En la nueva carrera profesional docente hay una definición de lo que se considera como buena enseñanza y que debe servir de referencia a todos los docentes que serán evaluados. Me refiero a los perfiles que se definen en el documento Perfiles, Parámetros e Indicadores, publicado por la SEP en enero de 2017. Estas definiciones se hacen por nivel educativo y por categoría (docentes, técnicos docentes, directores, supervisores). Los PPI, como se les conoce, expresan las características y cualidades que debe tener el personal docente para un desempeño profesional eficaz, que propicie el aprendizaje de los alumnos.
En el caso del maestro de primaria, su perfil se desglosa en cinco dimensiones, que son las siguientes: 1) Conoce a sus alumnos, sabe cómo aprenden y lo que deben aprender; 2) Un docente que organiza y evalúa el trabajo educativo y realiza una intervención didáctica pertinente; 3) Un docente que se reconoce como profesional y que mejora continuamente para apoyar a los alumnos en su aprendizaje; 4) Un docente que asume las responsabilidades legales y éticas inherentes a su profesión para el bienestar de sus alumnos; 5) Un docente que participa en el funcionamiento ecaz de la escuela y fomenta su vínculo con la comunidad para asegurar que todos los alumnos concluyan con éxito su escolaridad.
Se trata, como puede verse, de una descripción necesariamente abstracta de los rasgos que debe tener el buen maestro. Un buen maestro debe conocer los procesos de desarrollo de sus alumnos y la manera en que aprenden, debe además estar enterado de los objetivos que la educación persigue en el nivel en que enseña y debe tener los referentes pedagógicos y didácticos del programa de estudios. El corazón del ejercicio profesional docente está en la práctica de la enseñanza, es ahí donde juega papel esencial la didáctica.
El objetivo es (debe ser) el aprendizaje del alumno. No hay fórmulas escritas y prescriptivas que puedan orientar al docente en ese momento crítico de su trabajo. Todos los factores concurren: el ambiente del aula, las disposiciones del alumno, los recursos y materiales con que se cuenta, la experiencia del profesor, etc. Por añadidura, el buen maestro debe preocuparse por su formación continua.
Los conocimientos, las técnicas educativas y la tecnología avanzan a un ritmo acelerado y, en consonancia con eso, el profesor debe estarse preparando permanentemente. Al mismo tiempo, el buen profesor debe asumir su responsabilidad ante las normas morales y las normas jurídicas, sobre todo cuidar que en todo momento estén protegidos los derechos inalienables de sus alumnos. En todo momento él debe verse a sí mismo como un ejemplo de vida y practicar los valores éticos que enseña a sus alumnos.
El buen maestro, además, debe buscar permanentemente el diálogo con los padres de familia, que comparten (o deben compartir con él) la tarea de educar al alumno. Del mismo modo, el docente debe vincularse a la comunidad (que también influye en la educación infantil) y tomar en cuenta las características culturales y lingüísticas para su práctica docente.
He aquí esbozados los elementos que integran una buena enseñanza. Como se advierte, se trata de un marco de referencia insustituible para orientar a los maestros respecto a lo que la sociedad espera de ellos en su desempeño profesional.