Rosalia Nalleli Pérez Estrada
El regreso presencial se ve más cercano de lo que imaginábamos en el 2020 y también cercanos se ven los retos que deben afrontar todas las instituciones del país. Por mencionar algunos, se requieren aplicar efectivamente las nueve intervenciones que aseguren el bienestar de la comunidad escolar, especificadas en el documento de la SEP federal, titulado Consideraciones generales para formalizar el regreso voluntario a clases presenciales ciclo escolar 2020-2021. Con lo que respecta a educación superior, se especifica que sean los propios educandos quienes firmen y entreguen una carta responsiva a las autoridades escolares, desde el momento en que existan condiciones para regresar a la presencialidad. En esta carta responsiva deben de expresar su voluntad de asistir a clases en el aula y bajo protesta de decir verdad, que han verificado a diario su salud y que no presentan síntomas relacionados con el virus SARS-CoV2. El primer reto de esta carta responsiva es identificar la frecuencia con la que los estudiantes deben de actualizarla y cómo manejarán las instituciones dicha información. Definir quién será el encargado de dar seguimiento al cumplimiento de la entrega, quien llevará el resguardo, y qué pasaría si se identifica que alguno de los estudiantes incurrió en información falsa. En este aspecto se requiere saber, antes del regreso, los lineamientos sanitarios claros y medibles que se emitirán desde las subsecretarías de estudios superiores, el nivel de involucramiento de los comités participativos de salud escolar para este nivel; así como el protocolo de actuación ante la prevención y la suspicacia, para lograr exitosamente la seguridad sanitaria de toda la comunidad.
Por otro lado, el regreso a clases en este grado se vuelve un reto mayor, debido a la gran diferencia de usos y costumbres que existe entre los estudiantes de educación básica, y los jóvenes adultos. La primera es que los pequeños, en su mayoría, se encuentran en casa, conviven más con los miembros de la familia y quizás con vecinos, pero muchos de los estudiantes de estudios avanzados salen a trabajar para apoyarse así mismos o a su familia, tienen una vida social más frecuente, pudiendo acudir a gimnasios, restaurantes o fiestas con amigos cercanos, y se desplazan con mayor frecuencia en una ciudad o pueblo, con diferentes personas. Su nivel de exposición es mayor y por lo tanto el cuidado y su seguimiento debe de ser más meticuloso.
Con lo que respecta a las instituciones de este nivel, muchas han reportado en congresos, webinars, foros y mesas redondas haber trabajado a distancia y en línea, en forma sincrónica y asincrónica, donde los estudiantes han podido combinar estudio, trabajo y amistades y continuar en el intento de volverse profesionistas. Sin embargo, hasta fechas recientes se reportan en el país más de 300,000 estudiantes que tuvieron que abandonar sus estudios; y no pensemos en los 800, 000 estudiantes reportados que abandonaron la educación media superior; por lo que se tendrán que generar grandes estrategias de manera colaborativa entre las entidades de educación para generar nuevas formas de apoyo; para ambos niveles, que permitan a esos estudiantes retomar sus estudios truncados por la pandemia inesperada, la modalidad de estudios y los estragos de una economía líquida y culminarlos en algún momento, pero sí vale la pena pensar en qué sucedería si estos últimos decidieran no retomar sus estudios y cómo esto afectará al nivel superior en dos o tres años más, y al país en su avance.
Estos pequeños detalles y muchos otros más son necesarios de considerar, sin embargo, uno de los retos principales y de los que poco se ha hablado desde las instituciones es cómo se ha dado el avance de los resultados de aprendizaje, del cumplimiento de la planeaciones didácticas que se tenían para el ciclo escolar y de la efectividad de los medios que sirvieron para conectar a los estudiantes con sus docentes y con el aprendizaje. Tampoco se ha hablado de los resultados a casi año y medio del cambio, de la efectividad del uso de plataformas y de aplicaciones para mantener contacto con los estudiantes. Tampoco se ha hablado del cumplimiento de los objetivos planeados y de cómo se han modificado las cuestiones socioemocionales en los estudiantes en este nivel.
El hecho de que 16 estados en el país federalizado regresen a clase presencial abre la ligera esperanza de que pronto será posible volver a esa “normalidad” a la que estábamos acostumbrados y, aunque se propone trabajar el modelo híbrido, aun se sigue pensando en el home office como la parte complementaria para detener el contagio. De acuerdo a lo que presentó la reciente y poco comprendida secretaria de educación federal, la Mtra. Delfina Gomez Alvarez, los estados restantes regresarán a finales de agosto. Mientras tanto, decía que regresaron a clases presenciales 1, 631,235 alumnos, lo que representa un número muy reducido si pensamos en que en el país hay más de 36 millones de estudiantes y tenerlos a todos de regreso será también un reto diverso.
Otros retos más de los que se tendría que hablar es de la funcionalidad de las metodologías a distancia y de su registro. Hace falta que la mayoría de los docentes empecemos a registrar metodologías a distancia y prácticas que nos han funcionado, el tipo de estudiantes con el que se ha trabajado y también documentar aquellas que no han servido para nada y respaldarlas con referencias que les den peso científico para que puedan ser reproducidas. Además, se tendría que documentar cómo ha cambiado la forma de aprender de los alumnos, si han sido encaminados hacia el autoaprendizaje y cómo se han guiado para lograrlo; narrar cómo ha sido su proceso de aprendizaje también.
Finalmente, recordar que una de las funciones de la educación superior es lograr que los egresados se inserten de manera exitosa en la sociedad, que sean capaces de convivir de manera pacífica, de contribuir con la ciencia y con la sociedad en general pero sobre todo, que sean capaces de enfrentar los cambios, de seguir lineamientos y respondan a las necesidades de la cuestión laboral; que puedan adaptarse a nuevas situaciones complejas; que eviten la parálisis social, por lo que sería conveniente revisar lo que estableció la UNESCO en la Convención Mundial sobre el Reconocimiento de las Cualificaciones relativas a la Educación Superior, en cuanto sea propicio retomar todo. El haber aprendido a trabajar en casa, y a aprender por medio de un dispositivo y ahora buscar regresar nuevamente a la presencialidad muestra que como sociedad debemos de avanzar, evitando la queja y promoviendo la propuesta.
*Rosalía Nalleli Pérez-Estrada. Lingüista. Maestra en competencias docentes y con estudios de doctorado en Socioformación y en Ciencias de la Educación. Con más de 27 años de experiencia en la docencia en la enseñanza de idiomas y en educación, ha sido directora y docente en Educación superior pública y privada; escritora e Investigadora invitada por CIFE y fundadora de la Sociedad Anónima Madison School Come to Be the Best, desde 1999 Rosalia_na@hotmail.com