Hace dos semanas Murillo Karam, tuvo que recurrir al secretario de Gobernación, Miguel Osorio, para pedirle que combatiera las intrigas que dentro de Los Pinos se estaban fabricando en su contra
El caso de los normalistas de Ayotzinapa ha hecho crujir también las tensiones dentro del gabinete de Enrique Peña Nieto. Hace dos semanas el procurador de la República, Jesús Murillo Karam, tuvo que recurrir al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, para pedirle que combatiera las intrigas que dentro de Los Pinos se estaban fabricando en su contra.
Humberto Castillejos Cervantes, el consejero jurídico del Presidente, acusó al procurador porque según su creencia éste no contaba con un plan bien definido para la investigación sobre los desaparecidos de Iguala.
Cabe aquí recordar que el abogado Castillejos se formó en la escuela de Luis Cárdenas Palomino y Genaro García Luna, quienes durante la administración anterior fabricaron varias historias falsas como la de Florence Cassez.
Y también que el consejero jurídico forma parte de la misma camarilla a la que pertenece Alfredo Castillo, el señor feudal que por estos días gobierna a su antojo Michoacán. Su grupo político ha tenido como característica el desprecio por los derechos humanos y ahora también lo une la campaña de desprestigio en contra de Murillo Karam.
El procurador hizo saber al secretario de Gobernación que no estaba dispuesto a soportar fuego interno, mientras carga con una responsabilidad tan delicada. Exigió por su conducto que el soberbio joven Castillejos guardara su veneno para otro momento. Al parecer Osorio se hizo cargo del asunto y prometió a su paisano que lo blindaría frente a las mezquindades dentro del gabinete para que nada lo distrajera de su encomienda.
El pasado viernes 7 de noviembre Murillo Karam informó, primero a los padres y luego a la prensa, sobre el avance que llevan las investigaciones relativas al secuestro y desaparición de los jóvenes normalistas.
La primera conversación con las familias significó un momento dolorosísimo donde la autoridad compartió los hallazgos tendientes a confirmar la hipótesis del asesinato y la incineración de los 43 estudiantes.
Si como espectador agota emocionalmente presenciar lo que ahí se dijo, no es difícil sostener empatía con la experiencia humana de quienes participaron en esa reunión. Hay que decir que ahí no se observa a un procurador cansado de su responsabilidad, ni a una persona que haya claudicado de llevar la indagación hasta su última consecuencia.
Pocas horas después de este evento el procurador enfrentó una segunda reunión, igual o más complicada. No se había visto antes, de cara a la opinión pública, una presentación tan acuciosa y pedagógica. De pie, solo y sin interrupción, durante 60 minutos Murillo informó a los medios sobre el progreso de la averiguación ministerial y también respondió preguntas que, en su mayoría, no fueron amables, ni condescendientes.
Como si se tratara de una clase de clínica penal, el procurador expuso ante la audiencia los testimonios relevantes con que al día de hoy cuenta la PGR, también compartió las pruebas periciales relacionadas con esas declaraciones y para despejar dudas mostró las imágenes de algunos restos óseos encontrados en el basurero de Cocula y en el lecho del río San Juan.
Este relato, si bien escalofriante, no dejó duda sobre el plan de investigación conducido por el procurador y también sentó un precedente a propósito del estándar del trabajo forense que debería regir en México para el futuro.
Nada en esa exposición fue similar a los montajes que otras veces han sido confeccionados para beneficio de los medios de comunicación y sus autores gubernamentales.
Después de haber entregado su informe y de responder a una decena de interrogantes, el procurador soltó un “ya me cansé” que tenía que ver con la prolongada conferencia de prensa y probablemente también con la extenuante sesión de esa mañana donde se reunió con los padres, con las largas jornadas de trabajo y con la fatiga frente al fuego interno.
Resulta injusto descalificar todo el trabajo por una expresión que en su contexto se escuchó bastante humana.
Qué difícil es llamar a las cosas por su nombre cuando la tragedia es tanta y el dolor abunda. No obstante, el viernes pasado hubo un adulto a cargo de comunicar cosas terribles, y lo hizo con la sobriedad, el oficio y la dignidad que la situación ameritaba.
ZOOM: ¿Cuáles son las verdaderas motivaciones de quién ha querido descalificar el trabajo de la PGR desde el primer día? Hoy las cosas en el país están mal y todavía pueden ponerse peor porque detrás de cada hecho delictivo hay muchos intereses dispuestos para impedir su investigación.
Twitter: @ricardomraphael
Artículo publicado en El Universal y reproducido con permiso del autor.