En diversas universidades y Centros de Desarrollo Personal, se ha puesto de moda la psicología positiva o psicología de la felicidad, que afirma estar en contraposición con la psicología clásica a la que llama “psicología negativa” y se la acusa de haberse dedicado a estudiar los aspectos negativos y patológicos del ser humano. La psicología positiva dice estar dedicada a estudiar las bases del bienestar y de la felicidad humanas. Entre sus principales impulsores se cita a Martin Seligman de la Universidad de Pennsylvania y ex Director de la Asociación Americana de Psicología (APA); a Mihaly Csikszentmihalyi ex director del departamento de psicología de la Universidad de Chicago; y al llamado gurú de Harvard, Tal Ben-Shahar, un israelí que recorre el mundo dando charlas y agregando prosélitos a esta corriente en boga.
A mí, la psicología de la felicidad, -a pesar de las prestigiadas Universidades y especialistas que la promueven-, me despierta una sensación de incertidumbre y desconfianza, y me recuerdan los casos recientes ocurridos en Tamaulipas y Puebla.
En la primera entidad el ex gobernador Manuel Cavazos Lerma impuso la meditación trascendental, que de acuerdo con José Gil Olmos (Los brujos del Poder. El ocultismo en la política mexicana) era una combinación de la filosofía del yogui hindú Maharishi con el esoterismo piramidal. Cavazos Lerma contrató a la Universidad de Maharishi de América Latina para que implementara su dogma metafísico y el esoterismo en las cárceles y en algunos círculos magisteriales, mediante el curso El despertar de las conciencias que en las cárceles tamaulipecas se impartió durante cuatro meses a 600 presos con un costo de 300,000 dólares.
En la segunda entidad, de acuerdo con notas del periódico La Jornada del Jueves 22 de septiembre de 2011: la SEP-Puebla repartió libros de dianética en las escuelas públicas, “para mejorar los resultados en la prueba Enlace” dijeron las autoridades, argumentando que su utilización será opcional. El libro entregado a los escolares fue El camino a la felicidad que ofrece 21 preceptos para lograr “una vida feliz y armónica”, basados en las obras de Lafayette Ronald Hubbard, creador de la Iglesia de la cienciología y la dianética.
Los sustentos que presentan algunos impulsores de la psicología de la felicidad me parece que caen en el argot utilizado por la caterva de motivadores tan en boga en nuestros días: Seligman -en una entrevista- aseguró tener tres recetas para la felicidad: la primera “llenar la vida de todos los placeres posibles, y aprender una serie de métodos para saborearlos y disfrutarlos mejor”; la segunda “la buena vida, lo que Aristóteles llamaba eudaimonía, que ahora llamamos el estado de flujo. La buena vida no es esa vida pesada de pensar y sentir, sino de sentirse en armonía con la música vital. Creo que mi perro lo podría resumir así: “corro y persigo ardillas, luego existo”; la tercera “Consiste en poner tus virtudes y talentos al servicio de alguna causa que sientas como más grande que tu. De esta manera dotas de sentido a toda tu vida”. Seligman está teniendo un éxito extraordinario, sus cursos se multiplican exponencialmente, sus conferencias provocan ovaciones … incluso el llanto de profesionales de la psicología que reconocen una vocación que sienten que se les robó (dice él). Obviamente, esto le reditúa importantes ganancias, por ello exclama ¡”Nunca había sido tan fácil para mí conseguir fondos para un proyecto académico…!” Su proyecto incluye rescatar algunos libros de autoayuda que, dice, “la verdad es que hay algunos que me parecen bastante buenos, a pesar de su falta de fundamento científico. Hay muchos métodos válidos desarrollados por los seguidores del budismo, del yoga, de las religiones y de los que han trabajado con el desarrollo personal. Lo que estamos haciendo ahora, de hecho, es tomar algunos de éstos métodos y comprobar su eficacia usando métodos científicos, para separar el trigo de la paja… Quiero convertir el desarrollo personal en una ciencia seria y bien documentada.”
Tal Ben Shahar dice que la felicidad es un aprendizaje que se puede lograr con ejercicios y disciplina, como si se tratara de matemáticas, y hoy, por primera vez, está siendo estudiada como ciencia. Ben-Shahar propone para alcanzar la felicidad “Anotar a diario las cosas por las cuales vale la pena dar las gracias, por ejemplo: mantenerse activo físicamente; leer estudios sobre felicidad y escribir sus propios ensayos…” Asegura que “la gente religiosa generalmente es más feliz que la no religiosa.” “A los ateos les resulta más difícil ser felices, porque no tienen un mecanismo regular, como sí ocurre con la religión.” Asegura también que hay países más felices que otros, los felices son aquellos que “tienen políticas de libertad, las democracias, son más felices que aquellos que viven en dictadura.”
