Por Jennifer L. O’Donoghue
Hace un año, en este espacio, hablando del apoyo todavía insuficiente que ofrecíamos como sociedad a nuestros maestros en México, expresé mi deseo de que el 2015 fuera el año en que renováramos nuestro compromiso con los maestros. Un año después, me gustaría reflexionar sobre este compromiso social y, en específico, acerca de cómo apoyamos – o no – el aprendizaje de los maestros.
Poder ser maestro o maestra eficaz implica tener acceso continuo a apoyos y oportunidades para el aprendizaje profesional, solos y con otros, no importa el contexto. Requiere de espacios de diálogo y reflexión, de intercambio y colaboración, de indagación y confrontación con nuevas ideas, de evaluación y retroalimentación, y de ensayo y error. Una maestra o maestro no sólo aprende para llegar a serlo, sino siendo maestro y a lo largo de toda su carrera, y como cualquier persona, necesita un ambiente de confianza y seguridad que favorezca este aprendizaje.
¿Todo esto ofrecimos a nuestros maestros en 2015?
- Seguridad en los procesos de selección y promoción: Hemos hecho historia en 2015 con el primer concurso de promoción en educación básica. Ahora los líderes escolares, de zona y de sector se seleccionan con base en un proceso abierto a todas y todos. Sin embargo, hemos documentado numerosos casos en los cuales las autoridades estatales no pusieron a concurso todas las plazas disponibles o no respetaron el orden de prelación. Incluso, en dos estados hemos emprendido procesos de litigación para defender el derecho de las maestras y maestros. Las autoridades fallan cuando no garantizan condiciones equitativas, transparentes y honestas.
- Confianza en los procesos de evaluación: Las maestras y maestros piden información clara, puntual y confiable sobre el proceso de evaluación, pero han faltado mecanismos de comunicación entre las autoridades –el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y la Coordinación Nacional de Servicio Profesional Docente (CNSPD) en particular– y las maestras y maestros. Asimismo, cambios a último momento (por ejemplo, declarar que ahora no es obligatorio participar en todas las fases de la evaluación o convocar a maestros a participar con una semana de anticipación) generan incertidumbre y desconfianza.
- Retroalimentación relevante y pertinente: Todavía no sabemos qué tipo de información las autoridades darán a los maestros como retroalimentación de su evaluación. De nuevo, es preocupante la decisión del INEE de no asegurar que cada maestro cuente con un diagnóstico completo. La evaluación no debe convertirse en requisito burocrático; participación en una de cuatro fases de evaluación arrojará información muy incompleta como base para un plan de aprendizaje personalizado para cada docente. Asimismo, la falta de observación y de las voces de los alumnos puede debilitar la retroalimentación brindada.
- Oportunidades para el aprendizaje profesional: Hemos escuchado a las autoridades reconocer que evaluar no es el fin, sino un primer paso. Sin embargo, han compartido poca información sobre lo que viene. ¿Cómo vincularemos la evaluación, no sólo con promociones y aún menos con castigos, sino con el aprendizaje de los maestros y de sus alumnos? Esto será el punto fundamental para el próximo año.
Como ciudadanos, no podemos dejar de ser críticos de la forma en que se está implementando la reforma. Entonces, autoridades, continúen implementando los cambios necesarios para mejorar la educación, pero con correcciones, con sensibilidad y no olvidándose de la meta final: que todos aprendan. Nuestras maestras y maestros son, antes que nada, personas. Les desconcierta y asusta encontrarse con militares y armas, les cansa estar ocho horas frente a una computadora, les confunde no recibir información clara, les frustran los problemas técnicos y les indignan tratos injustos e inequitativos. Como cualquiera de nosotros, les duele no ser tratados con respeto. Muchos maestros no están en contra de la evaluación, sino de la forma de implementarla, lo que provoca que se sienten ofendidos y agredidos por no ser tratados como seres humanos.
Si queremos que nuestras maestras y maestros tengan éxito en su labor docente, que logren que todas nuestras niñas, niños y jóvenes aprendan en la escuela, tenemos que encontrar la manera de encontrarnos con ellos y apoyarlos. Esto no significa bajar nuestras expectativas ni negar la gran responsabilidad que tienen; al contrario, confiemos plenamente en los maestros. Lograr grandes cosas en educación requerirá del compromiso, participación y aprendizaje continua de todos.
Directora de Investigación, Mexicanos Primero
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