Rosalía Nalleli Pérez Estrada
Si alguien nos hubiese dicho que trabajaríamos y que aprenderíamos desde casa no lo hubiésemos creído y aunque este es un sueño dorado, seguramente nadie ha anhelado el aislamiento por temor a contagiarse.
Quédate en casa pide el gobierno federal y los ciudadanos debemos de obedecer y re aprender a vivir con las cosas sencillas del pueblo: el canto de un gallo o de un pavo, el tañer de las campanas o el anuncio del carnicero o del panadero que anuncian en el aparato de la comunidad, que tienen productos frescos. A la vez, aprender en la lejanía, cómo en la ciudad el silencio de la sociedad crece mientras se resguarda en su hogar un día más, que significa un día menos de encierro.
Ambos contextos nos hacen vivir en marzo un domingo cada día, pero con el trabajo de oficina esperando, después de un desayuno escueto por ahorrar víveres para el siguiente día. En ambos lugares hay quehaceres del hogar que nos distraen, solo que ahora, se pueden hacer sin prisa, pues no se esperan visitas mientras dura la cuarentena preventiva.
Y mientras se limpia la casa o se trabaja a distancia, los libros que por años han esperado ser leídos siguen ahí esperando, pues ahora también hay que enseñar a los hijos que ya habíamos olvidado en la escuela. Ya no solo es supervisar que hagan la tarea, también es apoyarlos en el aprendizaje escolar mientras dejamos de ser extraños, pues la escuela, los medios de comunicación y los trabajos también nos han distanciado, a la vez que aprendemos a gestionar nuestros tiempos para no llegar al caos.
Este auto encierro salvador nos puede servir para volver a ser empáticos con quien requiere salir de casa a trabajar para poder comer, mientras arrastra los pies hacia su trabajo y se cuestiona: ¿Cuánto tiempo durará esto que no es nuevo?. Ya la abuelita de la familia, que murió de 96 años en el 2009, había platicado de la gripa española que le tocó vivir casi a los 11 años. ¡si hubiésemos sabido que eso volvería a ocurrir, le habríamos puesto mas atención, para saber cómo le hizo para sobrevivir entre 50 millones de gente que no tuvieron la misma suerte! Pero ella ya no está para contarlo. Sólo recuerdo que platicaba que mucha gente murió y a diario contar un muerto era lo más común entre ellos en ese tiempo. Recuerdo también que la plática de mi madre ahorita podría ser de ayuda para muchos que se resguardan, quien. Ella decía que su abuela ponía los tomates, calabazas, huazontles, limones y jitomates entre otros productos, en lazos, pinchados, para poder así deshidratarlos y usarlos cuando era necesario. Que esos tomates y jitomates tardaban hasta 2 o 3 meses sin echarse a perder y cuando los necesitaban los ponían a hidratar en agua para poder comerlos. La carne de chito era otro tipo de alimento que solían tener. Carne de res hecha en tiras salada puesta al sol, para deshidratarla también y comer después en un chilito verde mexicano que era una delicia en esos tiempos de cambio. Esto que ellos vivieron parecía un cuento de un buen escritor y confiados en los avances de la ciencia, jamás pensamos que lo viviríamos nuevamente a casi 102 años. Dábamos por entendido que la sociedad estaba tan avanzada, con tanta tecnología y medicina también, que jamás viviríamos lo que a inicios del siglo XX por ignorancia, pobreza o descuido sufrieron. ¡Vaya volatilidad del ser humano! Exactamente esta alta tecnología ha logrado los desplazamientos internacionales que nos llevaron a contagiar a casi todo el mundo y ahora ¡todo el mundo se está cuidando!
Y mientras todo esto pasa, seria muy interesante replantearse hasta donde hemos contribuido todos para que se logre este caos. Muchos lo atribuyen a la desobediencia divina que lleva al castigo. Otros lo atribuyen a la ambición desenfrenada que ha hecho que quienes provocaron el virus llevara a esta pandemia internacional y otros más dicen que la naturaleza es sabia y necesitaba regenerarse por eso nos mandó a casa para guardarnos un rato. Desde cada perspectiva y su forma de ver al mundo, todos pueden tener razón y estar equivocados. La realidad nos está enseñando que debemos tomar de la mano a la esperanza y la paciencia a la vez que deseamos que esto pase pronto. Mientras tanto, en casa, la lectura o los cuentos orales en familia pueden ser una feliz actividad entretenida y educadora, aprovechando el encierro para sensibilizarnos ante las carencias monetarias y en valores, y retomar las maravillosas fábulas atribuidas a Esopo (algunas recreadas por Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego). Entre ellas, la fábula de La cigarra y la hormiga, puede ayudar a aprender a evitar la carencia en un futuro. Otra excelente lectura es El lobo y el cordero cuando se piense en elegir un líder, para tomar mejores decisiones para el país y para la familia. Por ejemplo, se sugiere también leer o escuchar La paloma y la hormiga para reconocer que la generosidad hace más bien que mal y se pueda ayudar a quien lo necesita. También, se puede aprender que en tiempos de cambio tenemos que hacer lo que sugiere en la historia de El murciélago y las comadrejas y aprendamos que la adaptación a las nuevas circunstancias de la vida se hacen necesarias mientras se siga viviendo, y para los que anhelan tener poder siempre, no pueden dejar de leer o de escuchar El asno y la zorra encuentran al león, para poder elegir a quienes les acompañen en su vida, mientras que La cierva tuerta puede traerles lucidez junto con El perro y su reflejo en el rio que ayuda a auto analizarse. Finalmente; si este tipo de textos no trae lucidez a su alma, escuchar canciones con mensajes implícitos como la canción de los 3 cochinitos del famoso Cri-Cri, podrían ayudarle a despertar el deseo de ser mejor, especialmente si se oye la estrofa que dice; el más pequeño de los 3, un cochinito lindo y cortés, ese soñaba con trabajar para ayudar a su pobre mamá. En ninguna de esas historias o canciones se habla de robar para ayudar a la mamá, de despojar a otros para ayudar a la familia, o de engañar para poder salir adelante. Para un niño, un encierro no es nada si aprende reglas de ética y valores con sus amorosos padres y lo que escuche de ellos o lea con ellos de manera constante será mil veces mejor que solo leer una historia analizada en un salón de escuela. En caso de que no haya libros, ni medios de comunicación diversos, aún en el aislamiento, ver el actuar y la forma de expresarse de sus padres ayudará también al niño a soñar con un futuro mejor.
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/Colecciones/CuentosMas/Esopo.pdf.
https://psicologiaymente.com/cultura/fabulas-de-esopo
https://www.cdc.gov/spanish/especialescdc/Pandemia-Influenza-1918/index.html
https://www.youtube.com/watch?v=k7PYnWLMpgk
Pinkney, J. (2004). Fábulas de Esopo. Vicens Vives