Debemos prestar una mirada más amplia a la realidad que nos circunda”, responde Gao Xingjian, premio Nobel de Literatura 2000, a la pregunta sobre qué debemos hacer para que el progreso no se nos salga de las manos (El País Semanal, 15/06/14, entrevista de Jesús Ruiz). Tiene razón Xingjian porque es común que al momento de pensar que en algo avanzamos o progresamos, sorpresivamente, surge un hecho, acción o conducta que nos deja ver que “toda mejora real puede ser reversible”, diría John Gray, el destacado filósofo británico. Por esta aparente contradicción — “ilusión en el progreso”, dirían otros —, me parece muy pertinente la sugerencia de Xingjian de ampliar la mirada. El campo educativo, político y social de México demanda este acercamiento. Veamos por qué.
Como era esperable, el gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo anunció que dejaría el puesto por “motivos de salud”. Su gris actuación aunada al desgobierno generado por las administraciones pasadas no le dejó otra salida al político cuyo puesto será ocupado por Salvador Jara, ex rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Con un especial énfasis, los medios de comunicación señalaron que un “académico” gobernaría el estado de Michoacán. El Universal, por ejemplo, resaltó que Jara es considerado un “científico de izquierda progresista y de respeto académico internacional”. ¿Y esto bastará para combatir la anomia social que vive ese bello estado de la república? Según los legisladores michoacanos, Jara reúne los requisitos para hacer un cambio, pues no está vinculado al crimen organizado ni forma parte de ningún partido. Esto, según los representantes populares, “garantiza la interlocución con lo diferentes niveles de gobierno, así con los poderes del estado” (20/06/14 @El_Universal_Mx)
No conozco el trabajo académico de Jara ni tengo porque no desearle éxito en esta nueva aventura política — seguramente mucho más complicada que escribir papers y publicar en journals indizados —, sin embargo, sí soy escéptico de la relación que se establece entre ser un buen académico y tener la capacidad política de organizar grupos, resolver conflictos y producir el progreso que muchos michoacanos anhelan.
El conocimiento científico como base del progreso —material o político — es una idea que, por la simpleza con que se ha planteado, ha sido cuestionada por varios pensadores. Gray, por ejemplo, ha hecho notar que la “ciencia ha permitido elevar los niveles de vida en las sociedades industriales avanzadas; pero la industrialización mundial está dando pie a la lucha por el control de los recursos naturales cada vez más escasos.” He ahí un buen ejemplo para “prestar una mirada más amplia a la realidad que nos circunda”, como sugiere Xingjian, y no irse con la finta de que un académico de “izquierda progresista” podrá sacar del hoyo a un gobierno y a una sociedad que tristemente se hundió hace tiempo.
Una segunda viñeta de lo complejo que es la realidad educativa, social y política de nuestro país es el caso del bullying en las escuelas. Pavorosos han sido los diversos casos mostrados por las Redes Sociales (RS) y por los medios de comunicación masiva. Si algo bueno hemos aprendido a raíz de este terrible e injustificable fenómeno es lo siguiente. Primero, no se puede normalizar el acoso u hostigamiento escolar. Ante el daño físico y psicológico de los infantes, los argumentos de que “así somos los mexicanos”, “el bullying siempre ha existido” y “es que así aprenden los niños a ser machitos”, suenan, por decir lo menos, crueles.
Segundo, el bullying nos ha puesto a pensar en los orígenes de un acto profundamente inhumano dentro de uno que por antonomasia no lo es: educar. Tercero, al acoso escolar ha servido también para que diversos actores tomen una postura clara al respecto. La SEP, por ejemplo, reaccionó estableciendo un convenio de colaboración con las autoridades educativas para combatir la violencia. Del discurso del secretario Emilio Chuayffet sobresalen al menos tres puntos (30/05/2014). El primero es que hizo referencia a los estudios e investigaciones sobre el tema, segundo, propuso 15 acciones concretas para actuar contra el bullying; y tercero —quizás aun más importante— ubicó el tema del acoso escolar dentro de la necesidad de respetar los derechos humanos. ¿Para cuándo un ombudsperson de la educación?
Pero pese a los aciertos en el discurso de Chuayffet, extrañé una visión menos idílica de la escuela del titular de la SEP. De hecho, este servidor público abrió su discurso diciendo que las causas de la violencia son multifactoriales y que la escuela no opera “en un mundo aislado”. Aunque hay algo de razón en ello y por lo tanto, no creo conveniente “criminalizar a las escuelas”, como dice Eduardo Weiss, sí es necesario “prestar una mirada más amplia a la realidad que nos circunda” (Xingjian) y señalar que las reglas con que operan algunas escuelas sí pueden apuntar hacia una acentuada falta de responsabilidad de los agentes escolares cuando ocurre un caso de acoso escolar y esto, precisamente, es lo que hay evitar desde la política pública.
Va un ejemplo. En la Escuela Primaria Centenario 1867-1967 de la Ciudad de Querétaro, un menor de edad (Carlitos) fue agredido por una de sus compañeras mientras la maestra (Nayeli) estaba ausente. La niña de 12 años le enterró un lápiz en el ojo izquierdo a Carlitos ocasionándole la perdida de la visión. Pese a la denuncia de los padres en Facebook, el tema pronto desapareció de los medios (¿camino hacia la impunidad?). Por indagaciones de Universidad Crítica, se sabe que la maestra de Carlitos falta a clases recurrentemente, que está protegida por el director y que a pesar de la terrible agresión, “las autoridades escolares han evitado toda responsabilidad, alegando que ni USEBEQ (la SEP en Querétaro), ni la escuela, ni los padres de la menor son responsables”. (http://hazmeelchingadofavor.com/2014/04/29/justicia-para-carlitos/)
Habrá que seguir investigando sobre el caso de Carlitos y no dar por sentado que “la verdad está afuera”; sino comprender más profundamente el funcionamiento interno de las escuelas mexicanas. Descargar de responsabilidades a los actores escolares es tan erróneo como declarar que nomás “el modelo neoliberal es el caldo de cultivo para el bullying” (La Jornada, 06/06/14, nota de Laura Poy). Sin duda alguna, debemos “prestar una mirada más amplia a la realidad que nos circunda”.
Profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS).
Publicado en Campus milenio