El economista inglés Richard Layard, va más allá, propone en su libro Happiness: Lessons from a New Science (2005) que el parámetro de la felicidad de un país reemplace al del crecimiento para medir su progreso.
Por supuesto que también hay voces contrarias a la psicología de la felicidad, por ejemplo: El profesor Eric Wilson, de la Universidad Wake Forest en Carolina del Norte, se declara en contra de la búsqueda de la felicidad como la panacea del siglo veintiuno. Así lo afirma en su libro, Against Happiness: In Praise of Melancholy. Para Wilson, la obsesión del mundo -y sobre todo de sus compatriotas norteamericanos- por huir de la pena, desprestigia la melancolía, “fuente de la creatividad, el genio y el brillo intelectual a través de los siglos”
El periodista Eric Weiner dice en su libro La Geografía de la Felicidad que “los felices de hoy serán los tristes de mañana, cuando se frustren sus sueños de alegría.”
El maestro Bernardo Barranco Villafán, cuestionó -en una entrevista realizada en Guadalajara– que en Puebla la SEP esté difundiendo material de “charlatanería” como las obras de Ronald Hubbard, pues ello demuestra que la cienciología está empezando a penetrar en las estructuras políticas del país, y recordó que la ideología de Ronald Hubbard ha sido reprobada en Francia, Bélgica y Alemania, entre otros países, por considerarla nociva.
Fernando Savater (cfr. Ética de urgencia. México, 2012: 79-84: Ariel) señala: “… para ser felices también tenemos que vivir experiencias malas, si fuésemos felices constantemente no distinguiríamos la felicidad”; “… la felicidad absoluta es imposible…”; “La felicidad es un estado exagerado para una criatura mortal. Lo que los seres humanos buscamos es algo de satisfacción. Satisfacción fisiológica, por supuesto, pero también en otros ámbitos: cultural, afectivo, etcétera. Las satisfacciones tienen fecha de caducidad, claro, pero son un objetivo vital más modesto, más realista que la felicidad.”
Mi formación como psicólogo escolar, me impide aceptar la psicología de la felicidad, porque me parece acientífica, no le encuentro ninguna diferencia con las estrategias de la cienciología, la motivación ligera, la dianética, el eneagrama, entre otras.
La felicidad, a pesar de lo que diga Ben Shahar no es una asignatura que se pueda enseñar como las matemáticas, si alguien llegara a ser totalmente feliz y supiera que puede dejar de serlo, en ese momento comenzaría a ser infeliz. La felicidad es como el horizonte, nadie lo puede alcanzar, pero caminando hacia él se pueden gozar estados de alegría, pero no felicidad permanente como lo prometen algunas universidades y cientos de cursos presenciales y en línea.
La felicidad como la plantea la psicología positiva es inalcanzable, se necesitaría dejar de ser humano y ascender al plano de semi Dios. Mientras el hombre sea vulnerable -y siempre lo será- la felicidad puede ser un objetivo, del que podemos derivar estados de alegría, bienestar, reposo, tranquilidad, etc., que no deben confundirse con la felicidad absoluta, por ello no se debe andar echando mentiras, y menos en las universidades.
La propuesta de felicidad que revisé en algunos anuncios de cursos en línea la asocian con dinero, ascensos laborales, bienes materiales, éxitos sociales, y muy poco o nada con el bien común, el sacrificio social, el heroísmo civil, los valores de la democracia, el respeto a la diversidad y a la pluralidad, la cultura de la inclusión, el respeto a las preferencias sexuales diferentes, el trabajo colaborativo, por citar algunos de los valores propios de la sociedad humanizada que deseamos heredar a las nuevas generaciones.
Me pregunto ¿qué hace la psicología positiva con las personas que sufren el síndrome de Savant, Munchausen, de Diógenes, de Asperger, por citar sólo algunos casos referidos al consultorio de los psicólogos?
Me gustaría conocer el posicionamiento de psicólogos de universidades como la UNAM y de la Secretaría de Educación Pública que es quien otorga el Registro de Validez Oficial de Estudios (RVOE); obviamente, me interesa la opinión de los lectores, no tanto para polemizar sobre el tema, sino para recibir luces científicas que iluminen mi estrecha y endurecida visión de psicólogo escolar de antaño.
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