pensar, pero lo principal es que no tenemos los cinco o diez años de gracia que Spindler nos dice debemos darle a la reforma y a la evaluación estandarizada si ya es sabido que en un país con muchos más recursos económicos para dar a las escuelas, como los Estados Unidos, no ha funcionado. Es necesario seguir buscando transformar esta realidad opresiva que están imponiendo a los maestros y a las escuelas en México.
Profesor Asociado de Educación Inicial y Preescolar de la Universidad Estatal de Nuevo México (New Mexico State University).