Iván Enoc Martínez Absalón
Se llevaron a cabo 23 ediciones del Programa Carrera Magisterial, y en cada una se valoraban distintos aspectos, como la antigüedad o el nivel de estudios, entre otros. Sin duda alguna el instrumento de valoración central era el examen de opción múltiple.
Con la Ley del Servicio Profesional Docente, creada en el sexenio anterior, en un intento de “contextualizar” la evaluación docente, se diseñó el instrumento denominado “Planeación argumentada”. Ante tal instrumento, desde la incertidumbre de “¿Quién o quiénes iban a revisar y valorar la planeación argumentada de los maestros?” emergió la figura del “Evaluador de desempeño docente”, quienes fueron certificados por el hoy extinto INEE.
La idea de esta figura se puede resumir en docentes con preparación y con experiencia, que a través de un proceso de selección, estarían calificados/preparados para valorar el instrumento antes mencionado. Esta certificación se otorgaba después de haber cumplido los requisitos previos y haber cursado exitosamente dos cursos en línea y haber presentado (y aprobado) un examen, el cual incluía un ejercicio de valoración de planeación argumentada, o al menos algo similar.
En el 2019, miles de maestros certificados como evaluadores, realizaron la valoración de dicho instrumento. Desde aquel momento corrían rumores que sería la última ocasión; y así fue.
En el presente año surgieron (finalmente) las convocatorias para el proceso de promoción, y después de varias dificultades (algunas por la situación de pandemia) se tuvieron que desechar algunas etapas del proceso. El fin de semana comprendido del 2 al 4 de julio, se llevan a cabo tanto el examen de opción múltiple como la etapa 2 del proceso de promoción horizontal. Esta etapa “Autoevaluación y exposición de la práctica educativa”, está conformada por dos componentes, aunque en esta ocasión solo se realizará el componente A: Instrumento de valoración de recursos personales y prácticas educativas.
A decir de USICAMM, esta etapa se valora mediante un instrumento con reactivos que presentan tareas evaluativas, en los cuales se solicitan respuestas construidas a través de preguntas abiertas, a partir de las cuales se espera que el participante elabore textos breves. Dichas tareas evaluativas pretenden evaluar los recursos personales con los que cuenta cada participante, así como la reflexión que hace de su práctica profesional cuando describe acciones que implementa ante situaciones específicas.
Y justo en estas respuestas construidas, que pretenden evaluar los recursos personales, así como la reflexión de la práctica profesional a partir de la descripción de acciones ante situaciones específicas. Aun aceptando sin conceder que por medio de este escrito se pueda determinar quiénes son mejores maestros, o se desempeñan de mejor manera ante sus estudiantes, surge la interrogante (nuevamente) ¿Quién o quiénes van a revisar y valorar las respuestas construídas de los maestros?
Ya corren algunos rumores de que será un sistema automatizado que “evalúa” por algoritmos. Aunque al presente día, no existe una rúbrica para que los maestros conozcamos cómo “evaluarán” (aunque sea un algoritmo); es decir, nuevamente, vamos a evaluarnos, sin saber cómo nos van a evaluar.