Leslie Serna Hernández *
Las vacaciones de verano suelen ser un descanso mental indispensable para niños, niñas y adolescentes, necesario para su salud y bienestar. La fatiga mental producida por la demanda académica se compensa con los períodos vacacionales que disminuyen el estrés y las emociones aflictivas. Aunque los niños asistan a cursos de verano, estos suelen ser lúdicos y poco demandantes en el aspecto académico. En cualquier caso, cuando se regresa a clases después de un periodo vacacional, es necesario ajustarse en un tiempo corto a horarios, tareas y responsabilidades.
Pero este regreso a clases post-covid no tiene nada que ver con un típico regreso post-vacacional. No será fácil para casi nadie. Durante los quince meses en los que las escuelas han permanecido cerradas se han creado nuevas dinámicas laborales, educativas, familiares y personales. Hace un año la novedad era que la escuela se había trasladado al comedor, a la cocina o cualquier otra habitación de la casa, que las madres de familia estaban cargando con buena parte de la tarea de enseñar, que las y los estudiantes iban perdiendo el interés en contenidos que no entendían, y que los docentes hacían lo que podían con sus pocos recursos. Hoy nada de eso es novedad, se volvió rutina, cotidianeidad, “nueva normalidad”.
A lo largo de la pandemia se ha recabado evidencia, en varios países, sobre su efecto en la salud mental de estudiantes de distintas edades. Se han documentado síntomas depresivos o de ansiedad, sentimientos de soledad. Según una encuesta realizada por Save The Children en Finlandia, 7 de cada 10 menores participantes en el estudio tenían ansiedad y el 55% sentía fatiga. En Estados Unidos una cuarta parte de los entrevistados sentía ansiedad. En México también existen estudios, sobre todo en educación superior, que dan cuenta de problemas de estrés y ansiedad. En cuanto a niños, niñas y adolescentes, el estudio realizado por UNICEF, la Universidad Iberoamericana y el gobierno de la CDMX encontró que en diciembre 2020, 32% de los niñas, niñas y adolescentes presentaban síntomas severos de ansiedad y el 25% de depresión.
La Red de Mujeres Unidas por la Educación, en colaboración con Valora Consultoría S.C. realizó varias encuestas en las que se identificó un alto porcentaje de niños, niñas, adolescentes y jóvenes que experimentaron durante el confinamiento emociones aflictivas y sentimientos de soledad.
Si bien el confinamiento para el mundo adulto se fue flexibilizando poco a poco, el de los niños y niñas ha permanecido, al mantener las escuelas cerradas. En ese confinamiento, se han aprendido nuevas rutinas, como decíamos al inicio. Los niños y niñas se han acostumbrado a estar en casa con su familia, a realizar actividades sobre todo en compañía de su madre, a ver poco a sus amigos, a jugar solo con sus hermanos (ver las encuestas de MUXED). Para ellos y ellas el regreso a clases, si bien necesario, puede ser difícil.
En el momento de escribir este artículo no sabemos quiénes regresarán y dónde, puesto que el gobierno federal y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación pactaron un regreso “voluntario, ordenado, gradual y escalonado”. Pero lo que sí sabemos es que los niños y niñas volverán con altos niveles de estrés, apego a su familia, poca capacidad de concentración y quizá poca motivación para retomar los estudios.
En medio de esta confusión e incertidumbre debemos aprovechar las semanas de clases antes de que concluya el ciclo escolar. Pero ¿qué podemos hacer en tan pocas semanas, con estudiantes que no vendrán todos los días, y con la posibilidad siempre presente de que se vuelva a cerrar en cualquier momento?
Sería catastrófico que las escuelas usarán este valioso tiempo en cuestiones administrativas o de diagnósticos de aprendizaje improvisados. En cambio puede ser una oportunidad para ensayar otras formas de relacionarse en el aula, ensayar aquello para lo que nunca hay tiempo y espacio curricular.
