Eduardo Grajales
Algo que parece todavía no quedar claro respecto a la calidad de la educación en México es que está se encuentra íntimamente ligada a la calidad del magisterio por lo que, si queremos mejores estándares educativos como Nación, es importante apostarle a mejorar no solo la calidad laboral de las y los docentes, sino también su calidad de vida.
Y es que por muchos años las políticas neoliberales se han enfocado en el presupuesto educativo como un factor determinante en la calidad de la educación, partiendo de la falsa idea de que aumentando el recurso económico esta mejorará, lo que se ha convertido en un mito, pues aspectos como la burocracia y la corrupción no permiten la consolidación de los objetivos presupuestales.
Año con año, las Secretarías de Educación de los Estados se ven en una disyuntiva: gastar el presupuesto que se les destinó para que no se los disminuyan en el próximo año, o devolver a la Federación millones que rara vez regresan para poder atacar el enorme rezago educativo.
En su estudio comparativo ¿Cómo es el aprendizaje en escuelas de clase mundial?, el investigador Eduardo Andere realizó hace unos años un recorrido en diferentes escuelas públicas de mayor competitividad en el mundo (Finlandia, Inglaterra, España, etc.) y encontró que su efectividad radica particularmente en la probada capacidad y alto compromiso de los maestros, para con la escuela y la educación del estudiantado.
Este es un botón de muestra de que, cuando los docentes tienen un salario más que justo, se les permite una profesionalización constante y se desarrolla en ellos las habilidades que les permitan hacer investigación de su realidad educativa, los sistemas educativos a los que pertenecen alcanzan la picota de los rankings educativos internacionales.
Lo anterior, aunado por supuesto a la integración de la comunidad con la escuela, y que las y los padres de familia dejan de ver en esta solo un espacio donde dejar a sus hijos, y la resignifican como un nicho de desarrollo humano y social. Acciones todas promovidas desde el liderazgo docente.
La lógica, como puede observarse no redunda per se en destinar bombazos de dinero en becas y en programas de asistencia educativa, como nos hemos acostumbrado en México, sino generando estrategias solidas que permitan concienciar a la sociedad de la importancia de la escuela en el desarrollo social, pero sobre todo de la relevancia de contar con un verdadero ejército intelectual comprometido con ella como es el magisterio.
Infortunadamente en México se sigue pensando que ser maestro es una opción cuando no se encuentra un empleo, existe la creencia de que esta es una profesión alternativa para todas las ramas profesionales, “bien pagada” y que brinda la seguridad económica y laboral en un país donde el mercado está sobre saturado.
Y, peor aún, en el imaginario colectivo permanece la idea de que ser maestro es algo tan sencillo como “dar clase”, cuando en la modernidad educativa este proceso incluye el dominio de distintas habilidades intelectuales, sociales, digitales, psicológicas, pedagógicas, por citar algunas que están haciendo del magisterio una carrera altamente especializada.
Esto es justamente el conflicto con el que se topan año con año miles de egresados de institutos de educación superior que, ante la falta de oportunidades, creen que someterse a una evaluación para ser docente es cosa fácil, cuando ello implica una compleja valoración que parte de contar con un perfil profesional enfocado a determinado campo formativo, y pasa por la comprensión de aspectos como planificación educativa, gestoría escolar, derecho educativo, etnografía, y más.
Es por ello que hoy más que nunca las autoridades gubernamentales deben repensar el papel que están realizado, reflexionar sobre cómo romper esos mitos que aún existen y que no permiten evolucionar en materia educativa ni valorizar la labor docente.
Es tiempo de que analicen desde los engorrosos procedimientos administrativos que se le exigen a las y los maestros, los temas de los cursos de profesionalización docente, hasta la calidad de los servicios de salud que reciben, así como los mecanismos para su revalorización social y mejora salarial, entre otros aspectos que hasta ahora siguen siendo un pendiente en la agenda educativa.
El magisterio mexicano sufrió una grave herida con la confrontación con la administración pasada de la que hasta ahora no ha podido recuperarse, y mientras no se trate este trauma en el corporativo magisterial no esperemos alcanzar la todavía indeterminada “excelencia educativa”, que se planteó la administración actual.
Estamos a poco más de dos años de que se acabe este gobierno que generó muy altas expectativas en las y los docentes, y aunque se ha avanzado todavía no es suficiente. Aún hay tiempo de repensar y recomponer el camino hacia una mejora significativa de la calidad de maestros y maestras que tenemos, queremos y necesitamos.
@Eduardograjales