Al final de cuentas, pienso, las declaraciones del presidente Peña Nieto de que la corrupción es un asunto cultural fueron útiles. En el ámbito del sistema educativo abrieron un capítulo más en la disputa entre la opacidad y la transparencia. Las reformas legales en la educación abrió la caja de Pandora de la nómina magisterial. A pesar de que no cubrió por completo al sistema (el efecto de la oposición de la CNTE), el Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial arrojó datos escalofriantes que brindan un panorama de la corrupción en el sistema de educación básica. La presentación del Censo que hicieron el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, y el presidente de la Junta de Gobierno del INEGI, Eduardo Sojo, el 1 de abril aumentó el apetito de las organizaciones civiles —que se autodesignaron vigilantes de la SEP—para indagar más del destino de los recursos del sector.
El Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) les aguó a la SEP y al SNTE el Día del Maestro, al presentar el “Mapa del magisterio de educación básica en México”, el 14 de mayo. El Imco informó sobre las inconsistencias de la información, las duplicidades y las ausencias. Exigió más claridad.
México Evalúa presentó el mes pasado el informe: “Censo educativo: radiografía del dispendio presupuestal”. El autor principal, Marco Fernández, desgrana las cifras y las pone en perspectiva nacional y local. Expone detalles sobre los comisionados, los aviadores, los jubilados y muertos que siguen cobrando y dónde se supone que están. También asienta las cifras de los maestros y administradores que sí hacen sus tareas. Pone énfasis en el costo de la corrupción (aunque no utiliza ese término) en la nómina docente. Con base en lo que deja ver el Censo y los informes de los gobiernos, él estima un gasto injustificado de entre 16 mil y 51 mil millones de pesos por año. Una cifra escalofriante.
Mexicanos Primero tomó al asunto con mordacidad. A partir del 17 de agosto puso en circulación el “Abusómetro”. Es un tablero electrónico que, segundo a segundo, pone la cantidad de dinero que “se desvía o se roba” del presupuesto educativo en aviadores, comisionados, pago a difuntos y otros conceptos. ¡Contundente!
Esas organizaciones y periodistas insisten en la denuncia y exigen mayor transparencia. Sus declaraciones enojan al SNTE, más a la CNTE, incomodan al poder público y hasta enfadan a investigadores. Los sindicalistas, en especial los disidentes radicales, defienden la opacidad alegando que esas organizaciones, en particular Mexicanos Primero, lo que desean es privatizar a la educación e imponer un orden neoliberal.
La SEP se defiende. Esclareció algunos de los errores del Imco, suelta más datos a cuentagotas, informa de otras acciones y advierte que a partir de enero comenzará a poner orden en la nómina. Pero, de nuevo, México Evalúa, la pone en aprietos al denunciar que la SEP no predica con el ejemplo. En Animal Político, Marco Fernández, pone al descubierto que en la Ciudad de México, las irregularidades se dan a granel; él encontró que hay más de seis mil aviadores en el DF, que dependen de la SEP. Y allí, que se sepa, no ha habido acciones de limpieza.
Las diversas corrientes del SNTE se cubren con el manto de la defensa de la escuela pública porque no les gusta que “extraños” se metan en los asuntos del magisterio. Algunos de mis colegas se quejan de que la voz de esas organizaciones tenga más repercusiones que la de los investigadores de la educación. Mas yo doy la bienvenida a las denuncias de esas organizaciones civiles.
No es que sea su fan ni que coincida con algunos de sus fines. Pero están pujando por mayor transparencia, sus acciones encarecen —en términos de legitimidad— las negociaciones secretas que el gobierno mantiene con el SNTE y los pactos ilegales con la CNTE en Oaxaca.
Abogo porque el sistema de información educativa de la SEP sea más eficaz y ofrezca más apertura con el fin de rendir cuentas a la sociedad, limpiar la nómina e impulsar cambios sustantivos. Pero no lo hará si no se ejerce una presión constante sobre ella.
La transparencia y la rendición de cuentas son remedios, aunque no los únicos, contra el cáncer de la corrupción.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Publicado en Excelsior