Las competencias son una adaptación pedagógica de un préstamo de la psicología del aprendizaje. La teoría del aprendizaje y la inteligencia inició, académicamente, con el inglés polímata Francis Galton, primo de Charles Darwin y quizá una de las mentes más inteligentes de la humanidad, (autor de “Hereditary genius” 1869), y a quien se le atribuyen varias hazañas, entre ellas, el nacimiento del estudio científico de la inteligencia y la genialidad y la acuñación de la famosa expresión “nature versus nurture”.
Ni Francis Galton, ni Albert Binet (autor de “The mind and the brain” 1907), ni Theodore Simon (autor junto con Binet del artículo “The development of intelligence in children” 1908), ni Charles Spearman (autor del G-factor, del artículo “General intelligence, objectively determined and measured” 1908) , ni el controvertido Arthur Jensen (autor del artículo “The relationship between learning and intelligence” 1973), ni James Flynn ( The “Flynn effect”) autores intelectuales (de un grupo de 59 personajes identificados como influyentes en la historia de la teoría sobre inteligencia) del campo de la investigación de la inteligencia y el aprendizaje, fueron enseñados, instruidos o formados bajo las competencias.
Y es que las competencias son un concepto pedagógico que se ha utilizado para transmitirles a los maestros y pupilos, a través de los currículos, lo que los buenos maestros y los buenos estudiantes han hecho durante toda la vida y todos los tiempos. Y la característica principal de los buenos maestros y los buenos estudiantes es que por alguna razón, ya sea por un chip genético (gen) o un chip cultural (meme) saben que la quiniela ganadora del aprendizaje y éxito en la vida es: motivación-esfuerzo. Los estudiantes y maestros que llegan al salón de clase motivados y dispuestos a trabajar saben qué hacer, todo cae por su propio peso.
Por ello, en los últimos años el estudio de la motivación y el esfuerzo han adquirido tanta relevancia para la educación y el aprendizaje en la escuela y fuera de la escuela.
Para bien o para mal las mejores universidades del mundo tienen la oportunidad de recibir, por un proceso muy acucioso de selección, a los “mejores” estudiantes, es decir, aquellos que traen pre-cargados los chips de la motivación y del esfuerzo. Aquí no es importante el ambiente de aprendizaje de aula, de escuela, de universidad o del hogar, porque ellos mismos son su propio ambiente de aprendizaje. Ellos saben que tienen que buscar al mejor maestro, al mejor programa, a los mejores libros y normalmente los encuentran. Y cuando de casualidad se enfrentan con una situación adversa a su aprendizaje, la corrigen.
Por tanto, las competencias son una especie de manual que nos recuerda a todos, lo que los buenos maestros y buenos estudiantes han hecho durante toda la vida.
Para una excelente referencia sobre los orígenes y desarrollo del estudio de la inteligencia y el aprendizaje recomiendo la página electrónica auspiciada por profesores afiliados principalmente a la Universidad de Indiana: Human Intelligence.
Para un tratamiento integral de los temas de competencias, inteligencia, aprendizaje y sabiduría mi libro “La cultura del aprendizaje: hogar y escuela del siglo XXI” puede ser una buena introducción conceptual y bibliográfica.
Investigador visitante del Colegio de Boston y la Universidad de Nueva York
Twitter: @EduardoAndere
https://eduardoandere.wordpress.com