El acoso sexual por parte de profesores universitarios es una realidad. Directa o indirectamente, casi todos conocemos de algún caso.
En días pasados se difundieron videos en los que los profesores Arturo Zentella y Mario Chin de la Facultad de Química de la UNAM realizaban comentarios sexistas y misóginos a su alumnado, a través de videoconferencias.
Mario Chin, impartiendo clases de primer semestre, comentó que a una joven le decía “la bolsa de hielo de oro”, porque “aflojaba con unos golpes”.
Por su parte, Arturo Zentella dialogaba con una alumna, y cuando ésta la preguntó qué podía hacer porque la lectura no suple el conocimiento adquirido con las clases, el profesor respondió: “Pues como ahora no es presencial, no te puedo proponer sexo, así es que no se me ocurre”.
¿Cómo no tener sentido común al cuidar lo que se dice en una clase que puede ser grabada? Pensarán muchos. Pero la ofensa es lo crucial.
Es ofensivo, indignante y vergonzoso que personas con poder se aprovechen de éste para encasillar a un subordinado o compañero vulnerable.
Es ofensivo saber que estas actitudes abunden, y se haga muy poco al respecto. Como lo sostuve en un inicio, son pocos los que no conocen de una anécdota similar, de primera mano; y los profesores siguen en sus puestos.
En este caso, los docentes ya fueron separados de su cargo. Pero el suceso debe ser más difundido para que las alumnas y los alumnos víctimas pierdan el miedo a levantar la voz. Para que las y los profesores que se conducen de esta reprobable manera dejen de hacerlo, y para que las instituciones educativas busquen focos de alerta y no acallen las sospechas sin profundizar en el asunto.
Los comentarios de este tipo pueden ser incluso más sutiles, pero en todos los casos son inaceptables. El profesorado debe ser ejemplo de ética.
Y hoy sucedió con profesores, pero conductas y comentarios sexistas se replican en cualquier ámbito profesional. ¿Cuántos de los casos pasan desapercibidos? La mayoría. Un estudio de México Evalúa del año pasado reveló que más del 90% de los ilícitos en México quedan en absoluta impunidad, sin reparación del daño ni castigo para los responsables. Esto no es la excepción.
Queda pendiente cuestionar: ¿es suficiente separar del cargo a dichos profesores?, ¿no será también necesaria una disculpa pública?; y ¿qué hará la UNAM y todas las instituciones educativas para prevenir y concientizar a su plantilla docente y alumnado sobre la actuación en casos análogos?
Sobrados pendientes, pero perder el miedo a denunciar nos indica un avance. Que ahí no termine.
Maestra de primaria y Asesora legislativa. Licenciada en Educación Primaria y Licenciada en Derecho. sofiglarios@hotmail.com