Comenzó esta semana el verano, pero estamos lejos de pensar que la educación pública en México esté lista para irse de vacaciones. Buena parte de las niñas, niños y jóvenes (NNJ) de nuestro país siguen perdiendo terreno en el ejercicio de sus derechos, día tras día, por la negligencia, la soberbia y la inacción deplorable de los adultos.
Permítame traer unos ejemplos a cuento; no son anécdotas, aunque la tragedia individual es por supuesto la primera que debemos atender y revertir… las dificultades a las que me voy a referir son masivas, afectan a miles y miles, y por lo mismo corren el riesgo de normalizarse, volverse invisibles y que se dejen para después. Hay que verlas, porque su casi universalidad no las hace menos graves, sino más insidiosas y difíciles de remontar.
Primero: El cierre del ciclo escolar. No pudiendo ofrecer una estrategia coherente de recuperación y reforzamiento para las y los alumnos tras el encierro excesivamente prolongado, lo que se le ocurrió a la autoridad federal fue extender algunas semanas el ciclo escolar. ¿Una estrategia concreta, materiales, acompañamiento para la nivelación? No. Una evaluación de diagnóstico, unas cuantas recomendaciones para los Consejos Técnicos (las reuniones un viernes de cada mes que sirven para recapitular y planear en cada escuela de nivel básico del país), y párele de contar. La misma autoridad que -con sangre fría y para agradar la megalomanía presidencial- estuvo a punto de exterminar por completo la ampliación de las jornadas, incongruentemente, sí amplió el calendario. “Para que se compense lo perdido”. No cambió la entrega de calificaciones, no propuso qué hacer estas semanas.
Ahora, en una buena parte del país, no se sabe qué actividades realizar para ocupar julio, y alumnos y docentes maldicen por lo bajo que hay que ir al plantel, pero no se sabe muy bien a qué. Los proactivos están, en su entorno cercano, pensando en campeonatos, talleres, actividades más lúdicas y creativas -que por supuesto, implican tanto o más preparación que la planeación típica; los menos, los agobiados, los desencantados, temen por el más de un mes que falta, resignados a que lo que viene será el aburrimiento y la indisciplina.
Y a esos alumnos les va bien, en comparativo con los de los estados que, incapaces de lograr que sus escuelas estén seguras o siquiera con posibilidades de atención, mejor se fueron por la fácil y decidieron cerrar anticipadamente el ciclo escolar. Es atroz que, sabiendo lo mucho que se requiere para ir remediando las pérdidas de aprendizaje, mejor se transfiera a las familias el problema del tiempo que no se supo aprovechar.
Por cierto, de la investigación “Equidad y Regreso” que hicimos en Mexicanos Primero y de la que se siguen difundiendo los datos en los espacios de UNESCO, UNICEF y Banco Mundial, pero no en la SEP, se confirma que la pérdida de aprendizajes en lectura y matemáticas es de 0.6 desviaciones estándar, equivalente a dos grados escolares, para cuando todos estuvieron a distancia, y 0.36 desviaciones estándar adicionales para quienes se aventaron todavía hasta diciembre de 2021 sin ir presencialmente ni un solo día a la semana. Se confirma, en la misma investigación, que cada día adicional en la escuela tiene efecto positivo y significativo en el logro de aprendizaje. No se trata de ir a aplastarse a la escuela, pero un día sin aprendizajes es un día robado a sus vidas, en el presente, y exponencialmente dañino en su futuro.
El tiempo es crucial para el aprendizaje, y otra gran afrenta al tiempo de niñas y niños son las nuevas reglas de operación de La Escuela es Nuestra, el Acuerdo 08/04/22 publicado en el Diario Oficial de la Federación. De “Nuestra” nada, o al menos no de los niños, pues -a pesar de que la SEP se vio compelida judicialmente a presentar nuevas reglas de operación, porque sencillamente desaparecía la jornada ampliada y la alimentación en las escuelas- con las nuevas reglas, cada Consejo Escolar de Administración Participativa (un equipo que representa a las familias) tiene decisión como de chiste vulgar de genio de la lámpara: tiene tres opciones -alimentación, horario extendido o infraestructura- pero la que elijan invalidará la posibilidad de las otras dos. En suma, una trampa para que las escuelas sigan eligiendo poner patios de cemento, y siga en la tumba el ideal de una escuela de jornada ampliada. Hasta las reglas son chuecas, y no hay que permitirlo. Le estamos robando tiempo a la generación joven.