La actual reforma educativa se basa en una “creencia central de política” (Sabatier): el mérito académico es un elemento esencial para mejor la calidad educativa. Por lo tanto, ahora hay nuevas reglas (formales) para obtener una plaza, lograr una promoción, permanecer en el servicio docente y ocupar un puesto directivo en las primarias, secundarias y algunos bachilleratos. La Ley es clara: “Toda forma de ingreso al Servicio Profesional Docente distinta a los establecido en la Ley General del Servicio Profesional Docente será considerada nula”.
Si el mérito —y no el dedazo o nepotismo — empieza a guiar las acciones del sistema educativo y, consecuentemente, los estándares para entrar al servicio docente y directivo se establecen claramente y se elevan, puede haber variados efectos. Comentemos, a manera de hipótesis, cuatro consecuencias que podrían desencadenarse a partir de la reforma en el sistema de bachillerato.En primer lugar, es importante mencionar que la Secretaría de Educación Pública (SEP) formulará las parámetros e indicadores para el ingreso al servicio docente y directivo y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) será quien los valide. Si esto ocurre de manera efectiva, entonces podría pasar que los bachilleratos privados y los que ahora no están incluidos en los lineamientos de la reforma, se vean en la necesidad de alinear, por decisión propia, sus requisitos de ingreso y promoción a lo que ésta establece. Esta acción de “cascada” podría introducir nuevas reglas (informales y formales) de ingreso al sistema de bachillerato beneficiándolo en su conjunto. Está sería la primera hipótesis; claramente, optimista.
Segunda hipótesis. Si se elevan los estándares y se cumplen cabalmente las reglas para ingresar al servicio docente y directivo, se crearán mejores incentivos para que el buen profesor opte por poner sus servicios en una organización más transparente y limitada en términos de discrecionalidad. Así, empezaría a decaer el terrible pero verdadero dicho de nuestro colega Manuel Gil (Colmex) que reza: “más vale tener conocidos que conocimientos”. Si se cumplen cabalmente las reglas formales de ingreso al servicio docente y directivo, los bachilleratos públicos podrían atraer a personas más capaces y entonces el sector privado podría enfrentar un “descremamiento” de sus cuadros —si es que éste no actúa a tiempo. Por ello, diseñar mecanismos que hagan que las reglas formales se cumplan cabalmente es imprescindible para que esta reforma tenga éxito.
Tercera hipótesis. Si los criterios de evaluación no son claros y tampoco se cumple con la idoneidad del perfil ni mucho menos hay una asignación transparente de plazas, entonces el “descremamiento” podría ser a la inversa. En ciertas zonas urbanas no marginadas, quizás los buenos docentes de los bachilleratos públicos pueden empezar a poner sus ojos en los bachilleratos particulares y si éstos son conscientes del vacío normativo que puede abrir la reforma, podrían aprovecharlo para su beneficio y atraer buenos cuadros. En este caso, los ganadores de la reforma no serán los que tengan ojo crítico y vigilen que la implementación de la reforma se realice adecuadamente, sino el sector educativo privado y aquéllos que por inclinación ideológica le apuestan al fracaso del gobierno actual.
La cuarta hipótesis es que todo permanezca como hasta ahora y entonces la reforma probará ser inocua para los bachilleratos públicos y privados de México. Para su comprobación o rechazo, estas cuatro hipótesis requieren, lógicamente, mayor información. Primeramente, es importante decir que las evaluaciones nacionales para ingreso al servicio docente en educación media superior consideran las siguientes ocho dimensiones: (1) contenidos y enfoque pedagógico del currículum vigente, (2) planificación de clases, (3) evaluación de los aprendizajes, (4) mejora profesional, (5) intervención didáctica, (6) compromiso ético, (7) gestión escolar y (8) vinculación con la comunidad.
Segundo, de acuerdo con el Panorama Educativo de México 2012 (INEE), ha bajado ligeramente la proporción de docentes de bachillerato que han logrado el tiempo completo en sus instituciones. Mientras en el ciclo escolar 2000-2001, 18 de cada 100 profesores se dedicaban de tiempo completo a las actividades académicas, en el ciclo escolar 2011-2012, esta proporción bajo un punto para ubicarse en 17 por ciento. En cambio, a lo largo de esos doce años, seis de cada diez profesores del bachillerato siguen siendo contratados por horas. Esta proporción se eleva considerablemente para el caso de los bachilleratos privados. Ahí, 75 profesores de cada 100 trabajan por horas. ¿Es la permanencia indefinida en un puesto de trabajo, una condición imprescindible para elevar la calidad académica? ¿Servirá la evaluación nacional para modificar las condiciones laborales de los docentes de bachillerato y cambiar los patrones de permanencia y movilidad de éstos entres las distintas opciones? ¿Impulsarán las nuevas medidas basadas en el mérito un pliego de demandas más exigente por parte de los sindicatos universitarios? ¿Habrá dinero para darles una salida a tales peticiones?
Preguntas irresueltas que pronto enfrentaremos y tendremos que responder. Espero que los hipótesis planteadas aquí, así como los diversos cuestionamientos, sirvan para nutrir y enriquecer el debate público sobre la educación.
El autor es profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS).
Publicado en Campus milenio