Hace bastantes años me pregunté: ¿qué debo entender por reforma educativa? No encontré una definición que me satisficiera, así que me proporcioné una ad hoc para mi labor de analista. Conforme continué leyendo sobre las reformas educativas de varias partes del mundo, me di cuenta de que, por lo regular, cada quien entiende lo que quiere concebir, no hay un enunciado que complazca a todos.
Incluso, hay autores que no exponen qué disciernen por reforma y explayan sus argumentos. A pesar de ello, aprecié que —aunque sea con diferentes palabras— los ensayistas incluyen cuatro elementos constitutivos de las reformas: uno o varios propósitos, que se diseñan para abatir alguna tradición; los reformistas utilizan instrumentos (políticos e institucionales), pero actúan en un contextocambiante y a veces conflictivo.
El secretario de Educación Pública, Otto Granados Roldán, acaba de poner en circulación un libro donde despliega esos asuntos; además, en un tono polémico. No nada más manifiesta la defensa de la Reforma Educativa de este gobierno, ofrece argumentos que la presentan como un entramado racional, al mismo tiempo que una lucha política (Cf. Reforma educativa, México, Fondo de Cultura Económica, 2018).
Para encontrar el objetivo político no hay que explorar mucho. Nos dice que el Pacto por México lo define con precisión: recuperar la rectoría de la educación. Granados Roldán elabora una explicación del porqué ese fin era importante. No escatima juicios: ni la SEP ni el funcionariado gobernaban en la educación básica, los fieles del sindicato, había colonizado la administración del sistema, usurpado el poder. Sus líderes eran dueños de la trayectoria profesional de los maestros, amén de que extraían grandes sumas de dinero para beneficio personal y de las diferentes camarillas del SNTE, incluida la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Granados Roldán también abunda en los fines que, según él, los críticos no le reconocen a la Reforma: se enmarca en la búsqueda de una democracia de calidad, en la formación de una ciudadanía activa, con habilidades y destrezas para el juicio político y la producción económica en los tiempos de la globalización. Además, persigue distribuir equitativamente los frutos de la educación y mejorar su calidad. Este último propósito parece el leit motiv de los afanes gubernamentales.
El autor no se hace bolas. Las tradiciones que acomete la reforma están bien identificadas en un diagnóstico desgarrador y antecedentes históricos: el corporativismo y sus efectos perniciosos, como la herencia y venta de plazas, corrupción de líderes, aviadores, comisionados a granel y males inimaginables.
El secretario de Educación Pública explica los instrumentos institucionales, como las enmiendas a la constitución, las nuevas leyes y los planteamientos pedagógicos expuestos en el nuevo modelo educativo. No mucho, pero se aboca al análisis de los instrumentos políticos como disciplinar a la fracción mayoritaria del SNTE y, aunque no menciona por su nombre a Elba Esther Gordillo, queda claro el punto. También apunta los logros del gobierno contra la CNTE, pero se cuida de censurar los desbarajustes que creó la negociación del subsecretario de Gobernación con los maestros disidentes.
Por supuesto, en un texto de alcance político, escrito por un alto funcionario, no falta el listado de logros (que no son pocos), venturas y desafíos para el futuro. En la parte final el secretario hace votos porque la reforma perdure, que la ciudadanía la defienda de avatares y que se profundice en su hacer, incluso que mejore. Pero ni él ni el presidente Peña Nieto tienen poder para administrar el ambiente político, no es un asunto de deseos.
¡Qué bueno que el secretario de Educación Pública se embarque en debates! En este libro ofrece el argumento del gobierno, se expone a la crítica y, por supuesto, el texto puede rebatirse en todo o en sus partes. Sin embargo, no es un típico informe de fin de sexenio, es un argumento razonado, bien escrito y con notable economía de palabras. Se puede leer con agilidad y en poco tiempo. También ofrece flancos a la crítica y tesis para quienes defienden la Reforma Educativa.
RETAZOS
No sé si es sarcasmo, pero el secretario aseguró que apresar a Elba Esther Gordillo “creó los incentivos adecuados para potenciar una participación profesional y responsable de la organización sindical” (p. 65). Tal vez quiso decir que el miedo no anda en burro.