Imaginar muchos mundos,
con muchas nosotras
Yoalli Rodríguez
Se conmemoró el día internacional de la mujer, día que tiene sus raíces en el movimiento obrero de mediados del siglo XIX, en un momento de gran expansión y turbulencias en el mundo industrializado. A partir de ese quiebre histórico, se ha seguido demandando la igualdad en todos los ámbitos sociales para todas las mujeres en el mundo.
Por siglos, en la historia de nuestro país, la presencia de las mujeres ha estado discriminada por una supuesta inferioridad intelectual, por la exigencia social reproducida a través del tiempo porque tiene que atender las labores de su propio sexo, por la escasa motivación tanto familiar como social para continuar con su formación además de enfrentar múltiples resistencias de la propia familia, de la iglesia y hasta en las instituciones escolares.
A pesar de todo ese escenario y gracias a las resistencias que se han agrupado, se han abierto diversos caminos, no sin esfuerzo y grandes pérdidas, para seguir adelante trasformado los estereotipos de género que históricamente han afectado principalmente a las mujeres. Hasta 1887 fue cuando Matilde Montoya obtuvo el título de Médico Cirujano, primera egresada que enfrentó la censura y resistió a las normas establecidas porque se consideró su título “peligroso e impúdico”.
Sánchez (2022) ha explicado que las desigualdades de género son profundamente resistentes a las transformaciones. En el caso de México, se tiene las menores tasas de participación laboral de las mujeres en la región (América Latina y el Caribe) aun cuando se haya avanzado en el acceso a estudios universitarios. Esas tasas de participación se explican porque ciertas normas de género, expectativas y roles están tan presentes que hacen muy difícil desestructurar los mecanismos de desigualdad en la participación laboral, como por ejemplo la distribución de los cuidados, el tipo de carrera que se escoge, el tipo de habilidades que fomentamos o el tipo de trabajo que se hace en las comunidades rurales.
Un punto a destacar dentro de las desigualdades de género, es el de analizar cómo se ha escolarizado a la población mexicana. Nuestro sistema escolar se impuso y legitimó bajo un modelo educativo patriarcal, colonial, científico eurocéntrico, homofóbico y racista y que, a través de los años, ha seguido formando y reproduciendo un modelo hegemónico ciudadano. Datos recientes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD sobre los resultados de una encuesta aplicada en 75 países, muestran que, en América Latina, México ocupa el quinto lugar con el 87.7% con mayores prejuicios sexuales.
Esa tendencia a homogeneizar la educación que imparte el estado sin atender a la diversidad, tiene que ver con la apropiación del bagaje cultural producto de los procesos históricos que se han legitimado y se reproducen en las relaciones educativas, por lo que es necesario analizar las representaciones que hacen de la realidad las niñas, niños y adolescentes NNA, porque esas representaciones se siguen reproduciendo, conformando la sociedad patriarcal en la aún que vivimos.
Luchar para el logro de la igualdad de género, es contrarrestar el lenguaje bélico de la violencia que se ejerce en muchos contextos para las mujeres y que también se advierte en acciones discriminatorias contra las niñas y los niños en espacios escolares y comunitarios donde se sigue sobrevalorando las cualidades convencionales atribuidas a los hombres , lo que contradice una vida saludable y el sentido democrático abierto a la diversidad, incluyente, intercultural y decolonial de una educación que pone en el centro de sus procesos a la comunidad (SEP, 2022, p.105).
Debemos señalar que tanto en las escuelas como en las comunidades, se ejercen violencias de género contra las mujeres y en contra de personas que se consideran diferentes: homosexuales, lesbianas, bisexuales, transgénero, transexuales, intersexuales y queer, lo que propicia prácticas pedagógicas desiguales que los coloca en desventaja con respecto al ingreso y a la adaptación escolar y a la apropiación de contenidos plenamente masculinos, lo que trastoca su rendimiento académico y sus expectativas de futuro.
Todo lo anterior, conjuga una serie de factores relacionados no solo con el género, también con la clase social, la raza, la identidad sexual que se vinculan con diferentes formas de opresión y exclusión de acuerdo con las condiciones históricas, sociales, culturales, territoriales y económicas en donde se inscriben las escuelas (Luzuriaga y Burgueño, 2019).
Sin duda, se requiere del replanteamiento necesario de la educación. He venido comentando sobre ciertos ejes articuladores que se plantean en el Marco Curricular de Educación Básica 2022, donde aparece el eje articulador 4. Igualdad de género, que plantea “un replanteamiento de los contenidos de las ciencias y humanidades en los que prevalecen paradigmas de verdad y universalización que desconocen la igualdad entre hombres y mujeres, sobre todo de niñas y adolescentes pobres, indígenas y afrodescendientes” (p.108).
Al ser la escuela pública un sistema social, es el responsable de generar relaciones pedagógicas que no pueden estar orientadas rígida y exclusivamente a objetivos académicos, sino que éstos deben ser parte de una diversidad de relaciones pedagógicas, culturales y sociales que mejoren y fortalezcan la vida comunitaria dentro y fuera de la escuela (Sidorkin, 2002).
Debemos de insistir en que la lucha de las mujeres no se banalice y solo se visibilice un día a nivel internacional, los días de las mujeres deben ser todos, porque a pesar de los avances, aún hay muchos problemas que se tienen que resolver en la búsqueda de un mundo menos violento, con más equidad y justicia, imaginando una diversidad de relaciones pedagógicas, culturales y sociales que mejoren y fortalezcan la vida comunitaria dentro y fuera de la escuela.
Referencias
Luzuriaga, J. y Burgueño, C L (2019), Patriarcado y capitalismo. Feminismo, clase y diversidad, Madrid, Ediciones Akal, p. 167.
Sep (2022) SEP (2022) Marco Curricular Común para Educación Básica 2022. Documento de trabajo https://drive.google.com/drive/folders/1QBltJ49652byMzLtbKApziMCybgI5leZ?fbclid=IwAR1MujCYdk2hfaHrDFLQRC7LtPSN7JTDV9_zh2oTMNesWDefmvoXgDCgCRs
Sánchez, L. (2022) En Danzar en las brumas. Género y juventudes en entornos desiguales en América Latina y el Caribe. Informe UNESCO, CLACSO y el Colegio de México.
Sidorkin, A. (2002), Las relaciones educativas: educación impura, escuelas desescolarizadas y diálogo con el mal, Barcelona, Ediciones Octaedro, pp. 159, 161-164.