Durante más de dos décadas, los alumnos y maestros oaxaqueños han vivido atrapados en un mundo controlado por una mafia: la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, misma que forma parte de la CNTE. Veintitrés años de chantajes, amenazas, movilizaciones, paros y también, hay que decirlo, de obtener concesiones sin fin del gobierno local y federal. Entre muchísimas otras, control directo de los puestos directivos del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), que funge como la secretaría de educación del estado, así como aumentos salariales continuos, bonos de inicio de clases y del día del maestro, materiales para construcción y acceso a líneas de crédito para los docentes leales a los capos de la Sección 22.
Mientras tanto, los alumnos oaxaqueños en el abandono completo. También finanzas estatales hechas pedazos, desorden administrativo casi sin parangón y cientos de mujeres y hombres interesados en ejercer la función docente, obligados a enfrentar requisitos indignos y humillantes para acceder una plaza o para conservarla.
El origen de este mundo aparte se remonta al año 1980 cuando 23 mil maestros oaxaqueños se movilizan en contra del SNTE exigiendo mejoras salariales y democracia sindical. En 1982, la disidencia magisterial oaxaqueña logra arrebatarle al SNTE el control de la Sección 22. Poco después, esa agrupación se incorpora formalmente a la CNTE y, en 1992, en el contexto de la negociación con el gobierno federal para el proceso de descentralización de los servicios educativos, asume prácticamente el control monopólico del sistema de educación primaria, secundaria, indígena y normal en la entidad. Todo ello con base en pactos explícitos con los gobiernos local y federal, y con el músculo que para sus dirigentes ha supuesto el contar con una base disciplinada de entre 70 mil y 100 mil maestros (se desconoce la cifra exacta como resultado del desorden administrativo y opacidad total de la gestión de la educación en Oaxaca).
Hombres y mujeres dispuestos a marchar, bloquear, violentar y no presentarse a impartir sus cursos al son de una instrucción escueta y de la amenaza –siempre presente– de perder acceso a beneficios o incluso a su empleo en caso de negarse a cumplirla.
El día de ayer supimos de la decisión de desaparecer el IEEPO y sustituirlo con un nuevo organismo, del mismo nombre, pero con una estructura distinta y una base jurídica de la cual el anterior carecía. La decisión la dio a conocer en una conferencia de prensa el gobernador Gabino Cué, acompañado por el titular de la SEP y el vocero de la Presidencia de la República. La presencia de ambos funcionarios federales, junto con el despliegue impresionante de elementos de la Policía Federal en la capital de la entidad, entre otras cosas rodeando el edificio vacío del IEEPO, mandó una señal muy clara de que se trataba de una decisión de Estado.
La situación totalmente desastrosa, desesperanzadora y anormal en la que se encuentra la educación en Oaxaca requería una acción así de clara y fuerte.
Requería, esto es, desmontar de tajo la base burocrática de poder de la Sección 22, a través de la cual controlaba plazas y recursos. Antes de poder empezar a imaginar qué hacer con la maltrecha educación en la entidad a fin de que beneficie a sus maestros y a sus alumnos, había que recuperar la casa tomada por una banda de delincuentes disfrazada de “movimiento de lucha democrática” y privarla de una de sus principales fuentes de poder. Y para conseguirlo había que mostrarle al músculo de la 22, un músculo más pesado.
Es muy pronto para cantar victoria. Primero habrá que ver cómo reacciona la Sección 22 y la CNTE ante un golpe potencialmente muy duro.
Segundo, habrá que ver también cómo lidia con esa reacción el gobierno federal, pues ya sabemos que el local no tiene la capacidad por sí solo de enfrentarse al magisterio organizado.
Tercero, habrá que estar muy atentos a la puesta en marcha del nuevo IEEPO a fin de evitar que se reproduzcan las viejas y perversas prácticas de siempre.
Cuarto, el gobierno deberá explicarle a los maestros de base, mismos que laboran en escuelas y condiciones deplorables, los beneficios de esta decisión.
Si todo ello fuera por buen camino, quedaría el reto titánico de ofrecerles a todos los niños y jóvenes de Oaxaca educación digna de tal nombre. No será fácil nada de ello, pero ayer se dio un primer paso indispensable.
Twitter: @BlancaHerediaR