La reforma constitucional en materia educativa de AMLO es una obra en varios actos:
Acto 1. La iniciativa: 12 de diciembre de 2018
Acto 2: El memorándum: 16 de abril de 2019
Acto 3: Aprobación Cámara de Diputados: 25 de abril de 2019
Faltan todavía varios actos más.
Me reservo una opinión detallada de la reforma una vez que sea promulgada ya que la iniciativa de la misma fue analizada, con mucho detalle, en mi BLOG y en EducacionFutura. Sin embargo, quiero destacar algunos puntos.
Primero, el tiempo: el recorrido del proceso legislativo de la contrarreforma de AMLO se llevará mucho más tiempo que lo que se llevó proceso de Peña. A Peña le tomó solamente 72 días la aprobación de su reforma, desde la presentación de la Iniciativa hasta su promulgación, sin la arrasadora mayoría con la que cuenta López Obrador.
Segundo, la ironía: lo que permitió la aprobación en la Cámara de Diputados fue la ruptura del bloque opositor protagonizada por el PRI, el mismo Partido de Peña que tanto promovió y negoció la Reforma Educactiva de Peña, es ahora el mismo que la derrumba. Como seguramente el bloque opositor también se romperá en el Senado, la contrarreforma de AMLO tiene el camino pavimentado para lograr la aprobación del Poder Constituyente Permanente.
Tercero, el juego: somos testigos de un juego político de libro de texto. Todas las grandes reformas sectoriales, en este caso, la educativa, se pueden dividir en dos partes: Alta política educativa y Baja política educativa. En la Alta política educativa el juego es de poder. Aqui se dirime una justa por la localización de la toma de decisiones (¿quién decide lo más importante y cómo se distribuyen los recursos?). El juego es en general oculto, sinuoso, con lenguaje político entre los jugadores que reclaman espacios y dinero. En la reforma de Peña, el objetivo fue debilitar a los liderazgos sindicales y centralizar en el Estado la toma de decisiones. En la reforma de AMLO, el objetivo es devolver el poder de negociación y decisión a los representaciones laborales y centralizar en el Gobierno (SEP) la toma de decisiones. Parece ser que la reforma podría definirse como un statu quo ex ante; es decir, hasta antes de la reforma de Peña. Con ironía, la reforma AMLO, se parece más a la reforma de Fox, con un “inee muy disminuido” y con suavidad en las relaciones con la representación laboral. Es en este rubro de la Alta Política Educativa donde encaja el famoso, debatido y criticado Memorándum de AMLO del 16 de abril pasado. El Memorándum pasará a la historia como una aberración jurídica por lo menos en su intención, pero, si destrabó la negoción en menos de 10 días, pasará a la historia como un carta de negociación. El Memorándum si no se ejecuta, no tiene ningún efecto jurídico alguno. Ordenar a los subalternos “[dejar] sin efectos todas las medidas en las que se haya traducido la aplicación de la llamada reforma educativa” sin aquellos la apliquen es letra muerta. Si la orden que manda dejar sin efectos la reforma anterior no se ejecuta, es un memorándum imperfecto o platónico, por así llamarlo. Pero en el lenguaje sinuoso de la política, es una táctica, un bluff o alardeo para provocar un cambio en la conducta de los otros jugadores. Parece que resultó.
Cuarto, ¿y la pedagogía?: bien gracias. Todavía no sabemos nada en concreto de lo que pasará con el famoso y gran debatido, pero soslayado, modelo educativo de la reforma de Peña. Es decir, qué pasará con “El modelo Educativo para la educación obligatoria: educar para la libertad y creatividad” donde se contienen los planes y programas de estudio de la educación básica y media superior, todavía vigentes. No sabemos nada de las intenciones de AMLO y Esteban Moctezuma sobre el futuro de la pedagogía y los currículos escolares. No se percibe que a corto plazo se vaya a modificar el Modelo Educativo, que en esencia, es producto de la Baja Política Educativa. Es decir, no se ha quitado ni una sola coma del modelo educativo contenido en miles de páginas. Como lo sostuve en mi artículo sobre la Tomografía de la Iniciativa de AMLO, la gran ironía de todo este juego de dimes y diretes es que al final del día los niños y jóvenes de México serán educados por dos maestros con idelogías totalmente opuestas: AMLO y Peña. Si López Obrador y Mocctezuma deciden cambiar el modelo educativo será una labor titánica, porque eso implica, una vez más, rehacer los planes y programas de estudio, producir nuevos libros de texto y capacitar a los maestros. Será una labor monumental porque además del trabajo técnico, no importa cuándo esté listo el nuevo modelo, si es que se elabora, los niños y jóvenes de México estarán atrapados entre dos modelos, lo que agrega una enorme dificultad pedagógica y presupuestal de transición. Pero este juego, el del modelo educativo, todavía ni empieza.