En fecha reciente tuvimos la oportunidad de visitar por segunda ocasión la Universidad Tecnológica de Santa Catarina, en el estado de Nuevo León. La primera fue, aproximadamente, hace un año.
¿Qué tiene esa institución que nos ha llamado tanto la atención? En un primer momento, su modelo de educación incluyente, puesto en operación desde hace 15 años. En ese lapso, ha podido construir, modificar y volver a construir su propia visión de este campo de trabajo, hasta consolidarlo. Una condición sine qua non que ha caracterizado este modelo, es la continuidad que ha tenido el programa gracias a la sensibilidad y apoyo de sus directivos, así como del equipo responsable de esta actividad que no ha perdido el entusiasmo inicial, antes bien ha fortalecido su convicción de atenderlo, con un creciente sentido de compromiso, esmero y creatividad.
Constatar que no sólo se promueve la inclusión como parte de un discurso sino que se ha convertido en sello distintivo de la cultura institucional de esa Universidad, es un regalo invaluable a nuestra experiencia como profesionistas, así como un acicate para abordar esta línea de trabajo, de forma integral y con el apoyo de todos los universitarios. El espíritu de su trabajo es fomentar la cultura del esfuerzo constante, superando cuestiones de compasión, ya sea del mismo alumno con discapacidad o de quienes lo rodean, que terminan afectando en lugar de ayudarles a vivir su vida con autonomía.
Uno de los colaboradores de esa Institución, expresó que se debe luchar, y están trabajando en ese sentido, por contribuir al desarrollo de una sociedad más humana, al incorporar a quienes tienen algún tipo de limitación y que se consideran aptos para recibir educación superior, para formarlos en un ambiente de fraternidad, convivencia diaria, respeto hacia sus compañeros y superiores dando paso a desarrollar el interés genuino de unos por otros, a desarrollar el interés de apoyar al compañero.
No sabemos, continuó diciendo, si en algún momento alguien puede adquirir alguna discapacidad por algún accidente o enfermedad o, simplemente, por edad. Quién sabe si alguna de estas personas que están recibiendo formación universitaria, con algún tipo de discapacidad o no, puedan ser parte de quienes los deban atender o apoyar en su momento. La solidaridad, empatía, vocación de servicio a los demás, acompañados de una sólida formación profesional pueden hacer una gran diferencia.
A nuestro juicio, esta institución ha hecho posible la manifestación material, del principio de igualdad que desde un enfoque de derecho obliga a brindar a las personas, al margen de sus características individuales, las mismas prerrogativas para vivir su vida de una manera digna.
Cabe destacar que, a la adecuación de la infraestructura física, al equipamiento y a la capacitación necesaria para atender los diversos tipos de discapacidad, han agregado un ingrediente secreto, valga la expresión, y es que han descubierto y puesto en práctica, que es, con un amplio conocimiento del alumno como persona, acompañado de disciplina, amor y vocación, como han podido lograr excelentes resultados, al incorporar al mercado laboral a sus egresados contribuyendo así, a la movilidad social con base en la educación, tan necesaria para el desarrollo del país.
Ahora, ¿qué podemos hacer en las instituciones educativas de cualquier nivel, para iniciar el abordaje de esta tarea en forma sistemática?
La primera gran pregunta que nos hemos planteado es, ¿cuántos tipos de discapacidad existen entre nuestros alumnos? Su respuesta nos llevó a conocer un poco más de cerca las características propias de nuestra población estudiantil.
Con esa base, actualmente tratamos de responder a la pregunta ¿cuántas y cuáles discapacidades estamos en condiciones reales de atender? Su respuesta será, en definitiva, la que indique el cauce y el cómo de los trabajos a desarrollar.
Lo importante en esta labor es la sinergia de voluntades y capacidades para emprender esta aventura tan cautivante, en cuanto significa atención, como parte de su responsabilidad social, a un segmento de la gran diversidad que existe en toda institución educativa.
Reconocer la experiencia y buenas prácticas de otras instituciones en áreas específicas, como la comentada, permitirá crecer a pasos agigantados al evitar errores ya superados. Ofrecer nuestra experiencia en diversas áreas a otras instituciones, fortalecerá nuestro desarrollo y consolidación.
Sin duda, la colaboración intra e interinstitucional, tan necesaria para la conformación de esa sociedad más humana a la que aspiramos, redundará en más logros a mediano y largo plazo, a la vez que representa un signo innegable de madurez institucional y social.
Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso
Dr. Eduardo Arvizu Sánchez
Mtro. Marco Antonio Treviño Rodríguez
Lic. A. Alejandro Aguirre Trigos
Universidad Autónoma de Tamaulipas