Por Gilberto Guevara Niebla y Eduardo Backhoff Escudero
La Sección 22 tomó parte destacada en las movilizaciones de la insurgencia magisterial de 1978 y 1979 que, a la larga, cristalizaría en la llamada Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE). Organización que antagonizó, desde la izquierda, al SNTE.
En sus primeros años la rebeldía magisterial se perfiló contra los vicios del sindicalismo oficial como el corporativismo, el patrimonialismo y la corrupción. Lo que se quería era acabar con “la herencia, el comercio y las transacciones inmorales” que los miembros del SNTE hacían con las plazas y los puestos directivos del sistema escolar.
A la larga, la CNTE en Oaxaca terminó haciendo lo mismo que durante décadas hizo el SNTE. Esta metamorfosis de la CNTE de Oaxaca se inició cuando, en 1992, el gobernador del PRI Heladio Ramírez concedió a la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) el control del organismo que gobierna la educación en el estado, el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO). Esta medida significó una burla a la Constitución que ordena que sea el Estado quien dirija la educación nacional. Entonces, sin embargo, una agencia privada —la Sección 22— asumió el papel del Estado.
Una antigua queja de los maestros de izquierda era que los gobernadores colocaban en las Secretarías de Educación de sus estados a sus amigos, compadres o cómplices de negocios, aun cuando éstos no tuvieran la menor idea de la materia educativa.
Por su parte, el sindicato oficial establecía relaciones de connivencia con la autoridad educativa. En complicidad, autoridades y sindicato distribuían posiciones burocráticas, llegando al extremo de vender las plazas de docente (una plaza de profesor de primaria llegó a valorarse en 200 mil pesos). En una ocasión, en la sección de Clasificados del periódico EL UNIVERSAL apareció el siguiente anuncio: “Se vende plaza de docente de primaria. Interesados comunicarse al teléfono (…)”.
El poner en manos de la Sección 22 el control de la educación estatal fue uno de los más graves errores de gestión que registra la historia de México. ¿Qué esperaba el señor Ramírez que sucediera? ¿Se puede esperar una mejora en los aprendizajes cuando quien dirige una actividad es la misma persona que la realiza? ¿Era concebible que la Sección 22, por ejemplo, aplicara políticas de mayores niveles de exigencia y responsabilidad a los maestros? ¿Estos nuevos jefes educativos procurarían cuidar los recursos financieros —de por sí escasos— con medidas de austeridad y ampliación de las jornada laborales dentro del sector educativo?
Desde luego que eso nunca ocurrió: cuando el que manda es, al mismo tiempo, el que obedece, es presumible esperar que cualquier acción fracase. En realidad, el desplante “populista” del gobernador Ramírez acarreó, a la larga, un derrumbe catastrófico de la educación de los niños de Oaxaca y la hundió en una grave crisis financiera.
Entre las conductas que exhibió el IEEPO-Sección 22 fue aumento de salarios, concesión de tres y cuatro aguinaldos, tráfico de plazas, distribución arbitraria (y no por méritos) de los puestos directivos, concesión ilimitada e irracional de “comisiones” a maestros que abandonaban las aulas para participar en las actividades políticas de la Sección, ampliación del periodo vacacional, reducción del calendario escolar, concesión de bonos complementarios del salario, adquisición de inmuebles con fines políticos, otorgamiento automático de plazas a egresados de las escuelas normales, etcétera, etcétera.
Lo curioso es que los actores de esta desastrosa política eran hombres que creían ser “demócratas de izquierda” y que durante décadas se mantuvieron en actitud de lucha contra las autoridades vinculadas al antiguo partido oficial. El dinero de la educación se usó, una y otra vez, para patrocinar movilizaciones y —a veces— actos irracionales y vandálicos que sólo pueden ser identificados como nihilistas. En estas condiciones, el activismo político de la CNTE de Oaxaca siempre tuvo consecuencias desastrosas para la educación de los niños y jóvenes del estado. En otras palabras, el delirio político del liderazgo de la Sección 22 a quien más ha dañado es a sus alumnos, a quienes debería servir con noble devoción, como reza la leyenda.
Consejeros del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación