Por Pablo Velázquez
El pasado 29 de febrero se publicaron los resultados a nivel global de la primera Evaluación del Desempeño Docente donde fueron convocados 150,086 maestros y participaron, hasta la fecha, 134,140. Durante la semana pasada, la atención mediática se ha enfocado en dos hallazgos: el primero respecto a los 3,360 profesores que no presentaron la evaluación y, por lo tanto, serán dados de baja del servicio. El segundo hallazgo se trata del 46% de los docentes que “reprobaron” o pasaron “de panzazo” la evaluación. Dichos docentes son los que requieren de manera urgente que el Sistema Educativo reforme la oferta de formación continua para volverla precisa y oportuna en subsanar las deficiencias que la evaluación señala; quedan menos de 10 meses para que los 20,479 docentes con nivel insuficiente presenten nuevamente la Evaluación. El tiempo apremia.
En este artículo, sin embargo, quisiera hablar del otro extremo. Quiero hablar de los docentes que, a pesar de desarrollarse en un sistema rígido, vertical y burocrático que privilegia la simulación y la acumulación de cursos antes que el aprendizaje, lograron resultados destacados en su evaluación. Son estos 10,764 docentes en los que la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) deben apoyarse para entender y transformar el sistema educativo. Muchos de ellos lograron este resultado no con apoyo del sistema, sino a pesar del mismo. Algunos de ellos desobedecieron las órdenes de una cúpula sindical interesada en sí misma y acudieron a cumplir su responsabilidad. Deseo destacar a los 75 docentes de Michoacán que, sin miedo, salieron a evaluarse y lograron un resultado sobresaliente. Ellos, al igual que todos sus compañeros evaluados, merecen nuestro reconocimiento y apoyo.
Debemos cuidar que el hecho de haber obtenido un resultado destacado no los excluya de la formación continua a la que tienen derecho. Ser maestro es un proceso constante. Se es maestro siendo maestro. Corremos el riesgo de asumir que dichos docentes no pueden aprender más, que llegaron a su límite. Al igual que la escuela excluye a niñas y niños con talentos específicos (niños “sobresalientes” les llaman algunos), existe el riesgo que dichos docentes se sientan desplazados por el sistema y no encuentren cabida en espacios de formación y participación.
No debemos dejarlos solos. Son ellos quienes pueden apoyarnos a enderezar el rumbo, a señalar las áreas de oportunidad de la evaluación y proponer cómo debe ser la formación continua de los maestros en servicio. Debemos solicitar a estos maestros un acercamiento a sus pares para que, con una actitud de humildad y servicio, puedan apoyar a aquellos que lo necesitan. La formación de los maestros debe dejar de ser un proceso aislado para convertirse en una responsabilidad colectiva, donde los mismos maestros sean impulsores de sus colegas. Finalmente y sin dejar a nadie fuera, los maestros deben contar con espacios de participación y opinión en temas que a todos incumbe: la práctica en aula, la gestión escolar, el liderazgo pedagógico, la articulación con la comunidad, el aprendizaje profesional docente, la evaluación, el gasto, los salarios, el sindicato.
Los maestros con resultados destacados son muestra de que en México se pueden vencer las adversidades. Sin embargo, la apuesta no debe ser contar con maestros “buenos”, sobreviviendo en un sistema deficiente, sino contar con maestros excelentes apoyados por un sistema que este a su altura. Nuestros maestros ya cumplieron con su deber de ser evaluados, ahora nos toca cumplir con el nuestro de apoyarlos.
Investigador en Mexicanos Primero
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