Una posibilidad es aprovechar estas semanas para convivir, realizar actividades lúdicas, para platicar, compartir experiencias, y poco a poco ir recuperando el gusto por la escuela. En todos los sistemas educativos, incluido el mexicano, se ha señalado la importancia de la educación socioemocional en el regreso a clases. Si pensamos las semanas de junio-julio como espacios de convivencia antes que nada, las actividades de educación socioemocional se acomodan de forma natural. Más que estar pensando en “recuperar el ciclo escolar” desde el punto de vista académico, habría que estar pensando en recuperar el interés y, sobre todo, el vínculo escuela-familia y el vínculo docente-estudiante.
Estas semanas son una oportunidad para poner en práctica una real perspectiva de la docencia como cuidado del otro. La ética del cuidado, que apela a la importancia de las emociones, a la capacidad de empatía, de conectar, de reconocer la interdependencia con los demás, tiene una dimensión pedagógica que más que nunca se hace vigente y posible.
La filósofa y educadora Nel Noddings, en su propuesta de una pedagogía del cuidado, afirma que el cuidado se construye y se aprende, siempre en el contexto de una comunidad que establece criterios y pautas. La propuesta de Noddings visualiza círculos concéntricos de cuidado que van desde el cuidado de sí mismo, de los otros con distintos niveles de cercanía, los animales, la naturaleza e incluso las ideas. En este aprendizaje la escuela tiene un papel clave, para incentivar actitudes de cuidado, comportamientos prosociales y compromiso con la convivencia comunitaria.
Noddings considera que la ética del cuidado en su dimensión pedagógica es antes que nada una relación que se establece cuando el docente se enfoca en el bienestar subjetivo de los estudiantes, en su experiencia de sentirse felices. Cuidar no se refiere, o no solamente, a procurar el desarrollo académico o a proteger la seguridad de niños y niñas. Se trata ante todo de lograr que el otro se sienta cuidado. Que los niños y niñas se sientan cuidados. Para ella, el análisis fenomenológico del cuidado revela el papel que juega cada participante. El cuidador está atento y receptivo a lo que siente la persona que es cuidada. No se trata de un diagnóstico formal, sino de una apertura hacia las necesidades emocionales del otro.
Finalmente, Noddings propone cuatro ejes en la pedagogía del cuidado que se pueden retomar para el retorno a clases:
Modelar: las y los docentes tienen el reto de mostrar con su propio ejemplo cómo cuidar unos de otros, cómo gestionar las emociones, cómo hablarse y comunicarse, etc.
Dialogar: que significa escuchar con atención, y fomentar la escucha activa, tratar de comprender al otro, sus experiencias, expectativas y dificultades, en un marco de respeto y empatía.
Practicar: dar oportunidades a las y los estudiantes para que se cuiden a sí mismos y cuiden a los demás en el aula y en la escuela.
Confirmar: este es un aspecto de gran importancia en el regreso a clases, pues se trata de afirmar y estimular lo mejor de cada persona, se trata de una actitud de confianza y aprecio que el docente expresa a los niños y niñas.
La pedagogía del cuidado no es una técnica de manejo de grupos ni una metodología novedosa, es más que nada una posibilidad de transformar la forma en que se relacionan las personas en el contexto escolar. El retorno a clases post-pandemia es una oportunidad para comenzar a practicar nuevas formas de atención, de trato, de vivir en comunidad.
https://www.muxed.mx/post/por-una-pedagog%C3%ADa-del-cuidado-en-este-regreso-a-clases
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Leslie Serna Hernández es integrante de MUxED. Socióloga con doctorado en educación social. Es consultora independiente y colabora en Valora Consultoría. Sus áreas de interés y experiencia son la evaluación de intervenciones educativas, el desarrollo de competencias TIC y la formación para el desarrollo personal. Correo: lserna@valora.com.mx TW: @LNSH_